¿Qué puedo hacer para liberarme de las enfermedades, sufrimientos y golpes del destino? Gabriele, la profetisa de Dios, nos muestra cómo podemos volver a activar aquellas fuerzas que producen alivio y sanación en el alma y en el cuerpo.
Estas sensaciones o sentimientos escondidos detrás de nuestros pensamientos y palabras, es decir, de nuestras subcomunicaciones, señalan que en nosotros hay dudas reprimidas y demuestran que nuestra fe y confianza no son firmes.
Cuando nos damos cuenta de que nuestra fe y confianza en Dios aún no son firmes, podemos hacer lo que acaba de explicarse: dejamos que los sentimientos reprimidos emerjan a la superficie. Estos sentimientos podrían manifestarse, por ejemplo, en los siguientes pensamientos de duda: ¿Querrá Dios que se cumpla lo que yo deseo y espero de Él? o también: Si yo me confío a Dios, ¿podría ser que todo salga diferente a lo que yo quiero?
Si la voluntad de Dios fuese diferente a como nos la imaginamos, tal vez no podríamos alcanzar estas o aquellas metas humanas que nos hemos propuesto. Quizás no queremos llegar al extremo de confiar a Dios nuestro destino y queremos más bien aquello que creemos que es bueno para nosotros o preferimos mejor asegurar las condiciones y circunstancias externas. Cuando surgen estos pensamientos u otros similares, se presentan también ante nosotros las imágenes correspondientes, si no tomamos el tiempo necesario para que los pensamientos se abran, por decirlo así, como las hojas de un libro y se muestren en imágenes.
Si existen estas subcomunicaciones u otras parecidas y no nos desprendemos de ellas, no será posible una sanación integral, tampoco en el caso de que afirmemos -de cabeza- la fe y la confianza en Dios. No nos queda otro remedio que preguntarnos y decidir si aceptamos realmente la voluntad de Dios o si queremos imponer en nuestra vida nuestra propia voluntad. Si queremos imponer nuestra voluntad, seguiremos siendo lo que somos: el ser humano que elude el autorreconocimiento y que, por ello, no puede cambiar, ni llegar a ser libre. Entonces no podemos naturalmente desarrollar la confianza en Dios y, sin confianza en Dios, las fuerzas de vida y sanación divinas pueden lograr muy poco en nosotros, ya que les hemos impedido el acceso a nosotros. La verdadera sanación tiene lugar solamente a través de la sanación de las causas en el alma.
La sanación completa es la sanación del alma y del cuerpo y conduce, por tanto, a la salud profunda y a la verdadera superación de lo que nos ha enfermado. En este proceso se concede primero la mayor atención al alma, porque la causa de cualquier enfermedad está en el comportamiento erróneo de la persona. Este comportamiento se introduce como carga negativa en el alma y desde allí ejerce influencia en el cuerpo.
Es cierto que la sanación del cuerpo se puede lograr, por ejemplo, aplicando fuertes medicamentos, pero la sanación del cuerpo no es, en realidad, una sanación completa, sino que es solo aparente o temporal. Solo es cuestión de tiempo para que la enfermedad vuelva a aparecer y se convierta en crónica o haga surgir otra enfermedad diferente, porque el origen de la enfermedad no ha sido eliminado, antes bien, sigue existiendo en nosotros, en nuestra alma, como carga.