Trump, Putin y Guaidó lo tenían todo acordado con Maduro para su exilio, pero Cabello se negó a caer

De acuerdo a lo revelado por el consejero de Seguridad, John Bolton

Tareck El Aissami, hasta hace tres meses vicepresidente y ahora ministro del Poder Popular, es otro de los líderes que tampoco tienen asidero. De origen libanés, se le considera el enlace del régimen chavista con Irán y el grupo terrorista chií Hizbulah, que utiliza Venezuela como base de operaciones en el cono sur americano. A éste lo reclama Israel, es otra de las fichas que deben caer y que se resiste a hacerlo.

 

Son numerosas y diversas las informaciones sobre lo ocurrido en Venezuela tanto dentro como fuera de sus fronteras y las consecuencias en el ámbito político, militar e internacional el pasado martes 30 de abril, de todas ellas una en especial ha llamado poderosamente la atención y que fue publicada en el diario El Español suscrita por Alberto D. Prieto (El Español / Alberto D. Prieto @ADPrietoPYC www.elespanol.com/mundo), cuyo contenido resumidamente se lee a continuación:
Cuando en la tarde de este martes (30 de abril) hora estadounidense, John Bolton se plantó en la escalinata de la Casa Blanca delante de los micrófonos no sólo sorprendió que lo hiciera -es extremadamente inhabitual una comparecencia improvisada del asesor de Donald Trump- sino lo que dijo.
«Figuras clave como el ministro de Defensa, el presidente del Tribunal Supremo y el jefe de la Guardia Presidencial han sido identificados como quienes estaban negociando con la oposición», reveló Bolton. «Así, que si eres Nicolás Maduro, ¿podrías seguir mirando a la cara a tu ministro de Defensa y confiar en él? No lo creo. Pienso que Maduro está ahora dentro de una botella llena de escorpiones y ya es todo cuestión de tiempo».
El consejero de Seguridad Nacional de Trump se refería a Mikael Moreno, Vladimir Padrino López y Rafael Hernández Dala quienes quedaban señalados ante el mundo como los caballos de Troya de la «operación Libertad» en Venezuela.
La jugada parecía estancada porque habían pasado ya ocho horas que Juan Guaidó y Leopoldo López aparecieran rodeados de militares armados en la Base La Carlota de Caracas anunciando el inicio del «fin de la usurpación» del poder por parte de Nicolás Maduro. Y Bolton echaba un órdago dejando al descubierto una gran parte de sus cartas clave en Venezuela.

Bolton señala a los «aliados» de EEUU

El preso político, liberado esa madrugada con la colaboración del Sebin, se había retirado de la circulación por su seguridad y para evitar servir como excusa de enfrentamientos civiles. La represión había comenzado y las fuerzas chavistas lanzaban gases lacrimógenos a los manifestantes. Una tanqueta llegó a atropellar a varios de ellos en el centro de Caracas. López, «comprometido con la salida pacífica», según Sergio Contreras -coordinador de Voluntad Popular en España-, buscó alojamiento en la Embajada de Chile, y lo halló en la de España.
La iniciativa, audaz y arriesgada, no se había lanzado de manera improvisada, pero sí se adelantó una jornada respecto a lo previsto, según las fuentes consultadas. Esto obligó a reaccionar con rapidez a las cancillerías de los países implicados en apoyo de Guaidó y López: Colombia, Brasil y, por supuesto y sobre todo, Estados Unidos.
Y es que por detrás, la maniobra contaba con todo el apoyo necesario a nivel nacional e internacional. Según fuentes conocedoras de la negociación contactadas por EL ESPAÑOL, y a la espera de tener que hacerlo públicamente, Vladimir Putin, había aceptado la salida democrática. Tras negarse durante meses a la caída de su puntal en Latinoamérica, el presidente ruso dio su brazo a torcer cuando obtuvo garantías del presidente encargado, Juan Guaidó, que Moscú cobrará la deuda que Caracas ha contraído con su mayor apoyo internacional.
Putin era la pieza que faltaba hasta ese momento. Porque desde enero -si no antes, claro- la oposición democrática venezolana ya iba de la mano de la Administración estadounidense. Y, de hecho, por mucho que sus declaraciones sean incendiarias calificando de «golpe de Estado» la maniobra de Guaidó este 30 de abril, el propio dictador Nicolás Maduro había aceptado finalmente el plan.
«Lo que dijo Bolton era cierto», explican las citadas fuentes. Maduro había acordado con Trump, Putin y Guaidó la salida a Cuba -ya tenía un avión preparado, según fuentes militares venezolanas-, pero como puente hacia otro exilio más «agradable», previo paso por Moscú. «Quizás República Dominicana», explica esta fuente.

