Pbro. Leonardo León*
El Chama se desborda en El Vigía. El río Mucujepe y Guayabones bajan encrespados. El Tigre ruge y se sale en obispo Ramos de Lora junto con Caño Moro.
El río Tucaní y El Tesoro de Caracciolo Parra y Olmedo toman la panamericana y arrasa con todo. En Tulio Febres Cordero, el Chirurí se lleva puentes, carros, casas.
El Torondoy hace estragos y amenaza la zona baja. El río San Pedro cambia su cauce y deja incomunicada a Santa Apolonia. Julio César Salas se mantenía al margen observando con inquietud río Pocó y Caño Arenoso y ahora nos sorprende dejándonos colapsado el paso troncal 001.
El estado Mérida se viene abajo, Guzmán corre, da reportes, recibe instrucciones de maduro y da naranja a toda la entidad.
Esta es la situación que vivimos los merideños en toda la zona panamericana, sin mencionar ni olvidar a nuestros hermanos del sur del lago, el cual esperan todo lo que baja de estos poderosos ríos.
Hoy hacer un recorrido desde la capital del estado Mérida hasta el portal de Arapuey, se ha convertido en un viaje lleno de dolor, tristeza y sobre todo nos hacen ver como los caños y ríos se hacen sentir.
No tengo ninguna explicación lógica, toda la vida me he sentido hipnotizado por los ríos bravos, cuando retoman su voz y muestran su poder. Omnipotentes, invencibles. Dejan de ser parte del paisaje para adueñarse del paisaje y no dejarse manosear. Estos ríos, quebradas que nacen en los páramos casi inasequibles, pequeños, tímidos, gestados por gotica a gotica de agua muchas veces acumulados bajo el musgo, inocentes, generadores de vida y catástrofes aún sin saberlo.
Sin duda alguna no habría nada en el planeta sin ellos. Ellos mismos condenados a morir en el lago para volver a reciclarse en nubes y bajar de nuevo a alimentar la tierra. No caemos en cuenta muchas veces de este prodigio. Todos dependemos de ellos. Árboles, animales, el mismo lago. Los irrespetamos, los desviamos de sus cursos naturales, los represamos, construimos en sus márgenes, los llenamos de residuos y hoy trágicamente sus aguas han sido portadores de cadáveres.
Por un instante pienso. Si hablarán qué nos dirían, tienen toda una historia de recorridos, o a lo mejor sí hablan, pero no sabemos escucharlos, hasta que enfurecidos arrasan lo que encuentran en el camino y mucho más, poniéndonos en nuestro sitio porque nos hemos convertido en depredadores frágiles y destructivos que nos creemos los reyes de la creación, venidos a más, con ideas perversas, destruyendo a conciencia y para su propia conveniencia lo sagrado.
Sin embargo, ellos, los «inferiores» ganarán ríos, mares, lagos, árboles, fauna y flora sobrevivirán y los humanos desapareceremos envueltos en plásticos, chatarras retorcidas, bloques, piedras, ahogados en nuestro propio veneno. Los billetes amos del hambre o la riqueza se pudrirán empapados de agua.
Las tragedias humanas en este tiempo de lluvias son el resultado de la depredación, violación, falta de canalización, limpieza, mantenimiento y un sin fin de cosas que ya sabemos de quien es la responsabilidad. Lo cierto es que la naturaleza recupera lo suyo.
¿Cuándo vamos aprender?
¿Cuándo vamos a escuchar?
¿Cuándo realmente nos van ayudar?
@p.leoleon