En toda la historia de la humanidad se ha manifestado una tendencia a establecer una distinción entre ‘mi grupo’ y ‘otros grupos’, lo cual frecuentemente ha tenido un carácter agresivo.
Eso ha ocurrido en muy diversos ámbitos: el rechazo a los extranjeros en un país (xenofobia), conflictos sangrientos entre grupos políticos o grupos religiosos, también en algunos deportes como el fútbol entre partidarios de un equipo contra partidarios de otro equipo, etc., etc.
Diversos autores consideran que la especie humana tiene esa tendencia muy arraigada y lo interpretan sobre la base del tipo de vida que tenían nuestros ancestros, que vivían en pequeños grupos que guerreaban continuamente unos con otros. En esas condiciones, había una Selección Natural Darwiniana que favorecía la lealtad y la solidaridad con el propio grupo, pero también la crueldad más implacable con los grupos adversarios.
El neurocientífico estadounidense Joshua D. Greene (nac. 1954), Profesor de Psicología en la Universidad de Harvard, publicó en el año 2013 una obra titulada: ‘Tribus Morales: Emoción, Razón y la Brecha entre Nosotros y Ellos’. Este autor ha estudiado durante años el cerebro humano y plantea, con un enfoque evolutivo darwiniano, que los humanos todavía tenemos la tendencia a expresar esa división entre ‘Nosotros’ (mi grupo) y ‘Ellos’ (otros grupos).
Podemos referir como ejemplo, que los jefes de los grupos mafiosos propiciaban la lealtad de sus miembros hacia el propio grupo, pero también inculcaban la crueldad más implacable contra grupos rivales. En la obra ‘El Padrino’ (1969) del autor italiano norteamericano Mario Puzo (1920-1999), el jefe mafioso Don Vito Corleone inculca eso a los miembros de su grupo. Esa brecha entre ‘Nosotros’ y ‘Ellos’ es material muy inflamable y por eso es tan peligroso en política exacerbar el odio hacia todos los que no se identifiquen con el propio grupo. En tal sentido podemos recordar el estilo del gobierno nazi de dividir a la propia población entre ‘amigos’ y ‘enemigos’.
Carl Schmitt (1888-1985) fue un jurista alemán, seguidor de Adolf Hitler (1889-1945) y ejerció diversos cargos bajo el régimen en la Alemania nazi entre 1933 y 1935. Su obra más importante es: ‘El Concepto de lo Político’ (primera edic. 1927, segunda edic. 1932) (1). Conocer esta obra es muy importante para detectar los estilos fascistas de un gobierno. La sección 2 se titula: ‘La diferenciación de amigos y enemigos como criterio de lo político’ y Schmitt dice: “La diferenciación específicamente política, con la cual se pueden relacionar los actos y las motivaciones políticas, es la diferenciación entre el ‘amigo’ y el ‘enemigo’…”. Luego Schmitt en la sección 3 titulada: ‘La guerra como manifestación visible de la enemistad’ dice: “Al concepto de enemigo (…) corresponde la eventualidad de un combate (…) Los conceptos de amigo, enemigo y combate reciben su sentido concreto por el hecho de que se relacionan especialmente con la posibilidad real de la muerte física”.
En tal sentido es muy importante conocer el llamado ‘Síndrome E’. Es bien conocido que cuando las personas actúan en grupo y de manera violenta, pueden cometer atrocidades que jamás cometerían de manera individual o en tiempos normales. Para conocer este síndrome basta con referir el caso del: ‘Batallón de Reserva de Policía 101’ en la Alemania Nazi. Ese batallón de la ciudad de Hamburgo estaba integrado por 500 hombres con edades entre 33 y 48 años. De ellos ninguno había hecho el servicio militar, solamente cinco eran miembros del Partido Nazi, y todos eran hombres de familia, de clase media baja o la clase trabajadora. En el verano de 1942, ese batallón fue enviado a la aldea polaca de Józefów. La orden era apresar a unos 1.800 judíos, seleccionar a los hombres jóvenes para enviarlos a un campamento de trabajos forzados, y luego matar a las mujeres, niños y ancianos con disparos en la nuca. El historiador estadounidense Christopher Browning (nac. 1944) estudió el caso, y sobre la base de las investigaciones y juicios realizados en Hamburgo entre 1962 y 1972, se pudo establecer que antes de comenzar la matanza el comandante del batallón dijo a sus hombres que si alguno no se sentía capaz de participar podía inhibirse, pero solamente 12 de ellos lo hicieron. Luego, cuando comenzaron a disparar era frecuente que se mancharan con la sangre y los sesos de las víctimas, y en total solamente entre 50 y 100 hombres del batallón desistieron de seguir disparando a las mujeres, niños y ancianos.
En menos de un año ese batallón mató a unos 38 mil judíos y envió a otros 45 mil al campo de concentración de Treblinka donde luego murieron muchos. Entonces cabe preguntarse : ¿Cómo se puede entender un comportamiento tan monstruoso en hombres que anteriormente nunca habían sido criminales?. El investigador Itzhak Fried de la Universidad de California en Los Angeles, ha estudiado ese tipo de comportamientos y ha concluido que hay cinco síntomas básicos que constituyen lo que denomina ‘Síndrome E’ y se dan en todos los casos en que un grupo de individuos que no eran violentos, se transformaron rápidamente en asesinos en grupo. Ese ‘Síndrome E’ estriba en una fractura cognitiva caracterizada por: A) Ideación obsesiva. B) Repetición compulsiva. C) Rápida insensibilización ante la violencia. D) Embotamiento de la respuesta emocional, y E) Hiperexcitación. Estos cinco factores actúan de manera conjunta y se difunden de manera contagiosa en todas las personas del grupo.