 

Cabello se negó a caer

 

El caso es que la carta que quedaba sola en este castillo de naipes era Diosdado Cabello, actual presidente de la llamada Asamblea Nacional Constituyente (ANC). Este artefacto convocado por Maduro para sustituir los poderes del Parlamento, cuya mayoría cualificada es de la oposición desde las elecciones del 6 de diciembre de 2015, es el órgano de fuerza de Cabello (…)
El director ejecutivo de El Nuevo País, uno de los pocos medios libres que quedan en el país caribeño, explica que Diosdado Cabello -a quien Washington quiere preso. Y para él no se había diseñado una salida en la maniobra se sabe la cabeza de turco de toda esta operación- Y él aún controla a parte del Ejército, como representante de los jefes militares en los círculos de poder del régimen, en realidad, más que como su líder. Y negándose a caer, se evitó que los demócratas lograran el control de todos los mandos del Ejército, y se detuvo -quizás sólo temporalmente- la «operación Libertad».
Donald Trump lo quiere preso, a Vladimir Putin no le va nada en su destino y Juan Guaidó sí necesita un líder caído para que su liderazgo efectivo no se inicie deslegitimado. Es preciso darle al pueblo alguien que pague su desesperación por la hiperinflación, la falta de alimentos y medicinas y la parálisis total del país. «Hoy Venezuela es más que un Estado fallido, es un Estado calamidad», explica Contreras a este periódico. «Tras los colapsos eléctricos del mes pasado, no se ha vuelto a reanudar la producción… no hay de nada».

Los papeles asignados

Otro de los líderes que tampoco tienen asidero es Tareck El Aissami, hasta hace tres meses vicepresidente y ahora ministro del Poder Popular. De origen libanés, se le considera el enlace del régimen chavista con Irán y el grupo terrorista chií Hizbulah, que utiliza Venezuela como base de operaciones en el cono sur americano. «A éste lo reclama Israel, es otra de las fichas que deben caer y que se resiste a hacerlo», explica Poleo a EL ESPAÑOL.
La tarde de este miércoles puede ser clave. Las tres bazas ganadoras de Bolton tienen un rol que jugar este 1 de mayo: Mikael Moreno, presidente del Tribunal Supremo, ha convocado en día festivo una sesión extraordinaria del pleno. ¿Para qué? El papel que le ha asignado Washington es el de facilitar la caída de Cabello, declarando ilegítima la ANC. En ese momento Vladimir Padrino, general de mayor rango del Ejército y ministro de Defensa, «se vería empoderado legalmente» para ordenar la detención de Cabello.
Entretanto, Hernández Dala debe facilitar desde el Sebin «la coordinación de los mandos de la Fuerza Armada» para organizar la transición pacífica. «El problema es que los sublevados están armados… tanto como los fieles a Cabello», explica Contreras. «Y ningún venezolano con dos dedos de frente quiere arriesgar un enfrentamiento entre militares o, peor, con civiles implicados». Contreras no lo pronuncia en sus términos concretos, pero sí lo hace Poleo: «La guerra civil es una posibilidad, es un peligro, porque los militares son sólo fieles a sí mismos».
Es decir, a salvar su posición y su sueldo. «De la ley a la ley», pregonan los líderes democráticos venezolanos como empeño de llevar la transición de modo pacífico. Pero ese compromiso de Guaidó que, de un lado, está haciendo que se desarrolle muy lentamente la «operación Libertad» tiene, de otro lado también, un reverso tenebroso. Porque es precisamente esa divisa la que están exigiendo los mandos militares para verse limpios cuando cambie el régimen… o por si no termina de cambiar.

 

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