A Morella Mejías, constante idealismo por el trabajo
El origen de mi familia viene del “Tubusito”, sí, así como le estoy diciendo “Tubusito”, que es un lugar o caserío pequeño cercano a La Quebrada. Viene del diminutivo del caserío el Tubo, que es más grande y distante del pueblo, debe ser un nombre origen indígena. (En el Diccionario General de los Indios Cuicas de Ramón Urdaneta, no lo registra. Tampoco el Retazos del Folclor Trujillano de Segundo Barroeta). Mis padres fueron Francisco Antonio Ruiz y mi madre María Josefa Barrios, como puede ver dos apellidos muy quebradeños, ellos se mudaron para el pueblo en una casa cerquita de la Iglesia San Roque.
Allá trabajaban ellos en una finca, sembraban café, naranjas, maíz, caraotas, cambures, recuerdo que había muchas chirimoyas, teníamos una casa de construcción propia, es decir, por nosotros mismos. Cuando cayó Pérez Jiménez, mi papá se vino para Valera, consiguió trabajo en el Ministerio de Obras Públicas (MOP), como caporal. Vivimos en una casa cerca del estadio, que ya estaba hecho y estaban terminando la avenida que lleva el mismo nombre, yo estaba niño. Ese lugar lo llamaban Barrio «ajuro”, un nombre muy propio del lugar, la gente se resistía a salirse de ahí y frente a esa resistencia construía su nicho familiar.
Recuerdo que llegaron unos misioneros redentoristas a hacer misiones, yo participé, tendría unos seis o siete años, ya estudiaba en la escuela “Ciudad de Valera”, que todavía existe pero con otra construcción. Toda esa zona eclesiásticamente pertenecía a la Parroquia San Pedro. Para la creación del parroquia eclesiástica en el barrio, se logró debido a que la población crecía muy rápidamente, llegó el Padre Juan Bautista Lara y se crea esta parroquia en advocación a Jesús Obrero ¿Sabes por qué?, porque había muchos obreros. Luego viene por poco tiempo el Padre Juan de Dios Andrade, las celebraciones litúrgicas se hacían en un galpón del MOP. Yo fui monaguillo, había hecho la primera comunión el 11 de febrero de 1961, día de la Virgen de Lourdes.
Luego llegó el Padre Serrano como párroco de “la Jesús Obrero, devoto de la Virgen de la Milagrosa”, y la colocó como copatrona y se inspiran a llamar el barrio con el nombre del “Milagro”. Los viernes, sábados y parte del domingo, se hacía la operación cayapa para adelantar los trabajos y la gente colaboraba mucho con el proyecto de Monseñor Serrano. Yo fui monaguillo, sacristán, que es cuidador del templo, secretario del despacho, además le llevé la administración de la construcción. Monseñor Félix Serrano lo que construyó fue un complejo de obras.
Ahí se hicieron retiros básicos de la renovación carismática, que se estaban iniciando en Venezuela. Se fundaron grupos y asambleas de oración, retiros de parroquias. Se preparaban en Caracas en la casa de los padres Salesianos, en La Macarena, en Los Teques; para ese momento ya era seminarista.
Había dos seminarios, el interdiocesano “Santa Rosa de Lima”, y el seminario arquidiocesano de San José de El Hatillo, en donde el rector, el Padre Vicente Ramón Hernández Peña y el vicerrector era el Padre Jorge Urosa. La conducción académica se conducía desde el “Santa Rosa de Lima”. Más adelante, el Padre Vicente se convertiría Obispo de la Diócesis de Trujillo.
En 1957, cuando la ciudad de Trujillo cumplió cuatrocientos años de su fundación, el Papá Pío XII, la erigió el 4 de junio de ese año como Diócesis, tomando territorio de la Arquidiócesis de Mérida el primer Obispo fue Monseñor Antonio Ignacio Camargo, que se instaló el 2 de septiembre del 57, hasta 13 de diciembre de 1961, cuando falleció. Recuerdo de manera leve que tenía fama de un Obispo sencillo, ayudaba a los necesitados, venía de ser Obispo de Calabozo y tiempo atrás fue padre en El Alto de Escuque.
