Cuando la situación está al borde de un precipicio o al final de una etapa de la vida y de su historia, la sabiduría popular trata de explicárselo con una frase, que en este caso resulta una interrogante: ¿Llegamos al llegadero?
El anuncio de Nicolás Maduro, acusando al gobierno de Colombia presidido por Iván Duque, de utilizar la re movilización de disidentes de la disuelta guerrilla de las FARC en una «maniobra» para «empezar un conflicto militar» entre ambos países y la resolución de la OEA que, mayoritariamente esta semana, favorecerá la propuesta de Juan Guaidó, hecha de través de su embajador Gustavo Tarre Briceño, de activar los mecanismos del TIAR le ponen otro coloreado a las cosas que, de castaño claro están pasando a marrón oscuro, a lo que se añade el reforzamiento de la opinión de la alta comisionada de DD.HH de la ONU, Michelle Bachelet, sobre la violación de los derechos humanos en Venezuela y la cancelación, por ahora, de todo diálogo o negociación como la promovida por el reino de Noruega.
En este panorama como bien lo señaló José Félix Oleta en entrevista a Nelson Rivero en El Nacional, nuestro país necesita con urgencia reconstruirse y a la vez requiere de cambios muy profundos, estructurales. La destrucción de la institucionalidad democrática fue desde el primer momento un objetivo del régimen de Hugo Chávez Frías, acorde con su concepción totalitaria del poder. Él y luego Maduro, avanzaron demoliendo la independencia y autonomía de los poderes públicos, del sistema judicial, de los sindicatos y gremios, de las organizaciones no gubernamentales, de los más diversos grupos humanos, que existían antes de 1998; progresivamente fueron restringiendo la libertad de información, opinión y expresión, rasgos de un sistema democrático, cuya existencia y funcionamiento, constituirían un obstáculo insalvable para imponer un régimen o sistema que por su autoritarismo o despotismo sería rechazado claramente por una porción mayoritaria de la sociedad.
El abandono de las obligaciones del Estado de garantizar y proveer las condiciones para el desarrollo de la sociedad, de oportunidades, empleo digno y de servicios públicos de calidad, especificó Oleta. ha corrido a la par de la destrucción de las instituciones, la dislocación social y la ruptura de las reglas de convivencia. A lo cual se añade el nivel de destrucción institucional, provocado por el régimen de Maduro, que Venezuela transita aceleradamente hacia un estado fallido que afecta gravemente todos los órdenes de la vida de los ciudadanos y nos ha conducido a una emergencia humanitaria compleja.
En este cuadro todo parece indicar que en realidad estamos llegando al llegadero. Maduro decretó la alerta naranja y anunció la realización de ejercicios bélicos en la frontera occidental, acusando a la oposición venezolana de promover “la intervención militar” desde Colombia. A lo que le ripostó el general colombiano Luis Fernando Navarro al afirmar que las FARC se están “reagrupando en Venezuela y planean ataques”. Mientras Juan Guaidó señaló que se está permitiendo “la operación de grupos irregulares en territorio venezolano”.
En estos días que se ven muy tumultuosos pueden pasar muchas cosas. Nada de extraña tendría la profundización de la represión y la persecución policial y judicial de dirigentes opositores, así como la asunción de medidas contempladas en el TIAR por parte de la mayoría de los gobiernos representados en la OEA. El TIAR está conformado por Argentina, Brasil, Bahamas, Chile, Colombia, Costa Rica, Estados Unidos, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Trinidad y Tobago y Uruguay.
A última hora se supo del despido del súper halcón John Bolton del equipo de seguridad de Donald Trump ¿Cómo se puede interpretar esa jugada de la Casa Blanca?
Cosas veredes, Sancho.