Nueva York, 31 oct (EFE).-El difícil proceso legal que enfrentan los nuevos inmigrantes en Estados Unidos y las restricciones que han encontrado en los albergues de Nueva York, donde hay parejas que han sido separadas por no estar casadas o no poderlo demostrar, ha generado una ola de matrimonios que algunos no contemplaban.
Sacerdotes luteranos y episcopales, conocidos por su activismo desde iglesias que son parte del Nuevo Movimiento Santuario, les están apoyando con miras a poner fin a esa separación y facilitar el trámite migratorio.
«Lo que más me preocupa y hay que proteger es la familia», afirma a EFE el padre Fabián Arias, de la iglesia luterana San Pedro en Midtown, Manhattan, que hoy ofició la boda de Nathalie Quintana y Yonaiker Brujo, que habían convivido siete años en su natal Venezuela, país del que procede la mayoría de los que han llegado a Nueva York, la mayoría en autobuses enviados por el gobernador de Texas, Greg Abbott.
Nathalie, su hijo de 13 años (dejó tres en Venezuela) y Yonaiker, junto con dos familiares más, cruzaron la frontera de México con EE.UU el 2 de octubre, y terminaron en Nueva York, como otros miles de venezolanos que esperan encontrar en la Gran Manzana oportunidades para arrancar de nuevo su vida.
«PARA ESTAR BIEN ANTE DIOS»
«Lo íbamos a hacer en Venezuela (casarse) pero nos tuvimos que ir», dijo Yonaiker a EFE tras la sencilla ceremonia oficiada por Arias en una pequeña oficina de la iglesia ante lo que Nathalie agrega: «queríamos estar bien ante Dios».
Nathalie explica que el temor por sus vidas les llevó a dejar el país, luego de que tres de sus hermanos perdieran la vida el mismo día durante una de muchas manifestaciones en contra el Gobierno de Nicolás Maduro que se registraron en 2017 y que dejaron un total de 120 muertos.
Su otro hermano, que logró salvar su vida durante la protesta, salió del país con su niña de 8 años ya que su esposa murió de leucemia hace cinco años, sin poder recibir el trasplante de médula ósea que necesitaba.
Aunque la ceremonia no tiene validez legal hasta que no se haga el trámite civil con la ciudad, eso no impide que soliciten asilo como familia. «Algunos agentes de Inmigración lo aceptan (el matrimonio), otros no» les aclara el sacerdote argentino, quien además, previo a la ceremonia, contestó dudas de la pareja sobre el proceso migratorio y dónde obtener la ayuda que necesitan.
La pareja, vendedores ambulantes en Venezuela, no cuenta aún con el carné que les otorga la ciudad ni otros documentos de identidad ni el presupuesto para sufragar el proceso migratorio.
YENDO A CASAR A LA FRONTERA
Estos matrimonios para que los inmigrantes no sean separados al entrar a EE.UU. y puedan presentar el documento al solicitar asilo como familia es una tarea que Arias hace con frecuencia desde la región de Tijuana, en la frontera con México, adonde viaja al menos una vez al año con ese fin y entregarles un certificado.
«El documento sirve no solo para estar juntos en los albergues sino para otros procesos», afirma.
La iglesia de San Pedro y la del Buen Pastor en Brooklyn figuran entre un centenar de templos, que incluye mezquitas y sinagogas, que trabajan hace mucho tiempo ayudando a inmigrantes.
La labor que hacen ahora con los recién llegados, a los que además de comida y ropa han dado albergue, es una continuación de ese activismo que fue crucial durante la pandemia, comenta a EFE el conocido activista y sacerdote luterano Juan Carlos Ruiz, de la iglesia Buen Pastor en Brooklyn, que ha casado unas 20 parejas, entre ellas la de los colombianos Lucía y Ricardo, tras diez años de convivencia y padres de una niña de ocho años.
«Al casarse se protegen uno al otro ante la ley (al pedir asilo como pareja). Es un caso con más peso ante el juez que independientemente», afirma el mexicano.
La familia llegó a Nueva York el pasado 23 de julio y desde entonces están en un apartamento del sistema de albergues de la ciudad mientras aguardan para solicitar asilo, tras haber sido amenazados de muerte en su país.
«Habíamos considerado casarnos en el futuro, no así tan rápido», señala Lucía como queriendo justificar la sencillez de una ceremonia sin traje ni anillos.
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