En una historieta del extraordinario humorista gráfico argentino Joaquín Salvador Lavado (1932-2020), más conocido con el pseudónimo de ‘Quino’, el personaje Mafalda conversa con Manolito que está viendo un recorte de periódico, y Mafalda le pregunta: “¿Qué es ese recorte de diario Manolito?” y Manolito le responde: “La cotización del mercado de valores”. Entonces Mafalda le pregunta: “¿De valores morales? ¿Espirituales? ¿Artísticos? ¿Humanos?” y Manolito le responde: “No, No, de los que sirven” (1).
Esa historieta ilustra de manera dramática lo que está sucediendo en nuestro país con muchos jóvenes (y los no tan jóvenes), porque la situación obliga a desarrollar una mentalidad como la de Manolito.
En efecto, muchos jóvenes se ven obligados a trabajar para contribuir con el sustento de su familia, y cada vez estudiar adquiere menos importancia, ya que los profesionales de la docencia en todos los niveles perciben una remuneración tan irrisoria que ni siquiera permite sobrevivir. La triste realidad es que las personas de todas las edades se ven obligadas a pensar continuamente en el dinero…¡Vivimos el imperio del dólar!!!…¡Toda nuestra vida ahora gira en torno al dólar!!!.
Por otro lado, una persona puede tener una filosofía ante la vida sin saber que la tiene, y así está sucediendo con muchas personas que tienen una ética del ‘pragmatismo’ en sus vidas. En el pragmatismo existe el concepto de la verdad como ‘utilidad’. Por ejemplo el filósofo estadounidense William James (1842-1910), en su obra: ‘Pragmatismo’ (1907) dice: “Lo “verdadero” consiste simplemente en lo que es ventajoso para nuestro pensamiento, al igual que “lo justo” consiste únicamente en lo que es ventajoso para nuestra conducta” (Cap. 6)…No hace falta decir que con esta concepción de la ‘verdad’ cualquiera puede ‘construir una verdad subjetiva’ de acuerdo a lo que le ‘convenga creer’, aunque sea una grandísima falsedad desde un punto de vista objetivo, y cuando el pragmatismo va unido a una carencia de escrúpulos éticos, con una gran facilidad se puede incurrir en hacer lo que más ‘convenga hacer para obtener beneficios’ aunque sea poco ético.
Por otra parte, muchísimos ciudadanos, sobre todo los jóvenes, ahora viven hipnotizados con el teléfono móvil celular y el internet ‘chateando’ y con juegos de video. Pero hay evidencias de que el internet está causando mentes superficiales. En fecha 13 de marzo de 2021 publiqué en este diario un extenso artículo titulado ‘El Internet Puede Causar Mentes Superficiales’. En ese artículo referí en detalle la importante obra del escritor estadounidense Nicholas Carr (nac. 1959) titulada ‘Los Superficiales. Lo que el internet está haciendo a nuestro cerebro’, publicada en 2011. También vimos que en el año 2021 Nicholas Carr en una entrevista declaró: “Por desgracia mis predicciones sobre internet se han cumplido y son incluso peores de lo que se esperaba (,,,) Nos estamos volviendo menos inteligentes, más cerrados de mente e intelectualmente limitados por la tecnología” (BBC News Mundo, 4 de febrero de 2021).
Entonces resulta muy evidente que hay que valorar y utilizar las potencialidades del internet en términos de acceder a la buena información de todo tipo (cultural, política, etc.), pero desechar los aspectos negativos como los juegos de video, etc.
El asunto es muy grave porque desde los antiguos griegos ya se planteaba la importancia de reflexionar y desarrollar el intelecto. En efecto, el gran filósofo griego Platón (427-347 A. de C.) en su obra: ‘Apología’ presenta a Sócrates (469-399 A. de C.) diciendo: “La vida no examinada no es digna de ser vivida” (sección 38 A). Asimismo, el gran filósofo griego Aristóteles (384-322 A. de C.) comienza su obra: ‘Metafísica’ diciendo: “Todos los hombres por naturaleza desean conocer” (Libro I, I, 980a).
Recordemos algunas citas sobre la importancia de la cultura universal. El gran filósofo francés René Descartes (1596-1650) en su obra: ‘El Discurso del Método’ (1637) dice: “La lectura de buenos libros es como una conversación con los mejores hombres de siglos pasados” (Parte I). Recordemos también al gran escritor ruso Fedor Dostoievski (1821-1881) que en su importante novela: ‘Los Hermanos Karamazov’ (1879-1880) presenta a Aliosha Karamazov, que es muy espiritual, dialogando con Mijail Rakitin sobre su hermano Iván Karamazov, que es un intelectual ateo y reflexiona mucho sobre cuestiones filosóficas. Rakitin insinúa que quizás Iván quiere obtener dinero, pero Aliosha le responde: “Tú no estimas a Iván. Iván no tiene sed de dinero (…) Iván mira más alto. No se dejaría seducir ni por miles de rublos (…) Él es uno de esos que no quieren millones sino una respuesta a sus preguntas” (Parte I, Libro II, Cap. 7). En la época actual cuando hay tanta corrupción, esto que plantea Dostoievski adquiere una gran pertinencia.
