Aquella práctica stalinista, odiosa que hizo retroceder el arte y la cultura en la desaparecida Union Soviética, donde los comisarios culturales pretendían controlar hasta la manera de escribir o pintar e imaginar a sus artistas, está dando sus pasos en Venezuela con lo ocurrido con sus ateneos.
El primero de estas instituciones víctima de la brutalidad oficialista fue el ateneo de Caracas, cuya sede fue ocupada por las fuerzas castrenses en el 2009, mediante argumentos truculentos, de dudosa legalidad. Un ateneo creado por artistas el 9 de agosto de 1931, sufrió la embestida de la irracionalidad.
Una iniciativa cultural fundada por el venerable poeta Fernando Paz Castillo, el músico Vicente Emilio Sojo, los novelistas Teresa de la Parra y Rómulo Gallegos, el mundialmente celebrado autor de Doña Bárbara, la dejaron sin su sede de Plaza Morelos.
En Valencia ocurrió otro tanto, cuando la directiva que presidía el escritor José Napoleón Oropeza, resultó defenestrada por los esbirros del régimen. La tragedia siguió, el ateneo de la ciudad de Trujillo bajo la presidencia del poeta y profesor universitario Rafael José Alfonzo, cayó en poder de la barbarie oficialista. Un ateneo que fue prestigiado por la presencia de Pablo Neruda y de uno de los presidentes más democráticos que han gobernado Venezuela, Isaías Medina Angarita, lo alcanzó el tentáculo troglodita.
No contentos con los destrozos causados al ateneo de la capital trujillana, las acciones contra la cultura enfilaron baterías hacia la sede ateneísta valerana, que mediante una malhadada decisión de la alcaldía perdió sus espacios para ser ocupados por la brutalidad de las armas. Es decir, presenciamos un retorno al stalinismo que causó terror entre los artistas, creadores de la antigua URSS. En aquellos terribles episodios se inmolaron los poetas Wladimir Maiaskosky, Sergio Esenin y tantos otros que murieron sepultados en Siberia, sometidos a trabajos forzados. Ya más recientemente se vieron obligados a migrar Alexander Solzchenizen y Joseph Brodsky, ambos premios Nobel de literatura.
Esas tristes experiencias parecen reeditarse en Venezuela, con las infelices medidas adoptadas contra los ateneos del país, da la impresión que el régimen tiene una política semejante a la de Josep Stalin de implantar a sangre y fuego el siniestro realismo socialista, a través del cual los comisarios culturales pretendían dictar líneas cómo escribir, pintar, componer música o realizar un film; en otras palabras uniformar el arte, la expresión más sagrada del ser humano. No al asalto nazi que sufre el ateneo de Valera; fuera los militares!