Luis A. Villarreal P.
Aparte de lo más expectante —conocer quién sería el ganador—, lo trascendente era la inquietud por saber las circunstancias de la democracia en Estados Unidos. La elección contundente de Donald Trump, vistas sus posibilidades —in crescendo— en el remate de campaña, ya sentenciaba la modificación del panorama político del orbe:
Gobiernos y otros factores de poder, aunque no de manera generalizada y con prudente anticipación, fueron ajustando sus posiciones; viendo la proyección electoral sobre la preferencia de los votantes. Algunos de ellos para evitar la posterior animadversión de Trump.
Elegir pensando en la democracia obviamente era lo principal, no por las apariencias y modo de ser de los aspirantes —aspecto irrelevante—. Saber quién de los dos [Harris o Trump] podría estar mejor posicionado frente a los requerimientos políticos de la nación estadounidense. Entendiéndose a una superpotencia de grandes y probadas fortalezas, no exenta de algunas y no menos importantes debilidades. En su responsabilidad y compromiso con la seguridad social, económica y política, nacional; y también con el equilibrio internacional, más vulnerable.
La ‘decadente’ situación en EE. UU., según muchos, va más allá de una democracia modelo aún prometedora; advirtiendo deficiencias, requiriendo sinceración, correctivos; y, sobre todo, ‘atrevimiento’ político por el cambio necesario.
Se percibe la pérdida de influencia global ante problemas provenidos de las transnacionales de su misma bandera operando desde otros países; adicionando, por supuesto, lo evidentemente comprometedor en su esfuerzo por el liderazgo geopolítico ante China y Rusia en una abierta competencia entre imperios, buscando preeminencia mundial; bajo el difuso propósito de conformar un mundo ‘multipolar’ sin hegemonía. ¿?
Entre las medidas de la nueva administración Trump: ajustes arancelarios; mejoramiento de la salud pública, deportación masiva de inmigrantes irregulares; suspensión o reducción de ayuda militar a Ucrania, bajo la premisa de una urgente solución de paz ¿?
La democracia estadounidense al parecer seguirá su curso ascendente, y con ella las demás democracias serán fortalecidas; siempre y cuando Trump pueda realizar su eslogan de Make America great again, en el sentido literal de la palabra.
Alexis de Tocqueville, ya lo había observado y profetizado por allá en la época pre secesionista; y lo expuso con lujo de detalles en su siempre leída obra La democracia en América. Al grado de considerar inédito el incipiente sistema democrático en: los orígenes ciudadanos y su aspiración de igualdad ante la Constitución y las leyes; autonomía de los poderes públicos; libertad de expresión [opinión pública – medios de comunicación]; y advirtiendo también sobre las deficiencias a evitar, proclives a las fatalidades del poder despótico.
El sentimiento democrático del pueblo y su idiosincrasia inspirada en la Libertad —con el influjo del pensamiento de los Padres Fundadores, y de otros líderes referentes de la democracia y el auge de la primera potencia— ha navegado los océanos del “Destino manifiesto”, con la creencia de ostentar un rol providencial en la conducción de la civilización; igualmente, ha surcado los mares con el derecho y la convicción de coronar «El sueño americano”, sintagma de disímiles interpretaciones según las aspiraciones endógenas de diferentes épocas; tal expresión es parte del esnobismo y ‘justificación’ de la contraproducente emigración desde países latinoamericanos.
El nuevo gobierno a instalarse el 20/1/2025 en Washington, conociéndose la ‘mecánica’ operativa del recién favorecido Donald Trump, sin duda tiene en ascuas a otros países y gobiernos
A una Europa, principalmente, sacándole el cuerpo a gobiernos conservadores llamados ultraderechistas —por los más resentidos, fascistas—; a Sudamérica, tratando de zafarse del socialismo populista, sostenido por las castas del celestinaje político.
A Estados remando hacia la consolidación del globalismo ‘progresista’ en desmedro de la Globalización bien entendida.
A mandatarios basados en el autoritarismo o en argumentos antiestadounidenses; a los conductores y burócratas de organismos multilaterales estancados; y a quienes conforman el ‘Estado’ profundo afectando la cadena de mando político-administrativo.
Asimismo, a gobernantes henchidos de poder; incursos en prácticas desconocedoras del derecho internacional, actuando como invasores o tolerantes del terrorismo; en detrimento de la soberanía, la paz y la evolución humana.
Venezuela ha renovado sus esperanzas en diferentes sentidos
Del lado oficialista, se espera del nuevo gobierno estadounidense la ‘mejor’ de las interpretaciones sobre su persistencia de seguir en el poder sin todavía mostrar la certificación de la voluntad popular, más allá del TSJ; desde el ámbito genuinamente opositor, se acaricia la posibilidad de dar forma al gobierno de transición, en lo cual se ocupa.
Pensando en nuestro país, auguramos por el restablecimiento de las relaciones de Estados Unidos y otros países del hemisferio con Venezuela; a fin de ir resolviendo los problemas ocasionados por la crisis que tanto perjudican la vida de quienes habitamos la Tierra de Gracia y el porvenir de generaciones venideras, y coadyuvar a la estabilidad de los demás países afectados con la inmigración venezolana.
Al 10E, con ciudadanía
La situación prosigue
sin cambios aparentes. Pero nada
ni nadie nos exime
del deber con la Patria;
que al sufrir tantas penurias, nos llama
a hacernos responsables
de la extenuante crisis, sin excusas;
asumiendo, cuanto antes
y sin temor, la lucha
diaria de responder a las argucias
de quienes —frescos— cambian
la realidad con falaz retórica,
cual malévolos tránsfugas
del verbo que acrisola
la actividad política con honra.
Simplemente nos queda
asumir la responsabilidad
con actitud sincera;
presta a reivindicar,
con dignidad, ¡la verdadera paz!
L A V P
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