Por otra parte, leer obras es muy importante porque las investigaciones científicas evidencian que la inteligencia de una persona y su riqueza de vocabulario manifiestan una correlación de un 80 % (2). Es decir, cuanto más rico sea el vocabulario de una persona, más capacidad tendrá para analizar la realidad y expresar sus ideas.
Asimismo hay evidencias de que leer puede tener implicaciones para el mejoramiento moral de un joven. En el año 2013 los psicólogos David Comer Kidd y Emanuele Castano publicaron en la revista ‘Science’ resultados de estudios sobre la relación causal entre leer ficción literaria de gran calidad y la capacidad de asumir la perspectiva de otros. Encontraron que las personas que habían leído ese tipo de obras tenían una capacidad significativamente mayor para detectar las emociones de otras personas y para interpretar lo que otras personas estaban pensando. Esto tiene evidentes implicaciones para el mejoramiento moral, porque uno de los requisitos para que una persona tenga un buen comportamiento, es que sea capaz de ponerse siempre en el lugar de otras personas que puedan resultar beneficiadas o perjudicadas por sus acciones (3).
También podemos recordar al filósofo inglés John Stuart Mill (1806-1873), y su ensayo: ‘Utilitarismo’ (1861) donde dice: “ningún ser humano inteligente consentiría en ser un loco, ninguna persona instruida, en ser ignorante, ninguna persona con sentimientos y conciencia en ser egoísta e infame (…) Un ser de facultades más elevadas necesita más para ser feliz ; probablemente es capaz de sufrir más agudamente ; y, con toda seguridad, ofrece más puntos de acceso al sufrimiento que uno de tipo inferior ; pero a pesar de estas desventajas, nunca puede desear verdaderamente hundirse en lo que él considera un grado inferior de la existencia (…) Es mejor ser Sócrates insatisfecho, que un tonto satisfecho” (Cap. 2).
Otro autor que ha descrito muy bien este punto ha sido el gran escritor francés Voltaire (1694-1778) en su famosa narración: ‘Historia de un buen Brahmin’ (1759). Voltaire analiza el dilema: ¿Qué es preferible entre tener conciencia, cultura y sufrir…o ser un inconsciente, ignorante y feliz?. Voltaire lo narra en primera persona y cuenta que en uno de sus viajes encontró en la India a un viejo Brahmín que tenía sabiduría. Cerca de su casa, vivía una anciana muy devota, pobre e ignorante. Un día el Brahmín le dijo a Voltaire: “Quisiera no haber nacido (…) Estudio desde hace cuarenta años y son cuarenta años perdidos (…) A punto estoy a veces de caer en la desesperación, cuando pienso que después de mis investigaciones no sé ni de dónde vengo, ni lo que soy, ni adónde voy, ni lo que será de mí”. Voltaire comprendió que el Brahmín vivía atormentado por las interrogantes que se hacía en su vida y cuantas más luces había en su entendimiento, más sensibilidad había en su corazón y más desdichado era. Entonces Voltaire vio a la anciana vecina y le preguntó si alguna vez había sentido curiosidad por plantearse esas interrogantes, pero dice Voltaire que ella: “Ni siquiera comprendió la pregunta; no había reflexionado ni un solo momento de su vida sobre cualquiera de los puntos que atormentaban al Brahmín; creía de todo corazón en la metamorfosis de Visnú y con tal de tener algunas veces agua del Río Ganges para lavarse, ya se creía la más dichosa de las mujeres”.
Entonces Voltaire, admirado de la felicidad de aquella anciana, buscó al Brahmín y le dijo: “¿No os avergüenza sentiros desgraciado, mientras a vuestra puerta vive una vieja autómata, que no piensa en nada y vive feliz?”. El Brahmín le respondió a Voltaire: “Tenéis razón (…) Cien veces me he dicho que sería dichoso si fuera tan estúpido como mi vecina y, sin embargo, no quisiera esa felicidad”. Ante esa respuesta Voltaire reflexionó y se dio cuenta de que él: “tampoco hubiera querido ser dichoso a costa de ser imbécil”.
Recordemos también al gran escritor cubano José Martí (1853-1895) cuando dijo: “La madre del decoro, la savia de la libertad, el mantenimiento de la República y el remedio de sus vicios, es, sobre todo lo demás, la propagación de la cultura” (4).
Simón Bolívar (1783-1830) también concedía una gran importancia a la cultura de una población. Dominaba los clásicos griegos y romanos y las obras de la Ilustración europea. Si usted va a la casa natal del Libertador en Caracas puede ver el ejemplar original de las ‘Vidas Paralelas’ del escritor griego Plutarco (50-120) traducida al francés que él leyó. Bolívar era muy severo al juzgar la ignorancia de un pueblo y siempre debemos recordar sus frases: “La esclavitud es hija de las tinieblas, un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción” (Congreso Angostura, 15/02/1819). También: “Un hombre sin estudios es un ser incompleto. La instrucción es la felicidad de la vida; y el ignorante que siempre está próximo a revolcarse en el lodo de la corrupción, se precipita luego infaliblemente en las tinieblas de la servidumbre” (A María Antonia Bolívar, abril 1825).También debemos recordar a Simón Rodríguez (1771-1854) cuando dijo en 1828: “Al que no sabe, cualquiera lo engaña”.
