Los zapateros de San Cristóbal mantienen sus servicios de pegado y cosida de zapatos gracias a los pagos en pesos. Algunos se adaptan a la necesidad de los sancristobalenses, recibiendo como parte de pago alimentos de la cesta básica como harina, arroz y frijoles.
Jonathan Araque, un venezolano retornado de Colombia durante el inicio de la pandemia, regresó para poner en práctica sus habilidades en el arreglo de calzado.
En una esquina del Barrio Central, ubicó un toldo, una mesa y un aviso que dice: Arreglo zapatos. Allí viene notando que su trabajo tiene demanda, pues manifiesta que gran parte de sus clientes ganan sueldo mínimo y no les alcanza para comprar un par de zapatos nuevos.
“Las personas no han tenido solvencia con su remuneración para poder comprar un par de zapatos que cuestan de 45000 a 50.000 pesos, y la mayoría de la gente está ganando un sueldo en bolívares lo que hace imposible que las personas logren comprar un par de zapatos”, expresó Araque.
Por ello, recalca que la gente prefiere arreglar lo que se puede reparar para poder seguir utilizando sus zapatos.
Una reparación sencilla de zapatos tiene un costo de 5000 a 10.000 pesos, lo que consiste en pegado y cosido.
“Hay personas que no tienen tanto dinero para ello, incluso hay quienes no tienen para pagar pesos y entonces también hago intercambio de alimentos”, describió el zapatero.
Las personas a veces le llevan como parte de pago a Jonathan, harina y frijoles, lo que él acepta para también ayudar a sus clientes.
La materia prima es costosa
La materia prima para trabajar en el ramo de la zapatería viene de Colombia, por ende el cierre de frontera ha dificultado que las personas puedan ir a adquirirla a los precios que se ofertan en el país vecino. Por ello se ven obligados a repagar los precios en los que expenden el hilo, la pega y otros elementos, en Táchira.
Para Carmelo Bustos, de 83 años, un zapatero con más de 35 años de desempeñar la labor de zapatero, manifiesta que en su pequeño taller situado en la Avenida Lucio Oquendo, ha mermado la reparación de calzado en un 50 %, lo que dificulta hacer el dinero para su manutención y la de su núcleo familiar.
“La gente se acerca a reparar los zapatos, pero como no abona el 50 % del precio de la reparación, no se pueden recibir. Por otro lado, el zapato deportivo que es lo que uno cose, está barato, y la gente los bota y estrena”, expuso Bustos.
Carmelo Bustos coincide en que el costo de los materiales cada mes está subiendo de precio.
Por fortuna Bustos no paga alquiler, sin embargo este zapatero mantiene su oficio como una forma de lucha, a razón que la pensión que recibe no le alcanza para subsistir.