Voces / Educar, con quién y para qué…

Carlota E Egáñez M.

 

El hombre es el único ser susceptible de educación. El hombre no puede hacerse hombre más que por la educación. No es más que lo que ella hace de él. Y observemos que no puede recibir esa educación más que de otros que a su vez la hayan recibido. (Kant, 1980)

Hoy, se vive una aceleración sin precedente en la rama educativa. Entorno que cambia de manera radical, hasta tal punto que la entrega de certificados y títulos por penetración ideológica se ha hecho en cualquier nivel y disciplina, particularmente fácil. Masificación de seres que comparten sólo ese hecho, sin conocimientos, técnicas, destrezas, pensamientos, todo reducido a su más simple expresión e instrumentación. Condicionados al desfase generacional y de inmolación educativa, sin ideas, sin acceso a la palabra, sin raíces ni historia, dedicados por entero a satisfacer impulsos inauditos.

Parte de ellos incluso susceptibles de precipitarse en algún fundamentalismo, de dejarse atrapar por el fanatismo sin pasado ni futuro y ser absorbidos por un ideal fusionario que le permita, existir dentro de un grupo, participar de una identidad colectiva por medio de la renuncia a cualquier búsqueda de identidad social. Los peligros de esa deriva están tan claros ante nuestros ojos que por fuerza han de confrontarse por la convicción de que, así como somos concebidos biológicamente por los padres, y así nos construye psicológicamente el entorno, nuestra condición social, por su parte ha de escribirse en una historia y desarrollarse gracias a la transmisión de una cultura.

Realidad actual caracterizada por la ideología dominante como máquina de reproducción sistemática de desigualdad social; control y poder gubernamental institucionalizado en prácticas pedagógicas y proyectos pretendiendo controlar los procesos educativos y actuar sobre el sujeto a educar, violando el derecho e importancia que tiene la educación para el destino de las personas, su futuro y el del país obviado lo dicho por el Libertador en 1825, “El primer deber del gobierno es dar educación al pueblo”.

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