Luego vino como segundo obispo Monseñor José León Rojas Chaparro, venido también del Táchira, al enfermar Monseñor Camargo; llega como Obispo Auxiliar y ejerció desde el 13 de diciembre de 1961 hasta el 11 de junio de 1982, cuando muere. Este va a ser una figura política, recordemos que va a ser diputado por el estado Táchira en la Constituyente de 1947, representando al partido Copei, es la última vez que figuras eclesiásticas participan abiertamente en la política, fueron 21 años de ejercicio. Monseñor Rojas Chaparro me consiguió la beca para ir a estudiar filosofía en el seminario de El Hatillo. Era un hombre cercano a los seminaristas, estaba pendiente de ellos y en algunas ocasiones me invitaba a rezar el rosario por los pasillos del seminario cuando yo estaba aquí en Trujillo.
Al irse deteriorando su salud, las autoridades eclesiásticas nombran a Monseñor Rosalio José Castillo Lara obispo Coadjunto, nombrado por el Papa Paulo VI el 9 de junio de 1973. Fue Obispo Coadjuntor poco tiempo como lo reseña Monseñor Heriberto Godoy, en una publicación titulada “Palabras al Padre Amigo”. Estudiaba en el seminario mayor de Caracas cuando me incluyeron en la comisión que acompañaba al Obispo Castillo Lara a Trujillo, recuerdo que fue la primera vez que me monté en un avión, era un Hércules; me acompañaba otro seminarista, Francisco Antonio Valero. Al poco tiempo lo llamaron de Roma, lo nombraron para la revisión del Código Canónico y también lo nombran Cardenal.
Posteriormente nombran a Monseñor Vicente Ramón Hernández Peña Obispo Auxiliar con derecho de sucesión desde el 11 de junio de 1982 hasta el 3 de abril de 2012 con su retiro y pasa a ser Obispo Emérito; fueron 30 años de ejercicio pastoral. Él ya era Obispo auxiliar en Caracas, yo la había conocido en El Hatillo, fue mi profesor de liturgia y Urosa, profesor de antropología filosófica.
Estuve 7 años en las misiones recorriendo el país, formando servidores, retiros, talleres y escuelas de formación para el trabajo. Fue Monseñor Hernández Peña quien autorizó que yo podía predicar en cualquier parroquia del estado Trujillo, él fue el que propuso junto con Monseñor Ovidio Pérez Morales el diaconado permanente para el país. Al verse decaído de salud pidió el retiro y vivió en la Casa Hogar Las Dominicas en Trujillo, allá paso sus últimos días con Monseñor Morello y el Padre Francisco Hernández.
Luego vino Monseñor Cástor Oswaldo Azuaje Pérez, estaba como Obispo Auxiliar en Maracaibo, impulsó el “Sínodo Diocesano”, él me ordenó como diácono permanente y me incorporó en la comisión permanente del Sínodo que duró tres años, incluso están editadas las memorias, aquí en este tiempo terminé la maestría en teología e impartí algunas materias en el Seminario Mayor Corazón de Jesús, lamentablemente la pandemia del Covid19 terminó con la vida de Monseñor Azuaje.
Hoy nos acompaña Monseñor José de la Trinidad Fernández, una persona cercana a la gente, visita hospitales, las parroquias. Fue Obispo Auxiliar de Caracas y rector del Seminario de Mérida. Esa ha sido la gran lucha siempre de cerca con la iglesia. Vivimos días difíciles, lo primero que tenemos que reconocer es nuestra realidad, la crisis. Ver los logros del pasado. Con la fe y la esperanza podemos salir adelante, porque hay capacidades y recursos…