A Johana Núñez, forjadora de fe y esperanza
Partiendo de esta hermosa imagen que apareció en las redes sociales en el día miércoles 26 de octubre, de la cual desconozco su auto, lo cierto del caso, es que está hermosa y sobre todo, el lugar.
Pues, vamos a ubicarnos, esta es una estatua de mármol que está en el Santuario del Niño Jesús, en Isnotú. En donde antiguamente fue la casa en que vivió el Dr. José Gregorio Hernández y justamente en ese lugar estuvo la habitación en donde él nació, hace 158 años.
Su madre Josefa Cisneros dio a luz a un niño, a quien bautizaron con este nombre, en el año de 1864. Eran tiempos difíciles para Venezuela, veníamos de una guerra de la independencia. Posteriormente el enfrentamiento político del caudillismo entre conservadores y liberales. Justamente en este momento se vivía la Guerra Federal que devastaba al país tanto en lo económico como en lo humano.
El pueblecito de Isnotú, era una hermosa comarca trujillana de los andes venezolanos, que hasta esos momentos no tenía una iglesia. Es por ello que a José Gregorio lo bautizaron en la iglesia parroquial del Santísimo Niño de Escuque por el presbítero Victoriano Briceño. Tres años después en el mismo templo fue confirmado por Monseñor Juan Hilario Boset.
Avanzando el tiempo es que la comunidad siente interés por construir su propio templo, la inicia con la advocación a la Virgen del Rosario, de ahí su devoción. Su mamá fue conductora de fe y advocación mariana, para el año 1871, hace la primera comunión. Su formación educativa fue en el Colegio del maestro Pedro Celestino Sánchez. En el año 1878, a los 13 años de edad, sale acompañado por amigos de la familia a proseguir estudios en Caracas.
Al llegar a la capital, el país vivía políticamente el liberalismo amarillo, conducido por Antonio Guzmán Blanco; en algunas oportunidades se ausentaba y dejaba a alguien de su confianza para que condujera el poder político, mientras se radicaba en Francia, porque siempre mantuvo una preferencia por la ciudad de París. Guzmán logra cierta estabilidad política e inicia la transformación del Estado venezolano, a pesar de sus egos egocentristas y personalistas.
En ese tiempo, vivió la experiencia de los gobiernos, en primer lugar los tres periodos de Guzmán Blanco (el septenio, quinquenio y el bienio). Más dos periodos, bianual, de Francisco Linares Alcántara y la etapa de transición, pues este murió en el ejercicio de su mandato. El de Joaquín Crespo, esta fue una etapa en donde el joven de la comarca de Isnotú, se preparaba con sus estudios, primero el bachillerato y después los estudios universitarios.
En 1888, se gradúa de médico. El Dr. Aníbal Dominici, rector de la Universidad, le concedió el grado diciéndole: “Venezuela y la medicina esperan mucho del Dr. José Gregorio Hernández”. En ese momento retorna a Isnotú, a su estado, para ejercer lo aprendido. Por lo general, la medicina la aplicaban algunos practicantes y aprendices de esta ciencia, una necesidad para la vida, yerbateros, curanderos y hasta brujos, fue una forma de vida nuestra.
En gran parte del planeta era un mundo en evolución, unas naciones más adelantadas que otras, nosotros lamentablemente estábamos muy atrasados, me refiero a Venezuela. Nos habíamos dedicado por mucho tiempo a la confrontación política. Cuando volvió a este viaje, logró hacerlo con el ferrocarril que salía de La Ceiba a Motatán, todo lo contrario de su primer viaje que fue en el lomo de una mula, se sentía la evolución tecnológica.
Al poco tiempo de estar aquí, por petición del presidente de Venezuela, Juan Pablo Rojas Paul, uno de los pocos presidentes civiles, se le concedió una beca para que realizara estudios de postgrado en Francia, que serviría de gran adelanto para él y el país, tal como fue. Esa década de los noventa, quienes gobernaron el país fueron el propio Rojas Paul, Raimundo Andueza Palacios, Joaquín Crespo por segunda vez y finalmente Ignacio Andrade, lo que la historiografía reconoce como caída del liberalismo amarillo.
Para el Dr. Hernández y Venezuela fue de gran provecho. Aquí se consolida como un gran profesional de la medicina, profesor universitario, teórico y científico, en donde su sabiduría la puso al servicio del país. Siempre creyente de sus principios, vertical en su fe basada en la filosofía cristiana, aprendida en su familia y en la iglesia católica, desde su niñez, sin duda así lo demostró con sus pronunciamientos filosóficos, un consumado idealista.
Así fue andando en el gobierno del presidente Cipriano Castro, al igual que con el General Juan Vicente Gómez, a pesar que este fue un régimen autoritario, en donde su prestigio y confianza en Venezuela fue en aumento.
Verdaderamente, un símbolo de ciudadanía, respetado como tiempo atrás decía Don Simón Rodríguez: “desde el primero, hasta el último de sus habitantes”. Sus conocimientos sirvieron como un servicio público: con justicia social, bien común, solidaridad y dignidad humana, los principios de la Doctrina Social de la Iglesia.
En definitiva se encontró con Dios el día de su muerte, un 29 de junio de 1919, día de San Pedro. El día de su entierro, un joven escritor dijo al ver aquel monumental entierro, en donde participaba todo un pueblo con sentimiento de venezolanidad “no hay duda hoy están enterrando a un santo”, ese escritor fue don Rómulo Gallegos.
El tiempo le daría la razón, a los treinta años de su muerte, Monseñor Lucas Guillermo Castillo, arzobispo de Caracas, dio inicio al proceso de la Causa de los Santos. En 1972, Paulo VI lo declaró “Siervo de Dios”. Más adelante en 1986, su Santidad Juan Pablo II lo declara “Venerable”. Treinta y cuatro años después, el Papa Francisco aprueba la beatificación del Dr. José Gregorio Hernández.
Hoy la imagen de nuestro beato es un sentimiento de unidad nacional, de un modelo de ciudadanía que tanta falta nos hace frente al deterioro integral que vive el país. José Gregorio no es aquella imagen de la cual tradicionalmente vemos como: el hombre de la independencia que está inmerso en la guerra, el caudillo militar lleno de autoritarismo, el político exponente de la soberbia y lamentablemente refleja la corrupción.
En este transitar de la venezolanidad, son muchas las figuras civiles en las cuales nos podemos inspirar, hombres de la colonia que son muchos. En la preindependencia e independencia, recordamos a Simón Rodríguez, Andrés Bello, Juan Germán Roscio, Cristóbal Mendoza, Pedro Gual y muchos más, pues la república fue un proyecto civilista, lo demuestran los firmantes del Acta de la independencia y la Constitución de 1811.
Luego, otros grandes personajes que se han destacado son: Rafael María Baralt, Fermín Toro, Teresa Carreño, Santos Michelena, Martín Tovar y Tovar, Arturo Michelena. Más recientes, Rómulo Gallegos, Teresa de la Parra, Mario Briceño Iragorry, Rafael Rangel, Arturo Uslar Pietri, Mariano Picón Salas y muchos más que también son padres de la patria, constructores en su tiempo histórico. Pero la mirada que más destaca por el imaginario venezolano es la de José Gregorio Hernández. Es un sentimiento nacional, oportuno para renovar la ciudadanía. En José Gregorio podemos: “Mirarnos más a lo que nos une que a lo que nos separa”. Juan XXIII