En nuestro país hemos tenido autores que atribuyeron una gran importancia a la formación cultural de un pueblo. Por citar un solo ejemplo, el intelectual Arturo Uslar Pietri (1906-2001) en el año 1996 cumplió 90 años y le hicieron homenajes y reconocimientos. En una de sus entrevistas dijo, palabras más o palabras menos: “¿Puede un hombre ser completo sin haber leído a Montaigne?”. No puedo dar la cita con precisión pero aseguro que esa fue una de las cosas que dijo. Se refería al autor francés Michel de Montaigne (1533-1592) autor de los famosos ‘Ensayos’ (1580-1588).
Nunca he estado de acuerdo con ese planteamiento tan tajante de Uslar Pietri, porque hay personas que nunca han tenido acceso a las obras de la cultura universal y sin embargo tienen una gran calidad humana. Por el contrario, hay personas cultas que son malévolas. No obstante, la parte de verdad en lo que dijo Uslar Pietri es la siguiente: Cuanto más se ilustre una persona con obras clásicas de la cultura universal, más probable será que se haga más sabia y mejor en sus valores humanos. Uslar Pietri hace décadas tenía un programa de T.V. titulado ‘Valores Humanos’ sumamente didáctico. También criticaba la pobreza del lenguaje de la población y las malas palabras. En su ensayo: ‘La lengua sucia’ (1955) dice: “La palabrota que ensucia la lengua termina por ensuciar el espíritu. Quien habla como un patán, terminará por pensar como un patán. Hay una estrecha e indisoluble relación entre la palabra y el pensamiento y la acción. No se puede pensar limpiamente ni ejecutar con honradez, lo que se expresa en los peores términos soeces. Es la palabra lo que crea el clima del pensamiento y las condiciones de la acción”.
Sobre la importancia de leer a los clásicos, es pertinente recordar al gran escritor francés Gustave Flaubert (1821-1880), que en una carta a su amiga Louise Colet escribió: “Cuando leo a Shakespeare, me hago más grande, más sabio, más puro” (5).
Por otra parte, después del siglo XIX vino la especialización en la educación. En el año 1959 Charles P. Snow (1905-1980), novelista y físico inglés, publicó: ‘Las Dos Culturas’ para referirse a la división entre una cultura científica y una cultura humanística y literaria. Esa división persiste en todo el mundo y ha sido nefasta porque un profesional de las humanidades, por lo general ignora los avances científicos, y viceversa, un profesional de las ciencias ignora la filosofía y demás ramas del campo humanístico. En realidad, lo deseable sería una fusión en una sola cultura integradora científico-humanística. Con la especialización de la educación vino la fragmentación del ser humano. De ahí el caso del profesional que solamente sabe sobre su especialidad de conocimiento, pero en todas las demás áreas del conocimiento es un ignorante craso. Literalmente puede ser un semi-analfabeta con un título académico. Por supuesto, lo ideal es un hombre multidimensional con amplios intereses en todas las ramas del saber. Con el desarrollo del conocimiento es imposible ser versado en todo, pero sí es posible tener conocimientos generales sobre múltiples temas. Por ejemplo, Isaac Asimov (1920-1992) y Jacob Bronowski (1908-1974) son dos ejemplos de erudición universal dignos de citar.
En el caso de nuestro país, la abrumadora mayoría de la población nunca lee libros, porque simplemente las librerías y los periódicos desaparecieron, y la población solamente está angustiada por sobrevivir y la mayor parte del tiempo la dedican al teléfono móvil celular. Los jóvenes no tienen ni el más mínimo interés en conocer la cultura universal y muchos solamente desarrollan una mentalidad habilidosa para hacer negocios. Por supuesto, eso no es culpa de ellos, porque es bien conocido que las circunstancias de la crianza del ser humano inciden en el desarrollo de su personalidad. Actualmente en las redes sociales ya se advierte que un sector grande de la población cuando escribe incurre en ‘horrores’ ortográficos, de redacción, sintaxis, cacofonías, etc. Dicho en otras palabras, nuestra población se encamina a ser una población de ‘Manolitos’ con el agravante de que son casi ‘analfabetas’.
NOTAS: (1) Pag. 44 en Milagros Arizmendi 1975) ‘El Comic’. Editorial Planeta (2) Pag. 372 en Geoffrey F. Miller (2000) ‘The Mating Mind’. Doubleday (3) Pags. 28-30 en Michael Shermer (2015) ‘The Moral Arc. How science and reason lead humanity toward truth, justice and freedom’. Henry Holt and Company (4) ‘La República’, Honduras, 12 de agosto 1886. ‘Carta de Nueva York’, nota al final sobre Samuel Tilden (5) Pag. 9 en Michael K. Kellog (2012) ‘The Greek Search for Wisdom’. Prometheus Books.
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