Las ofertas inmediatistas de la oposición venezolana han sido constantes, se han hecho extremas desde enero de 2016. Muestra de ello, son los líderes que se han turnado en la presidencia de la Asamblea Nacional, desde el primer presidente aquel que amenazara con sacar al presidente Nicolás Maduro en un semestre, para luego acortar el plazo a tres meses, lanzando por la borda el poder constitucional. En este terreno de inmediatismo visceral han caído igual los consumados líderes tradicionales como los jóvenes de los partidos que son renacimiento de las otrora grandes organizaciones del bipartidismo.
Conducta
Esa conducta de la oposición política no es buena para sus planes, pero tampoco es buena para el gobierno que se ve obligado a establecer una línea de sobrevivencia, a estar en constante estado de emergencia; a la defensiva de esos ataques, del boicot económico, de las amenazas de invasión militar. Disminuye la eficacia y la eficiencia en dar respuesta a las demandas y compromisos, distrae la tarea de gobernar. Sufre mucho el pueblo con esta situación asfixiante. El Gobierno está obligado para construir la única hegemonía posible; la del afecto y la voluntad mayoritaria de los ciudadanos que se expresa libremente en el voto. Necesitamos lograr que el futuro político del país deje de depender de un militar que deserte o se mantenga. La gobernabilidad apremia para darle al pueblo lo que debe dar un gobierno: felicidad y estabilidad.
Debate y acuerdo
rge la normalidad y el respeto a las reglas, a las normas de convivencia. Salir de la inmediatez, asumir el debate constructivo y el acuerdo necesario, con todas las opciones en la mesa. Eso ha dicho el presidente Maduro. Deberían tomar el reto de ese debate y ese acuerdo los opositores serios, los que de verdad aman al país. Frente al odio y la rabia, la frustración, está la lógica, la razón humana y la necesidad de construir en paz para todos los venezolanos.