Steven R. Quartz y Terrence Sejnowski son investigadores del cerebro humano y señalan que tal hiperexcitación se da en la zona orbitofrontal de la corteza cerebral. La consecuencia es que una persona inmersa en ideas obsesivas repetidas compulsivamente, puede experimentar una tempestad en la zona orbitofrontal de la corteza y llegar a sufrir un embotamiento emocional, es decir, puede perder la capacidad emocional normal de considerar que otras personas son tan humanas como ella. Entonces, cuando un grupo es sometido a una ideación obsesiva contra otro grupo de personas, se puede desarrollar un comportamiento genocida (2).
Por otra parte, uno de los estudios más importantes sobre la potencialidad de las personas para comportarse mal, es el que hizo el psicólogo social estadounidense Philip G. Zimbardo (nac. 1933) en el año 1971. Ese estudio se conoce como ‘El Experimento de la Prisión de la Universidad de Stanford’ y luego Zimbardo publicó en el año 2007 su famosa obra: ‘El Efecto Lucifer. El porqué de la maldad’.
En el experimento los participantes fueron reclutados por medio de anuncios en la prensa y de los 70 aspirantes, Zimbardo y su equipo seleccionaron a los 24 que en los tests mostraban la mayor estabilidad y madurez desde el punto de vista emocional. Todos los seleccionados eran estudiantes universitarios y el grupo de los 24 fue dividido en dos mitades: 12 ‘guardianes’ y 12 ‘prisioneros’. La escogencia para participar como ‘guardián o ‘prisionero’ fue hecha al azar lanzando una moneda al aire. La ‘prisión’ fue instalada en el sótano del Departamento de Psicología de la Universidad de Stanford. El experimento estaba previsto que durara 14 días pero al sexto día tuvieron que suspenderlo porque se les fue de las manos, ya que los que actuaban como ‘guardianes’ se tomaban muy en serio su papel y maltrataban a los que actuaban como ‘prisioneros’.
Según el médico austríaco Sigmund Freud (1856-1939), fundador del Psicoanálisis, los humanos viven en un orden social muy frágil y tienen instintos de crueldad y agresividad que afloran en cuanto hay la más mínima oportunidad. Según Freud la civilización solamente reprime esos instintos para que pueda haber convivencia. Zimbardo, plantea una interpretación distinta, según la cual, ese experimento evidencia el extraordinario poder de la cultura y las normas sociales para moldear a la persona. Según esta interpretación, los estudiantes de ese experimento se pusieron rápidamente una máscara construida socialmente para desempeñar su papel y actuaron de acuerdo a esa máscara y papel de tal manera que crearon una nueva realidad.
En su obra ‘El Efecto Lucifer’, Zimbardo define maldad de la siguiente manera: “obrar deliberadamente de una forma que dañe, maltrate, humille, deshumanice o destruya a personas inocentes, o en hacer uso de su propia autoridad y del poder sistémico para alentar o permitir que otros obren así en nuestro nombre” (3). Más adelante dice: “Podemos aprender a ser buenos o malos con independencia de nuestra herencia genética, nuestra personalidad o nuestro legado familiar” (4). En efecto, Zimbardo plantea que cualquier ser humano puede cometer actos atroces movido por una ideología asumida irreflexivamente, o también puede cumplir órdenes monstruosas de autoridades que etiqueten a otros seres humanos como ‘enemigos’.
Entonces: ¿Cómo se podría contrarrestar ese estilo divisionista entre ‘mi grupo’ y ‘otros grupos’?….El gran filósofo germano Erich Fromm (1900-1980) en su obra: ‘El Arte de Amar’ publicada en el año 1956, plantea la importancia de propiciar y desarrollar lo que denomina ‘Amor fraternal’. Fromm dice: “El tipo de amor más fundamental, que subyace a todos los tipos de amor, es el ‘amor fraternal’. Por este tipo de amor yo entiendo el sentido de responsabilidad, cuidado, respeto, y conocimiento de cualquier otro ser humano, el deseo de mejorar su vida (…) El amor fraternal es el amor por todos los seres humanos” (6).
Lo que plantea Fromm es muy difícil de lograr. Pero quizás la principal conclusión de los estudios de Zimbardo sea la importancia de una buena educación crítica, humanística y científica, para que los niños desarrollen una moralidad basada en las evidencias científicas y en valores humanos, y no en prejuicios infundados y absurdos. Dicho en otras palabras, una educación para que los niños aprendan siempre y en todas las circunstancias a ser buenos ciudadanos respetuosos de los derechos humanos del prójimo
NOTAS: (1) Carl Schmitt ‘The Concept of the Political’. Univ. Of Chicago Press (2007). (2) Pags. 204-208 en Steven R. Quartz and Terrence Sejnowski (2002) ‘Liars, lovers and heroes. What the new brain science reveals about how we become who we are’. (3) Pag. 26 en Philip G. Zimbardo (2008) ‘El Efecto Lucifer. El porqué de la maldad’. Editorial Paidós (4) Pag. 28 en P.G. Zimbardo, Op.Cit. (5) Pag 39 en Erich Fromm (1956) ‘The Art of Loving’.