Una pequeña cabaña escondida, refugio de la fauna silvestre venezolana

La veterinaria Grecia Marquís fue registrada al sostener en su mano a una guacamaya que está en proceso de rehabilitación, en la choza de la fundación Plumas y Colas en Libertad, en Caracas (Venezuela). EFE/Rayner Peña

Caracas, 2 sep (EFE).- En una pequeña cabaña acondicionada para el refugio y cuidado de la fauna silvestre, ubicada al pie de una montaña en el este de Caracas, se atienden animales heridos o enfermos que reciben cuidados hasta que están listos para volver a su hábitat. Es la Fundación Plumas y Colas en Libertad, donde la veterinaria Grecia Marquís da la bienvenida a los pacientes.

Con Marquís, trabajan dos empleados asalariados y seis voluntarios, que atienden un promedio anual de 165 animales en esta fundación que lleva más de 15 años activa. Tiempo en el que, además, se ha dedicado a concienciar sobre la necesidad urgente de cuidar el medioambiente y la biodiversidad.

Esta función es parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU con los que Venezuela está comprometida, pero que, en Caracas, es atendido en solitario por amantes de la naturaleza y los animales, como los miembros de este grupo.

El Observatorio Venezolano de Derechos Humanos Ambientales (OVDHA) aseguró que en el país hay «una pérdida acelerada de la diversidad biológica» que incide en el deterioro y extinción de especies de la fauna local.

La veterinaria Grecia Marquís fue registrada al revisar las alas de una cría de buho durante su proceso de rehabilitación, en la choza de la fundación Plumas y Colas en Libertad, en Caracas (Venezuela). EFE/Rayner Peña

 

SALVANDO LA BIODIVERSIDAD

Perezosos, zorros, puercoespines, zarigüeyas, ocelotes, serpientes, aves rapaces, loros, periquitos y guacamayos son algunas de las especies silvestres que se encuentran en Venezuela y que atiende Plumas y Colas en Libertad.

«Venezuela es uno de los países con mayor biodiversidad del planeta y Caracas es una capital llena de bosques, llena de árboles, llena de montañas y hay mucha biodiversidad propia de nuestra ciudad», explicó a Efe Marquís, quien recordó que las construcciones urbanas han irrumpido en espacios naturales, generando la interacción entre la fauna y los ciudadanos.

La veterinaria dijo que las especies llegan a la fundación mediante el llamado de ciudadanos que encuentran a alguna en peligro, a través de cuerpos de seguridad locales que se topan con animales atropellados o en vías públicas, o de manos de personas que los rescatan del cautiverio y la venta ilegal.

«Nosotros les brindamos (ayuda) dentro de nuestras posibilidades y, muchas veces, no podemos abarcar a todos los que necesitan (…) porque no tenemos apoyo de ninguna organización pública ni privada», lamentó la directora de esta organización que se sostiene con la venta de lienzos pintados por ella misma, camisetas y otros objetos con dibujos inspirados en la fauna.

Al llegar al centro, cualquier animal es atendido por la veterinaria que revisa su estado, ofrece los cuidados necesarios y, posteriormente, les brinda un espacio para descansar, alimentación adecuada y la rehabilitación y entrenamiento necesarios para volver a su hábitat natural.

Pero algunos, que no pueden volar porque sus captores cortaron sus alas, o que no logran defenderse o alimentarse por sí mismos debido al cautiverio, se quedan en el bosque cercano a la fundación, donde los alimentan y cuidan de forma permanente.

La veterinaria Grecia Marquís fue registrada al revisar las alas de una cría de buho durante su proceso de rehabilitación, en la choza de la fundación Plumas y Colas en Libertad, en Caracas (Venezuela). EFE/Rayner Peña

ARTE PARA SOSTENERSE

Marquís aclaró que el cuidado de cada especie es un proceso que toma entre tres meses y un año, dependiendo del tipo de animal, lo que genera gastos que oscilan entre los 20 y los 30 dólares diarios, teniendo en cuenta que muchos deben consumir proteínas y frutas.

«Esperamos siempre crecer y tener más impacto y que haya empresas privadas que nos presten un apoyo diario, constante, para poder crecer. Y crecer significa tener empleados, tener más personal y desarrollar la sede para poder atender más», apuntó.

«(Todos) los gastos los sufragaba el arte (sus lienzos) hasta hace unos tres años (…) En estos últimos tres años ha sido más difícil. Entonces con la marca Vuelart, hace dos años, comenzamos a vender dijes (bisutería) (…) franelitas (camisetas), gorritas y sombreritos que nos ayudan en el gasto diario», detalló la especialista.

 

CUIDAR Y ENSEÑAR

Aunque la fundación también ha sufrido los embates de la crisis en Venezuela, sus integrantes no pierden el norte de su misión: cuidar y enseñar.

Por eso, cuando no pueden atender a un animal por estar copados o por falta de recursos, enseñan a quienes lo rescatan a atenderla y vigilan su avance y posterior liberación.

La voluntaria Gabriela Visicchio describe este trabajo como un proceso en el que, con poco, se hace «un cambio muy grande».

«Aparte de ayudar a los animales, esta fundación sensibiliza y concientiza para que las personas entiendan que los animales, aunque sean silvestres, necesitan nuestra ayuda y que tenemos que respetarlos y cuidarlos», concluye.

 

 

 

 

 

 

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