Cada vez que termina un año, se efectúa un análisis sobre sus pormenores y las circunstancias que lo envolvieron. Si fue tan malo como el anterior o si tiene valor crucial para el conteo de anécdotas y recuerdos meritorios. Si tiene la virtud de ser escrito con letras doradas en nuestra memoria.
Se hace entonces un balance de si valieron la pena esos 12 meses alegóricos. Si fue complejo subsistir en una tierra atiborrada de malas noticias o fue el advenimiento de oportunidades por doquier. Sí, nuestro planeta está lleno de extremos y somos la tripulación más complicada. Somos audaces para conseguirle el punto malo a las estrellas fulgurantes. Los expertos de moda en ver las sombras en las ráfagas de luz.
Sé que se esperaba mucho de 2019, desde sus primeros compases en un enero riesgoso. Nació una misión indudable, más que sorpresiva. Se reavivó una esperanza que yacía sepultada, que nos ayudó a limpiarnos de los percances y a entender nuestro panorama de posibilidades. Así lo vivió Venezuela en un sueño atónito que contagió al mundo.
Todos pensamos que se haría realidad la predicción de la libertad. Estaban los personajes dispuestos y las ganas inmensas por retornar a la cordura. Más de 50 países apoyaron a Guaidó y una nación entera se contagió de confianza. La tiranía temió como nunca y corrió, sin pensarlo mucho, a llorarle a sus aliados poderosos.
La agenda se colmó de aciertos y tachaduras. La espera se hizo larga, la paciencia se volvió arbitraria y la emoción fue diluyéndose. El esfuerzo se consideró anticuado. No tenía valor si los norteamericanos no lanzaban su bomba tenebrosa en Miraflores y lo arrasaban todo. Tal vez lo hagan si la usurpación comete el mismo error de Noriega en Panamá. Por ahora vale cada paso en un camino espinoso.
Pero no fue otro año convulso y resaltante solo para nuestro país. Ecuador, Colombia y Chile se contagiaron de contrariedad. Recibieron sus dosis de inestabilidad y desencanto. Se encendieron las alertas y se reconoció el peligro inminente de perder la armonía.
Los pueblos siempre estarán insatisfechos. La justicia posee un andamiaje social difícil de armar en las naciones. Los reclamos son justificados, aunque los métodos no siempre sean los correctos. Los facinerosos se aprovechan de esos quiebres para amotinar. Cada territorio tiene su necesidad perpetua. Los gobiernos lo saben, aunque carezcan de todos los alegatos para responder con conciencia a tantas peticiones.
Colombia está dividida en quienes tienen y aquellos con necesidades intensas. Chile pulula por una mejor repartición de las riquezas, como lo han dicho algunos analistas. Las divisiones sociales son confusas y complicadas. Nos es quebrantando lo que funciona o generando caos, que se lograrán reconocer sus peticiones reales. Pero se debe responder con un plan verdadero y no con evasivas, así se arriesgue un poco los trazados económicos. No se le puede dar pasto a los rufianes y a ese clan de bribones financiado por Venezuela, Cuba y Rusia.
Este año que comienza tiene una cifra tan cabalística como entusiasta. Hablar de 20/20 es buscar una numeración clásica y única. No creo en la ficción científica y sí, en que todo posee su razón de ser. En oftalmología es la visión perfecta. Otros le llaman la hora espejo, envuelta en ángeles y otras alegorías.
Soy un convencido en que no serán meses pasados al olvido. Creo firmemente en nuevos designios para todos. Los cambios se darán y la remoción va más allá de la tierra firme. Será el año de los comicios en Estados Unidos. La fecha justa para cumplir promesas y cambiar paradigmas inservibles. Se edificarán gestaciones y se construirán lápidas.
Empieza una nueva década. Eso es bastante para el costal enorme de aspiraciones mundiales. El planeta tendrá un viraje tan profundo que nos costará reconocer el pasado. Venezuela no escapará a eso y, en estos tiempos de limpieza espiritual y terrestre, será difícil entender que fuimos elegidos para una misión valiosa.
Bienvenido 2020. Lo asumo con la mochila repleta de fe. La lucha ofrecerá réditos y nuestra historia reciente no será solo moneda de cambio común. Nos sentará muy bien lo que viene. Se detendrán los asombros por la infamia nacional. Pero depende de cada uno de nosotros el darles una nueva senda a estos próximos diez años. Cambiemos la habitación del pánico por un espacio abierto para las celebraciones. Tengamos un amor versátil y amplio para compartir.
Hasta luego 2019, con tu cargamento espeluznante y con algunos puntos valiosos para recordar. Hoy de buen grado recibo al año naciente, que se arropa de buenos augurios y tiene una cuna tangible para soñar con escenarios dispuestos. Feliz 2020 para todos.
- Ex director de la Biblioteca Virtual de Maracaibo “Randa Richani”