Hagamos realidad los himnos

Antonio Pérez Esclarín

pesclarin@gmail.com

  @pesclarin

 

Todos los días oímos y cantamos, incluso varias veces,  el himno nacional de Venezuela. Posiblemente lo hacemos de un modo mecánico, sin pensar demasiado en lo que decimos, sin permitir que el himno exprese nuestros verdaderos sentimientos y alimente el genuino fervor  patriótico.  Porque, ante la terrible realidad que estamos viviendo, ¿dónde está ese bravo pueblo, capaz de romper los nuevos yugos que hoy oprimen con hambre, miseria e inseguridad a las mayorías? ¿No nos toca a nosotros  romper las nuevas cadenas,  pedir y trabajar por la libertad, y  gritar con renovados bríos  muera la opresión? ¿Por qué si cantamos tantas veces e incluso con verdadero fervor republicano el himno, nos negamos a seguirle y hacerle caso cuando nos repite una y otra vez que la fuerza está en la unión? ¿No sería preferible que dejáramos de cantarlo si no tenemos verdadera decisión y compromiso de superar nuestros intereses personalistas y nuestras visiones interesadas y egoístas  para favorecer una verdadera unión que enrumbe al país por los caminos de la reconciliación, la paz y la prosperidad?

En cuanto al himno del Zulia, si bien su estilo modernista y muy barroco hace muy difícil su comprensión, intentaré traducir la tercera estrofa que viene a decir nada más y nada menos que todas las veces que los sátrapas han intentado poner al Zulia de rodillas y robarle su dignidad y su honra, ha caído sobre ellos el rayo vengador, pues el Zulia se ha erguido como Júpiter con su brazo armado y una mirada altiva y  llena de rabia.

Por fin, en estos días, vamos a cantar cientos de veces el himno a la Chinita y en el coro alabaremos a la virgen como “pueblo bravo y fuerte que en la vida y en la muerte llora, lucha, canta y ora”. No sé si en verdad estamos siendo un verdadero pueblo bravo y fuerte  y si estamos cumpliendo los cuatro verbos del último verso del coro. No me cabe la duda de que lloramos, cantamos y oramos. Pero ¿en verdad luchamos?

Sé que en estas fiestas, algunos gobernantes han pretendido utilizar  a la Chinita para sus intereses politiqueros.  Pero la Chinita no se deja utilizar. A ella no le importa ni le preocupa que las calles estén iluminadas,  se monten numerosas tarimas con conjuntos musicales o se llenen los estadios para dar la impresión de una  alegría superficial y bullanguera. Lo que a ella le importa y le preocupa de verdad es que haya hijos con hambre, no consigan medicinas, no puedan ir a la escuela, el liceo o la universidad,   o estén pensando en marcharse de Venezuela  por no encontrar aquí futuro. Más que bonche, lo que ella quiere es reconciliación, justicia, trabajo digno y bien remunerado, abundancia para todos, paz.  Ella querría que la fiesta fuera expresión de unión,

productividad, justicia, hermandad.  Ella, en estos días más que nunca, va a estar acompañando  a todos los niños que están tristes porque tienen hambre o viven solos porque sus  padres se marcharon del país; va a acompañar  el cansancio de los que soportan muchas horas de cola para cobrar la pensión o comprar productos a precios regulados. Va a acompañar a  todos los que lloran, canta, oran pero, sobre todo, también luchan para que vuelva a Venezuela la prosperidad, la unión y la verdadera paz que tiene en sus cimientos la justicia.

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