Desde que Donal Trump incursionó como aspirante a la presidencia, se desató una inesperada reacción, incluso en sectores académicos, religiosos y literarios, mundiales; porque el hombre comenzó a oír y hablar en una tonalidad diferente a la acostumbrada en el establishment. Digamos que sus notas causaron disonancia y producían mucha tensión, frente a la armonía tradicional —ya aburrida y preocupante—; que no imprimía ritmo en los compases de la economía y el predominio estadounidenses.
Al interior del partido republicano, desde donde empezó a recibir rechazos y una absurda subestimación, connotó el contraste entre el liderazgo tradicional —sin verdadera innovación— y una nueva oferta dirigencial, más dispuesta a hablar y aceptar el reto de los agobiantes problemas de la más pujante nación de Norteamérica; que soportaba atenuación económica y pérdida de su influencia global.
Al pasar del mero propósito de la nominación presidencial conseguida —sin sentirse intimidado por la campaña peyorativa en su contra—, Trump continúo con su controversial
promesa de tocar ‘álgidas’ teclas, y pasó de inmediato a su agenda oficial para revisar y actualizar todo lo que tenía en desventaja y declive la posición de EEUU, principalmente en lo referido a: inmigración; fuga o auto expatriación de sus multinacionales; tratados e intercambios comerciales; su presencia en los organismos multilaterales; su participación y alianzas militares; y su posición en asuntos de seguridad nacional e internacional.
Para obstruir o tratar de detener a Trump, sus consabidos oponentes —operadores políticos y empresariales internos, así como los rivales tecnológicos, comerciales y geopolíticos de EEUU—, tuvieron que oír a regañadientes los lineamientos del ‘catire antipático’ sobre diversos ajustes en casa y en sus relaciones bilaterales y multilaterales. Frente a este ‘atrevimiento’ han tenido que reconocer, aceptar y corregir—los entreguistas de casa y los socios foráneos aprovechados— la falta de proporción y equidad en el gasto y cumplimiento multilaterales, y en los beneficios comerciales; y por supuesto, asentir a lo interno que EEUU estaba cediendo —o dejando de percibir— más de la cuenta.
Ahora, poniéndose a la defensiva de Donald Trump los proponentes de un supuesto ‘nuevo orden mundial’, liderado por copropietarios de corporaciones multinacionales nómadas y agentes de poder individuales a quienes se les identifica con el ‘globalismo’, han querido hacer equipo con fuerzas oscuras —incluso tomando como punto de inflexión la Pandemia— para insistir en la puesta en marcha de un proyecto inverosímil y desconocido en sus alcances, en el que los seres humanos posiblemente seguirán socavando e hipotecando su identidad —aun territorial— y sus derechos de libertad plena; renunciando inconscientemente a su naturaleza humana de vivir en comunidad, a cambio de personificarse aún más. Tal vez la implementación del 5G sirva a estos propósitos, y ocasionará más rivalidad entre países oferentes de esta novedosa tecnología; sin preguntarse —los globalistas— si perderán el preciado tiempo una vez más, o si podrían estar de vuelta; esquilados como los intérpretes o tramoyistas del socialismo y el comunismo, que olvidaron lo elemental: el concurso del ‘hombre nuevo’ inalienable y consciente.
La Globalización pasa por preservar la Nación y la Patria, y seguir responsabilizándonos de nuestros países y su gente
Al respecto, Trump ha echado de menos —y traído a colación— los casi olvidados conceptos de patria y nacionalismo, a través de los cuales —según sus propias palabras en la ONU— ha de edificarse cada país, cada localidad. Esto sería equivalente a decir que cada país debe prepararse y tener autonomía para participar —teniendo con qué organizacionalmente—, en el concierto de las naciones, a través del verdadero orfeón que es la Globalización.
A estas alturas es menester —e imperiosamente necesario— aclarar, purificar, e incluso poner a salvo del relativismo, la genuina razón de ideologías y doctrinas —aunque no comulguemos con ellas, solo para estar claros—; igual, la razón de organismos y prácticas que buscan garantizar un proceso integral en orden y proporción de los requerimientos del desarrollo; en aras de que se cumplan sus postulados en beneficio de todos, robusteciendo cada país sin vulnerarlos con propósitos abstractos e inconexos que no están realmente definidos y no garantizan ir hacia adelante de manera colectivamente segura.
