“Nosotros hemos ofrecido a la codicia del mundo nuestro petróleo, nuestro hierro, nuestro oro, nuestros diamantes, nuestra extraordinaria capacidad para comprar todo lo que salga de los países industrializados y, lo que es peor, nuestra ingenuidad ante el aventurero que hoy se inmiscuye arteramente en los propios negocios de la política y en la misma suerte de Venezuela”. Este signo fatuo de la crisis de lo venezolano, denunciado con precisión por Mario Briceño-Iragorry en su ensayo levantisco y profundo, “Mensaje sin destino”, pervive en la cultura política dominante, la entrega por pedazos de nuestro territorio, de nuestra capacidad de soberanía y de nuestro espíritu. Seguimos cambiando territorio y conciencia por espejitos, la sanguijuela de la codicia inaugurada en esta parte del mundo por la multinacional de los Welsares en 1528 para apropiarse de la provincia de Venezuela.
Hemos atado nuestras manos pensadoras y hacedoras a la dependencia mental, esa que el mismo Andrés Bello ya acusaba después de 1810. Siempre hay un habitante de la Casa Welser globalizada, con la “buena intención” de salvarnos y “capitular” sobre nuestro territorio. “Ellos quieren la dependencia” y desarrollan a lo largo de los años técnicas de división de todo tipo para evitar la soberanía nacional y dislocar, desorientar y entretener a los pueblos en guerras intestinas que materializan la exigencia para que venga el salvador a salvarnos. Ya en 1902, la burguesía caraqueña escribe al embajador de los EEUU, el Elliot Abrams del momento, para que intervenga en resguardo de sus intereses. “Mr. Herbert Bowen y Mr. Elliot Abrams son la misma persona en el tiempo, de verdad no cambian, parecen gemelos” escribo en un libro que viene en camino (VII breves ensayos al pie de la letra).
“Nosotros queremos la independencia”, es la esencia de esta cultura emergente para soltar las manos y la mente. “Ellos quieren la dependencia, nosotros la independencia”, así logra Simón B. la síntesis del verdadero conflicto. Los Welsares de ayer y de hoy no son los dueños de la suerte de Venezuela, por lo menos trabajemos en el desafío de la cultura de la independencia. Acá vuelvo a tomar la palabra con la mudanza del encanto, espero nos acompañemos en esta interesante travesía. Está en juego la disolución de la república, creo es la estratagema realista e imperial de la segunda reconquista de América con nuevos procedimientos. Hay mucha tela que cortar, nos seguimos viendo.