Karley Durán./DLA.- «Segura estoy del poder de la mente como el poder de la palabra. También del poder del miedo y el poder de la fe. Todas pueden ayudarte», dijo Alejandra (nombre ficticio) mientras reflexionaba acostada en la cama y en la espera del médico que seguramente le confirmaría su duda.
Un constante dolor de cabeza, dolor muscular y algo de resfriado fueron los primeros síntomas. Tres días después el dolor de garganta, la tos y el apretón del pecho dejaban por sentado, en su mente, que era coronavirus. La dificultad para respirar y la debilidad se intensificaban.
Un gran amigo médico sin dudarlo fue a verificar su estado de salud y de manera inmediata le hizo la prueba rápida y aplicó la primera dosis de antibiótico endovenoso. Dijo: «salió negativa, pero tienes un síndrome respiratorio agudo y hay que evitar se complique».
Pruebas sensibles
Las pruebas son sensibles y aunque los especialistas pueden decir que son efectivas, siempre hay márgenes de errores. Todos los síntomas y los exámenes de laboratorio apuntaban a asociaciones del Covid. «Hay que aplicar el protocolo. Todo estará bien», replicaba el doctor.
“Cuando escuchas el nombre de la pandemia, el miedo te invade, primero por la posibilidad de que te compliques y mueras y segundo porque contagies a tus seres queridos y todo sea peor”, explicaba la paciente domiciliada.
Las celebraciones nocturnas, de amigos o desconocidos y el mal uso de las medidas preventivas son la razón de las altas estadísticas de contagio y, lo peor, de muertes, de muertes muy cercanas al núcleo familiar.
Tratamiento costoso
El virus avanza rápido si no se tiene el tratamiento correcto y el personal experto y dispuesto. O si no cuentas con los recursos económicos para costear los medicamentos que van desde antibióticos, antialérgicos hasta ivermectina, zinc, vitamina C y D, dexametasona y budesonida (más de 100 dólares). Sin hablar de los exámenes de laboratorio que varían entre 15 y 20 dólares.
«Esa sensación de no sanar y de contagiar a tus seres queridos es peor que el apretón de pecho, los dolores musculares, la falta de oxígeno o el no reconocer la sazón de tu madre o el incomparable olor de tu hijo».
«No es fácil. Se lidia con el mismo tema a cada segundo. La mente es difícil de controlar y la realidad no ayuda”. Muchas personas viven esto en silencio, en cuatro paredes de un hospital o cuatro paredes de una habitación. Algunos ganan la batalla como afortunadamente le ocurrió a Alejandra, pero otros lamentablemente la pierden.
Nos cuidamos o nos infectamos
“El virus está en todas partes, en personas que aparentan estar sanos, en áreas sensibles y de mucha concurrencia, está en el otro. Depende de nosotros si queremos o no infectarnos”, reflexiona Alejandra, quien estuvo 22 días en aislamiento y tratamiento endovenoso, quien infectó a su esposo y aún ora para que no haya consecuencias que lamentar.
@karley_ale