La sapiencia humana en su potencial esfuerzo filosófico y teológico, no ha sido respetada ni encontrado la debida aplicación
Hasta ahora, hemos visto cómo intereses sesgados, perniciosos, egoístas, y disipados, asumen las ideologías —incluidas las religiones— de acuerdo a una perspectiva diferente a sus postulados originales —bien de sus teorías científicas o de sus revelaciones (en el caso teológico)—. Y he allí que el socialismo ha servido para todo, es una paleta de claros y oscuros; el comunismo igual, no ha pasado de seguir siendo una utopía; la democracia no ha salido de su letargo, porque la ciudadanía se ha pasmado en los individuos; las religiones, parecido: navegando en su fe ciega, encasilladas en sus férreos dogmas, como si fueran un hobby o la terminal aérea hacia el más allá. Esas prácticas dejan ver que los frentes de la política y la teología estarían destinados a no ejecutar bien las partituras de sus genuinos postulados; sin fijarse en las serias consecuencias así continúan ‘per secula seculorum’ con los riesgos muy probablemente irreversibles.
Una buena explicación del desperdicio del pensamiento está en los libros y estantes de las bibliotecas, que espera ser llevados a la práctica sin adulteraciones ni esnobismos. Y con ello evitar seguir denominando, tildando, o calificando, a líderes y gobiernos como demócratas, socialistas, y comunistas o bolivarianos, sin serlo siquiera.
Eso permitirá detectar oportuna y claramente lo que es aún peor en los ríos revueltos de las naciones, donde las energías oscuras, cavilantes de poder, de manera muy furtiva, utilizan sin escrúpulos los problemas y flagelos sociales para ascender en sus aspiraciones. En una sociedad que haya superado y tienda a olvidar un pasado cruento, las fuerzas antipolíticas resucitan esos problemas y los enconan logrando el estado de anarquía, del que se benefician para dominar y esclavizar al mundo que ha venido evolucionando, para llenarlo de odio y de miseria. Ejemplo: Antifa y Black Lives Matter, y otros congéneres, en EEUU.
De qué se habla en la actualidad?: de un ‘nuevo orden mundial’. Aunque se ha suscitado históricamente por diversos acontecimientos, seguimos diciendo: ¿Pero qué es?, y a quién responde eso… quiénes son sus oferentes iluminados. Como se observa —para ellos, sus propulsores—, es una especie de globalización muy ‘sui generis’; que a bien han dado en llamarla ‘globalismo’ —quienes tienen los pies obedientes a la ley de gravedad—, tal vez pensando con justo temor en una posible sociedad global Matrix, en la que su Supra-Estado se desarrollará a través de la ‘dictadura’ de una inteligencia artificial.
Pero, no todo ni todos se dejan llevar a la deriva por esa ‘novedosa’ corriente, y ese es el caso del fenómeno Donald Trump. Ahora en su perseverante camino a la reelección, enredado en la abrupta e indeseada Pandemia, y en otros problemas de los que no se le puede responsabilizar: de los desmanes del anarquismo, que se afirma y empodera con venganzas contra el esclavismo ya superado; de la segregación racial, y algunos flagelos o prácticas del pasado fuera de contexto —que confluyen o son auspiciadas por fuerzas de la antipolítica (que utlizarían a la misma ONU y otros organismos globales), y con los enemigos a ultranza del sistema capitalista imperante y su enorme talla en el ámbito mundial—; Trump se dispone a llevar hasta el final el completo cumplimiento de las promesas de la primera elección, aseverando en la recién Convención Republicana que lo mejor de su obra de gobierno para EEUU y para el mundo está por venir en sus próximos cuatro años; máxime cuando en sus primeros tres años y medio su gestión ha dado resultados y dividendos en todos esos ‘puntos’ álgidos que son requerimientos nacionales.
Reconociéndolo o no —regateando duro, incluso— EEUU se ha reivindicado con las políticas de un Donal Trump ‘falible o errático’; y más que eso, el mundo entero siempre se beneficiará de la sinceración política de quienes representen los imperios. Lástima que EEUU sigue siendo víctima del populismo de sus propios dirigentes que desean complacerlo, obstaculizando a verdaderos líderes que quieren adecentar y sincerar el mundo.
Por: Luis A. Villarreal P.