El 19 de abril de 1810, un Jueves Santo, se reúne el Concejo Municipal de Caracas para crear una “Junta Conservadora de los Derechos de Fernando VII”, ante la invasión del ejército francés de Napoleón Bonaparte, la imposición como rey de España de su hermano José y en consecuencia asumir el gobierno de la provincia de Caracas en calidad de “regencia”, es decir, gobernar en nombre del rey que consideraban legítimo. Este proceso de crear juntas o consejos de gobierno en representación del rey depuesto se extendió por toda España, la peninsular y la americana, y se destacaron la Junta Suprema en Madrid, el Consejo de Castilla, Junta de Sevilla y las juntas de Cádiz, Bogotá, México, Montevideo, Buenos Aires, La Paz, Quito, Chuquisaca y Caracas, entre otras muchas.
Es importante recordar la crisis de la corona española venía desde hace tiempo en lo que se llama en la historia “el mal gobierno”. Carlos IV abdica el 19 de marzo de 1808 en favor de su hijo Fernando VII, quien menos de tres meses después, el 5 de mayo de 1808, devuelve la corona a su padre y este cede todos los derechos del trono a Napoleón Bonaparte emperador de Francia, quien nombra como rey de España a su hermano José, pone preso a Fernando y lo envía a una prisión en Francia, donde permanece hasta 1814.
Este período es de una gran inestabilidad en el inmenso territorio del imperio español. Los gobernantes no tenían ni las habilidades, ni los conocimientos, ni la ética, ni los equipos humanos para enfrentar lo que había sido y representado España. En particular Fernando VII era, según palabras de Arturo Pérez-Reverte en su libro “Una Historia de España: “cobarde, vil, cínico, hipócrita, rijoso, bajuno, abyecto, desleal, embustero, rencoroso y vengativo”.
La Junta Suprema de Caracas asume el gobierno de la Provincia de Venezuela de manera autónoma, aún frente a la pretensión de la Junta Superior de Cádiz de ejercer el gobierno en todas las provincias españolas, las peninsulares y las de América. Llama a las otras provincias de la Capitanía General de Venezuela, creada por Carlos III en 1777, a sumarse a estos movimientos, y se conforma un frente de siete provincias dispuestas a avanzar rápidamente en la profundización de gobiernos autonómicos, y a sacudirse de la pesada carga que significaba Fernando VII y sus ineptos funcionarios.
De esta manera el cabildo caraqueño interpreta la creciente idea de una nueva república conformada por la unión de todas las provincias de lo que era la Capitanía General de Venezuela. De allí se desprende un proceso que tiene como hitos muy importantes fechas como los eventos del mismo año en Cumaná (27 de abril); Barcelona (27 de abril); Margarita (4 de mayo); Barinas (5 de mayo); Mérida (16 de septiembre) y Trujillo (9 de octubre), cuando sus respectivos cabildos o ayuntamientos declaran a su vez la independencia de la regencia española, asumen el gobierno de sus territorios, y se suman al movimiento caraqueño que avanza hacia la convocatoria del “Supremo Primer Congreso de las Provincias de Venezuela”.
Este Congreso se instala el 2 de marzo de 1811 con representantes de las siete provincias: Caracas, Cumaná, Barinas, Margarita, Mérida, Trujillo y Barcelona. Nombra al Poder Ejecutivo, el cual quedó presidido por don Cristóbal Mendoza y lo acompañaban en el triunvirato don Juan de Escalona y Baltasar Padrón. Luego el 5 de julio se firma el Acta de la Independencia y el 21 de diciembre se aprueba la “Constitución Federal para los Estados de Venezuela”
Este proceso independentista se alarga por la llamada “reacción realista” que conduce a la guerra entre los patriotas que luchan por la nueva nación-estado, y los realistas que defienden la dependencia de España. Esa guerra se agrava cuando regresa el “Rey felón”, Fernando VII, quien persigue hasta a los que habían luchado contra la dominación francesa y a los integrantes de las “juntas”.
A las provincias americanas envía un vasto contingente militar comandando por el general Pablo Morillo, quien luego de diversas victorias encuentra una resistencia heroica que diezma sus tropas, pero no encuentra el apoyo de la Corona para renovar su ejército, por el desastre que es ese gobierno, todo lo que conduce a la elaboración y firma de los Tratados de Trujillo en 1820: el de Regularización de la Guerra y el de Armisticio. Y ya convencido de que la independencia de estas provincias es irreversible, regresa a Europa. Cuatro años más tarde, en Carabobo, se sella definitivamente el proceso independentista.
Un asunto medular a considerar en la marcha de estos acontecimientos en la presencia de vigorosos gobiernos locales, llámense ayuntamientos, cabildos, concejos municipales, intendencias y otros sinónimos. Eran corporaciones municipales de enorme valor cívico, cuyos integrantes eran personas del lugar electos por los ciudadanos con derecho a voto, no eran funcionarios designados por la Corona. Gente local importante que defendían los intereses de las personas que representaban, el pueblo, y en consecuencia asumen el proceso de independencia como una reivindicación legítima y sentida.
Allí, en los municipios se inició todo el proceso que culminó con la independencia de todos los entes territoriales que tenía España en América y la creación de los nuevas naciones-estados. Allá en la península no se avanzó en la que debió ser la transformación iniciada por la Constitución de Cádiz de 1812, por la infeliz presencia del peor rey de toda la historia española: Fernando VII.