Por: Pastor Heydra
Margarita: Es hoy la perla desgarrada del Caribe. La titulación no es caprichosa, es la lamentable realidad, es el día a día que vivimos en pleno siglo XXI, desde lo que fue la Nueva Esparta de 1960 con la llegada de los ferris traídos por empresarios margariteños; la del acueducto submarino ordenado por Rómulo Betancourt. La zona Franca de Rafael Caldera.1966. Y en la década de los 70, en el gobierno de CAP con el petróleo a 8,35 U$/b, el Puerto Libre.1975; la electricidad, (antes llegaba por pequeñas instalaciones distribuidas en los pueblos); el cable eléctrico y la Planta Luis Cáceres de Arismendi 1975-76. Una moderna red vial y el aeropuerto internacional del Caribe.1975. Factores claves que coadyuvaron a un gran desarrollo social y económico, hecho posible por la pujanza y el esfuerzo conjunto del sector público y privado, que la convirtieron en el polo más sobresaliente del turismo nacional.
Actualmente somos una suma de pueblos fantasmas, como “Las casas muertas” de Miguel Otero Silva.1955. Así estamos, como el país, víctimas de una pandemia política que llegó a estas costas en la forma de una lóbrega decadencia paulatina de 20 años, copiada del retrogrado caudillismo del siglo XIX.
Jugando a la cábala, no sé si será una suerte de sino, pues en otra época de gran bonanza como fue a comienzos del S. XVI, luego del tercer viaje de Colón.1498. En la isla de Cubagua hacia 1500, se inició la explotación de los bancos perlíferos. Hubo tanto auge y bienestar que mediante cédula real Carlos V en 1528 creó la primera ciudad de Venezuela: Nueva Cádiz. Estos no soportaron su utilización desmedida y cuando comenzó su agotamiento, desde 1831 en adelante, se inició el éxodo ibérico hacia el Cabo de la Vela (Colombia) donde los españoles fundaron Riohacha. Dejándonos su tradición cultural, musical y gastronómica, el contrabando como forma de trueque y la drástica reducción de la mano de obra traída de África, que no soportó los rigores del buceo. Hasta que en 1541 un fenómeno natural, un maremoto, arrasó con esa Villa, teniendo que marcharse los sobrevivientes a la vecina isla de Margarita, que pasó a ser “la isla blanca” del Caribe, poblada fundamentalmente por guaiqueríes y mestizos.
El capitán del fantasmagórico buque “Perla Negra” Jack Sparrow, interpretado por Johnny Deep en la saga” Piratas del Caribe” nunca se asentó en estas ínsulas, donde estuvieron de paso filibusteros ingleses, franceses y holandeses, pero los corsarios del nuevo milenio sí. Y están deshaciendo aceleradamente todo lo mejor del S.XX, desde 1999, dejando una estela de insólita destrucción, comparable a la del mítico paso de Atila, “el azote de Dios”, caudillo de los Hunos, desde la Europa central al Mar negro, montado en su caballo Othar.
Actualmente el gobierno regional no lo ejerce el gobernador electo por el pueblo. Hay uno paralelo, Dante Rivas, nombrado desde el Palacio de Miraflores con el rimbombante título de “Protector”, una suerte de Procónsul romano que manda en forma absoluta con el ejército, la policía, la justicia y la administración en sus manos.
Dante Rivas, hasta hace poco Ministro de pesca, sin conocer la diferencia entre una palometa, un jurel, una picúa, o un bagre. Ganó su fama a su paso por la DIEX donde fue vendido como un gran gerente, cuando en realidad fue un estupendo y servicial agente de los intereses cubanos a los que les entregó el manejo de la data y de la administración de todo lo referente a la identificación y a la extranjería del país.
Con esos méritos pasó el infierno y en el trasmundo del purgatorio purifica sus pecados metido a gourmet con un restaurant de lujo instalado en Playa Parguito, infringiendo las leyes del ambiente, tomando el nombre de la narración del florentino Dante Alighieri del siglo XIV “La Divina Comedia”, donde espera su arribo al paraíso “boliburges”.
Hoy nuestro” Agente”, asesorado por la FANB y por el gobierno central no sabe qué hacer con el Coravid-19 y sus efectos colaterales. Con la carencia de gasolina, gas y liquidez monetaria; con la falta de transporte público, pero sobre todo de agua y de electricidad; con el desabastecimiento, potenciado con el hambre y la desesperanza que comienzan a campear en una región que siempre vivió de su trabajo, inclusive en los años 30, los del éxodo a las tierras petrolíferas de Zulia, Falcón y Anzoátegui.
¡A dónde vamos? No hay ferris, ni líneas aéreas, el parque automotor está paralizado. Hay alcabalas militares que impiden el paso de un municipio a otro. Y no se ve salida posible. La gasolina iraní será un fuego fatuo, como el que se daba en los solares de las casas margariteñas por los restos del pescado. O será que el espíritu del Tirano Aguirre al no encontrar reposo en el más allá, según dicen los pobladores de la playa que lleva su apodo, aún galopa por sus orillas lanzando bolas de fuego, en una suerte de burla, lo que significó para los mortales de esa época que el alma de Lope de Aguirre sigue con vida. ¿Un símbolo de lo infernal? ¿Un distintivo del desgarro vil de nuestra perla del Caribe ocurrido en tan solo dos décadas de laberínticas y oscuras quimeras?