El humano evolucionó como una especie social y eso ocasionó que las personas sean hipersensibles a lo que otras piensen sobre ellas y también ocasionó que las personas traten de plegarse a las normas sociales de su grupo.
El notable divulgador científico estadounidense Michael Shermer (nac. 1954) describe un experimento que se hizo en el año 2010, en el cual a una persona se le solicitaba que llenara una planilla para participar en un show de T.V. En realidad esa persona iba a ser estudiada en un experimento pero ella no lo sabía. Se le dijo que entrara en una sala donde había muchas otras personas que también estaban llenando esa planilla, pero conocían el objetivo del experimento y estaban de acuerdo con el investigador para jugar su papel. Entonces la sala comenzó a llenarse de humo pero todas las personas que conocían el experimento siguieron llenando su planilla tranquilamente aparentando que no se daban cuenta de la humareda. La persona que estaba siendo investigada sentía el asfixiante humo que obviamente podía ser causado por un peligroso incendio, pero como todas las otras personas seguían con su actividad como si todo estuviera normal, entonces ella también siguió con su actividad sin alarmarse por el humo. Lo mismo sucedió con otros participantes que fueron investigados (1).
La tendencia del humano a plegarse al grupo fue muy estudiada en los años 1950 por el psicólogo judío Solomon Asch (1907-1996) nacido en Polonia pero de nacionalidad estadounidense. En un estudio muy conocido, Asch mostraba a 8 personas dos cuadros uno al lado del otro. En el primer cuadro había una raya y en el otro cuadro había 3 rayas, una de las cuales de manera muy evidente tenía la misma longitud que la del primer cuadro mientras las otras dos rayas tenían longitudes muy diferentes. Entonces se solicitaba a las 8 personas que dijeran cuál de las rayas en el segundo cuadro tenía la misma longitud que la del primer cuadro. Las primeras 7 personas estaban de acuerdo con Asch y de manera intencional coincidían en dar la misma respuesta equivocada escogiendo una misma raya que evidentemente tenía una longitud diferente. Solomon repitió el experimento con distintas personas y encontró que en un 70 % de los casos las personas investigadas respondían igual que las primeras 7 personas aunque obviamente la respuesta era equivocada. Es decir, se plegaban al grupo para no desentonar.
Posteriormente el neurocientífico estadounidense Gregory Berns repitió los estudios de Solomon Asch pero con la añadidura de analizar el cerebro de las personas con técnicas de resonancia magnética. Encontró que cuando las personas respondían equivocadamente para plegarse al grupo, se activaban las zonas de la corteza cerebral relacionadas con la visión y la conciencia espacial, pero cuando respondían acertadamente (discrepando del grupo) entonces se activaban zonas como la amígdala derecha y el núcleo caudado derecho, es decir, áreas asociadas con emociones negativas. Dicho en otras palabras, el humano se siente mejor cuando se pliega al grupo y cuando discrepa paga un precio en el sentido emocional (2). Quizás por eso muchas personas se pliegan a las normas sociales aunque no crean en tales normas. No obstante, resulta muy obvio que toda persona debe esforzarse por superar esa tendencia y expresar con sinceridad y autenticidad lo que le dicen sus propios sentidos sobre la realidad que está viviendo.
NOTAS : (1) Pag. 297 en Michael Shermer (2015) ‘The Moral Arc. How Science and Reason Lead Humanity Toward Truth, Justice, and Freedom’. Henry Holt and Co. (2) Pag. 325 en Michael Shermer, Ibid.
Ernesto Rodríguez (ernestorodri49@gmail.com)