La abrumadora mayoría de las personas anhela tener una vida sin percances ni sufrimientos. Pero ese anhelo nunca es satisfecho en la realidad, porque ineludiblemente en la vida hay que confrontar contratiempos y problemas de todo tipo. La cruda verdad es que la vida de todas las personas frecuentemente consiste en una serie de esfuerzos y sacrificios. En tal sentido, una concepción digna de analizar sobre lo que es la ‘felicidad humana’, es la que planteó el pensador alemán Karl Marx (1818-1883). El 1 de Abril de 1865 Antoinette Philips le pidió a Marx que respondiera un cuestionario y una de las preguntas era: “¿Su idea de la felicidad?”, a la que Marx respondió: “La lucha”. Ante la pregunta: “¿Su idea de la desgracia?”, respondió: “La sumisión”.
Probablemente Marx dio esas respuestas pensando principalmente en la actividad social y política. Pero indudablemente sus respuestas podrían tener un alcance mucho mayor, ya que atañen a todas las facetas de la existencia humana. En efecto, podríamos pensar que para Marx la felicidad consiste en enfrentar todas las dificultades con energía, vitalidad, decisión y optimismo. Quizás por eso consideraba que la desgracia estriba en permanecer sumiso y pasivo.
No obstante, afrontar los problemas puede causar sufrimiento, y en tal sentido es interesante recordar otra apreciación de Marx expresada en el Tercer Manuscrito de sus “Manuscritos Económico-Filosóficos” (1844) que vamos a citar textualmente : “Porque el sufrimiento humanamente concebido, es un disfrute del yo para el hombre”.
Esta enigmática aseveración de Marx quizás podríamos interpretarla de la siguiente manera. Cuando el ser humano es asertivo y afronta las dificultades puede sufrir. Pero ese sufrimiento es de elevada índole y la persona puede sentir que está reafirmándose como ser humano, lo cual genera un estado anímico de autorrealización y felicidad. Por ejemplo, consideremos el caso de una mujer que se sacrifica por sus hijos. Obviamente ese sacrificio implica un cierto grado de sufrimiento, pero esa mujer lo hace con satisfacción porque su objetivo es muy loable: El bienestar de sus hijos. De una manera similar, podemos imaginar el caso de un ciudadano que lucha contra un sistema sociopolítico injusto. Obviamente esa lucha implica riesgos, prisión y probablemente sufrimientos. Pero la recompensa de ese ciudadano estriba en que tiene la conciencia de que esa lucha y ese sufrimiento valen la pena para lograr un objetivo muy noble y loable: Una mejor vida para todos los ciudadanos y sobre todo para las futuras generaciones.
En efecto, se podría pensar que para la felicidad lo más importante es que la suma de momentos placenteros sea mayor que la suma de momentos no placenteros. No obstante, las investigaciones en psicología evidencian que para la felicidad lo más importante no es esa suma de momentos placenteros, sino considerar que la propia vida, en su totalidad, tiene sentido y es fructífera. Eso implica que la felicidad abarca un importante componente ético. Los valores éticos hacen la diferencia entre que consideremos que nuestra vida es miserable o tiene sentido y es valiosa (1). Dicho en otras palabras, una vida con sentido puede ser muy satisfactoria aunque transcurra en medio de adversidades y penurias, mientras una vida carente de sentido puede ser una carga insoportable aunque sea una vida con muchas comodidades y lujos. NOTA: (1) Véase capítulo 19 sobre la felicidad (Pags. 376-396) en Yuval Noah Harare (2015) ‘Sapiens. A Brief History of Humankind’. HarperCollins Pub.
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