“Nos acercan a los que están lejos,
Nos alejan de los que están cerca”
Peor aún.
Con creciente frecuencia nos alejan de nosotros.
Nos desconectan.
Y si nos desconectamos de nosotros no podemos conectarnos con otros. Parece que estamos conectados, pero no estamos.
Parece que conversamos, pero no lo hacemos.
Hablamos, discutimos, pero no conversamos.
Incluso podemos ponernos de acuerdo, pero ello no significa que hayamos entrado en contacto, nos hayamos conectado y conversemos. Puedo interactuar bien, cuando hay buenas intenciones, consciencia y responsabilidad, pero ello puedo lograrlo sin un involucramiento emocional con las otras personas, sin “verlas”, sin sentirlas.
MIRAR no es VER.
OIR no es ESCUCHAR.
La desconexión era motivo de estudio y preocupación de los expertos desde mucho antes de la emergencia masiva de las Tecnologías de Información y Comunicación (TICs).
La identificación con la mente, asociada al “Imperialismo Racionalista”, ya nos desconecta con mucha frecuencia de nosotros. En un experimento científico se preguntó, a distancia, a un conjunto de voluntarios, en repetidas ocasiones, si lo que estaban pensando estaba conectado con lo que estaban haciendo. En promedio, casi el 50 % de las veces la respuesta fue negativa. Es decir, no estaban conscientes de lo que estaban haciendo.
¡Estaban en otra parte!
¿Le suena familiar?
Esto es serio.
Grave cuando lo que estoy haciendo es, supuestamente, “conversando” con otra persona. La verdad, no estoy escuchando. Ergo, no estoy conversando. Estoy pensando en otra cosa. O estoy preparando la respuesta, que también me pierde del presente y estoy en el futuro.
La mente está en control.
Mucho más grave aún si esto nos ocurre como padres o profesores. Cuando las niñas y niños no se sienten “vistos”. Si ello ocurre estamos echando las bases de la gestación de patologías y sufrimiento humano. Y de patologías sociales a partir de ello.
“Conexión: Unión que se establece entre dos o más cosas (aparatos, sistemas, lugares, etc.) o personas, para que entre ellas haya una relación o una comunicación”
Las TICs, que nos proveen de un enorme poder de acción, generan, al mismo tiempo, un grave riesgo de hacer eso a costa de desconectarnos de nosotros y, por ende, de los otros.
Si nuestra interacción se da crecientemente intermediada por aparatos electrónicos de comunicación, nuestro “acoplamiento estructural” será también crecientemente con ellos.
Nos sentiremos más cómodos por esta vía que de “cuerpo presente”.
¿ Lo ha visto en Ud?
¿ Lo ha visto en los jóvenes, hijos, alumnos u otros, que nacieron en un mundo con las TICs en el centro?
Cuando ello ocurre, la indispensable y urgente necesidad de generar unidad para hacernos cargo de los acuciantes desafíos que enfrentamos, se hace muy difícil. La unidad humana tiene una componente emocional que requiere de presencialidad. Necesitamos abrazarnos, metafórica y literalmente, para entrar en contacto y conectarnos. Para ser uno con el otro.
Esto se ha agravado enormente con la pandemia del Corina Virus, que nos ha hecho ser humanos “virtuales”, en algunos casos por largos períodos de tiempo. Muy probablemente, muchos tenderemos a preferir seguir siéndolo.
Lo más peligroso de todo es el fantástico Whatsapp, una revolución comunicacional de tremendo impacto positivo, si lo usamos bien.
De alto riesgo y costo si lo usamos mal. Si lo usamos para estar “cerca de los que están lejos, lejos de los que están cerca”. Lejos de nosotros. Especialmente dañino si permitimos que esté permanentemente interrumpiendo nuestro estar “aquí y ahora”.
Estos son titulares de temas muy complejos, controvertidos y poco estudiados aún.
Lo que aquí planteo no pretende ser verdadero.
Son invitaciones a reflexionar.
A investigar.
A observar.
A autoobservarse.
A conversarlo, especialmente con los seres queridos.
Como profesor, no puedo terminar sin sugerir algunas prácticas que he probado son útiles para cuidarse de estos riesgos. Para que las pruebe y vea lo efectos que le producen.
Evite estar atenta/o al whatsapp en forma continua.
Revíselo en horas prefijadas.
No trasmita a otras personas el mensaje de que está disponible de inmediato.
Disminuya el uso de este para banalidades.
No incluyo el humor entre ellas.
Pero dosifíquelo también. (Y procuré que sea efectivamente humor).
No reaccione en forma impulsiva. Piense un poco antes de reaccionar. Mejor aún si evita reaccionar, va al silencio, a su ser interior, y espera que la respuesta emerge.
Y si no emerge no responda.
Quiere decir que no es necesario hacerlo.
¡Pruebe!
Si lo hace durante un cierto tiempo, con determinación y rigor, le aseguro que tomará consciencia de los beneficios de cuidarse de la inmediatez y la obsesión de estar interactuando permanentemente, en forma virtual, con otras personas.
Apreciará el gozo que se genera cuando se da un tiempo para estar realmente con Ud. Para experimentar la unidad más importante de todas, la unidad con Ud., que es la base de la unidad con los demás.
Seguiremos conversando…
Carlos Vignolo
Académico Universidad de Chile