Gabriel Montenegro/DLA
Fuente: Crónicas de Tánatos
Dany Valdivieso.
Muchos de quienes gustan del periodismo de sucesos y las crónicas policiales no olvidan la saga del libro “Cuatro Crímenes, cuatro poderes” del autor Fermín Mármol León, quien con base en sus experiencias propias como penalista y hombre de leyes, decidió escribir sobre cuatro acontecimientos perpetrados por representantes de igual cantidad de esferas de poder en el país, cuatro instancias desde donde obviamente se ejerce un claro dominio y control sicológico hacia la ciudadanía.
A finales de los años setenta, otros dos casos policiales impactaron la sociedad venezolana, especialmente la comarca social caraqueña; episodios nefastos donde se aseguraba que el poder político había influido hondamente en la “eliminación sistemática” de dos destacados hombres públicos… el archiconocido locutor de TV y neo-político de la época Renny Ottolina y el penalista Ramón Carmona Vásquez.
Ramón Carmona habló demasiado
Cuentan las crónicas del momento que “El 28 de julio de 1978 la avenida Andrés Bello de Caracas fue el escenario para el crimen del penalista Ramón Carmona Vásquez, quien era una abogado brillante en aquel tiempo, una persona justa según expresan muchas personas notables que le conocieron de cerca. Su pecado era el saber e investigar las tramas de corrupción de las altas esferas del poder y las maniobras de una justicia sectorizada.
Luchó contra todo en aquellos años y era además una persona animada a la justicia honesta; no lo hacía por protagonismo, lo hacía porque era una especie de esclavo de la verdad. El abogado quería justicia para el país, pero esa misma justicia, manipulada para el momento, fue su verdugo principal.
Renny muere misteriosamente
Era 1978 un año convulso ya en el mes de marzo un animador y político perdía la vida. El conocido locutor y animador televisivo Renny Ottolina tuvo un accidente aéreo que a la fecha sigue siendo tema de conversación; por lo que se habían convertido los cuestionados “asesinatos disfrazados”.
Era también una época donde las corrupción invadía las más importantes esferas y cúpulas del poder político, convertido en obligado poder económico, plagado de negocios fraudulentos y la aparición de una nueva clase social denominada “nuevoriquismo”, donde se tejían patrañas de todo tipo, se efectuaban negociaciones al margen de las leyes nacionales y donde el tráfico de influencia era cosa común.
El abogado Ramón Carmona Vásquez, de raíces trujillanas, hombre polémico, no temía a nada, era una persona íntegra y luchadora; retaba a los enemigos y a los mensajes de amenaza que recibía. El país estaba gobernado por Carlos Andrés Pérez.
Había temor por lo que esto pudiera traer a las personas que hablaran del tema. El asesinato ocurrió una mañana pero los ejecutores dejaron muchos cabos sueltos.
El crimen del penalista
Al abogado penalista, el 28 de julio de 1978 lo iban siguiendo en un carro con tres sujetos a bordo. Minutos después los sicarios lo interceptaron y lo obligaron a que se subiera a un carro. Pero Carmona se negó a hacerlo y recibió como respuesta un total de 15 tiros salidos de una subametralladora.
Los noticieros mostraron una versión diferente a los hechos; la familia del abogado pedía justicia a gritos. De hecho comenzó una batalla legal la cual tenían que librar contra las autoridades; las cuales estaban inmersas en el problema y desde donde se trató de interferir todo tipo de investigación.
No fue fácil descubrir la patraña… ya que en aquel tiempo las armas la tenían algunos integrantes de la policía; y los tres sujetos que dispararon contra el abogado recibieron órdenes expresas. El objetivo era silenciarlo y que el tema quedara en el olvido.
Los sujetos eran integrantes del famoso Grupo de Apoyo Táctico Operativo mejor conocido como G.A.T.O. Eran los mismos que supuestamente llegaron a la avioneta donde murió Renny Ottolina y que intimidaba a todo quien osaba.
Los secretos nunca se supieron
Un trabajo periodístico de Danny Valdivieso refleja que “El abogado quien era entrevistado constantemente por los canales y emisoras de Caracas dijo tener pruebas fuertes. Pero estas nunca se descubrieron, todo lo contrario, estas quedaron sepultadas, en el silencio”.
A partir de tales descubrimientos comienzan a producirse informaciones sobre los antecedentes y circunstancias del caso que llenan de estupor. Resentimientos personales y presuntas rivalidades profesionales entre la víctima (Dr. Ramón Carmona V.) y el entonces Director de la PTJ y su esposa Drs. Manuel Malina G. y Mayra Vemet de M. Esta última era señalada por el Dr. Carmona de ejercer el Derecho Penal con ventajismo, apoyándose en el cargo de su esposo.
Se ahondan las diferencias y se obstaculiza el ejercicio del penalista Carmona, quien se dispone a denunciar en rueda de prensa la serie de vicios e irregularidades, hechos en los de manera habitual incurría, presuntamente, la entonces PTJ y su director. Así lo anuncia entre colegas y amigos, afirmando que exhibiría un documento muy comprometedor y probatorio de sus acusaciones. Es por ese documento por el que se presume es asesinado el penalista y de quien se suponía lo llevaba consigo en el momento del crimen.
Extorsión desde la misma PTJ
La gravedad del supuesto documento -que nunca apareció o no llegó a elaborarse- consistía en la denuncia de la extorsión que por un millón de bolívares hiciera el director de la PTJ al cliente de Carmona, el negociante italiano Renato Campeti, utilizando como intermedio al también italiano Piero de La Corte, amigo de Campeti. El origen de la extorsión está en el importantísimo contenido de un maletín hurtado a R. Campeti, principal accionista de la Urbanización Playa Moreno, en la Isla de Margarita, por su chofer, Antonio D’Antona quien utiliza dicho maletín como presión para una reclamación laboral, siendo asistido por la esposa del director de la PTJ.
Lo demás ocurrió, pero todo fue confundido de la parte encargada de llevar el caso, precisamente quienes eran sindicados por Carmona de estar incursos en delitos contra la moral y leyes republicanas.
La viuda Gladys Jorge de Carmona le tocó durante tres décadas luchar por la justicia de aquel crimen. Tuvo treinta años de espera hasta que recibió la indemnización. Los que dispararon contra su marido pagaron una condena reducida si se quiere.
Pero el abogado murió sin lograr lo que quería para el país y lo que podía descubrir. De hecho muchos medios de comunicación de Caracas le dieron la espalda a la familia. Pero lograron al menos que se hiciera justicia.
Paradójicamente, pocos años después sería el propio Manuel Molina Gásperi quien moriría en otro extraño “accidente aéreo”, del cual se reseñó poco y del que se aseguró iba a ser investigado, pero de la “boca para adentro”. Los escépticos de la época aseguraban que a Molina sus mismos jefes le “pasaron factura” y no era conveniente porque “sabía demasiado”.
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