Alfredo Toro Hardy
Desde los inicios del proceso de integración europea, hace más de setenta años, Alemania y Francia han constituido sus motores fundamentales. El que los gobiernos de estos dos países encarnen hoy la fortaleza que intenta resguardar los valores de la Unión Europea y de la democracia liberal, frente al asedio populista, responde a una vieja tradición. Ello no significa, desde luego, que en sus propios espacios nacionales dichos gobiernos se encuentren exentos de un asedio similar. Más aún, sus respectivos líderes evidencian una trayectoria muy distinta en cuanto al ascenso del populismo europeo. Emmanuel Macron es una figura nueva, que intenta reconfigurar las estructuras tradicionales de Francia y de la Unión Europea para garantizar su supervivencia. Por el contrario, a pesar de sus convicciones, pero en función de sus acciones, Angela Merkel ha tenido inmensa responsabilidad en el emerger populista europeo.
Mientras en su limitada trayectoria Macron logró cortar de cuajo la cruzada hacia la presidencia de los populistas, Merkel se presenta como factor de incubación por excelencia del resentimiento antisistema en Europa. Este último papel lo jugó por caminos diversos pero convergentes. A través de su imposición de políticas de austeridad draconianas a los países endeudados del Sur de Europa. Por vía de su insistencia en políticas de austeridad que mantuviesen bajo control los déficit fiscales europeos, aún frente a la evidencia de sus altos costos sociales. Mediante su intento de imposición de un sistema obligatorio de cuotas de recepción de inmigrantes a los países de la Unión. Por intermedio de políticas domésticas que estimulaban nuevos flujos migratorios hacia Europa. Buen ejemplo de esto último se puso en evidencia en agosto de 2015, cuando declaró que su país estaba listo a abrir las puertas a cientos de miles de inmigrantes adicionales, luego de haber recibido a más de un millón de desplazados de Siria y del Medio Oriente en los dos años precedentes.
En definitiva, mientras el limitado expediente Macron evidencia un claro intento por frenar la expansión populista, el abultado expediente Merkel ha sido nutriente fundamental de esa expansión. Frente a ello, de poco valen las convicciones antipopulistas que la canciller alemana pueda albergar. A su cuenta debe cargarse el emerger de partidos populistas como Podemos, Cinco Estrellas, Syriza, Fidesz y tantos otros. Más aún, en su propio país es directamente responsable de que el partido Alternativa para Alemania haya obtenido 92 escaños en el Parlamento Federal, siendo la primera agrupación política de extrema derecha en lograr tal hazaña desde los tiempos del nacional socialismo. En las elecciones de septiembre de 2017, Alternativa para Alemania no solo se constituyó en la primera fuerza de oposición, sino que llevó a la Democracia Cristiana a su peor resultado electoral desde 1949 y a los Social Demócratas a su mayor derrota en un siglo. Las dos últimas elecciones regionales han confirmado esta tendencia al fortalecimiento del populismo antisistema y al debilitamiento creciente de los dos grandes partidos tradicionales.
Hace algunos meses, Angela Merkel parecía dispuesta a la contrición y la enmienda. De acuerdo a Brookings Institution: “La canciller alemana Angela Merkel ha abandonado su largo silencio en relación a las propuestas de reforma europea hechas por el presidente Emanuel Macron… La canciller extiende así su mano no solo a Francia, sino al Sur de Europa agobiado por problemas económicos… La actitud de Merkel representa una disculpa implícita a la intransigencia de sus políticas económicas… La señora Merkel acepta que la economía más rica de Europa, la alemana, debe contribuir más que las otras… La señora Merkel acepta que su insistencia por imponer cuotas de inmigración al resto de los miembros fue un error. Por el contrario, busca ahora estándares comunes de asilo, con el establecimiento de una frontera europea real… Su nuevo tono es claramente conciliador” (Constanze Stelzenmüller, “Germany’s Chancellor offers a unifying economic plan to mollify a divided Europe”, Brookings, June 6, 2018).
Sin embargo, luego de los vapuleos sufridos por la Democracia Cristiana en las dos últimas contiendas electorales regionales, Merkel tira la toalla. Su anuncio de no competir nuevamente por el control interno de su partido y de retirarse de la política al finalizar su actual mandato, señala el ocaso de su carrera y sienta las bases para una salida del cargo anticipada. Por más que sus políticas fuesen responsables de muchos de los desajustes que hoy vive Europa, la estatura casi mítica de la canciller apuntalaba a la Unión Europea. Hasta la aparición de un relevo alemán, Macron se proyecta como el nuevo timonel del proyecto unitario europeo. Pero con su popularidad doméstica y sus ambiciosos planes de reforma europea en caídas libres, Macron no pareciera estar en capacidad de cumplir ese papel. Para los populistas, como bien lo está demostrando Roma, es la hora del desafío.