Por: Toribio Azuaje
La lluvia se hizo dueña del momento, llueve y llueve como si las nubes agujeredas por el tiempo dejarán caer de sus entrañas un mar que inunda todo. Ayer me costó caminar por el pueblo, solo me distraía la conversa que en el camino se deslizaba entre recuerdos que compartía con Misael quien por fin se acercó hasta estas tierras que lo cobijaron en sus mejores tiempos de muchacho.
Los zapatos se empapan de la lluvia que se mueve en las calles, y el frío comienza a helar los huesos. Casi nadie transita por las calle con esta mandilara de agua que se desparrama de modo intermitente. Sin embargo, no falta una u otra voz conocida que nos dispense un saludo que nos hacer sentir que estamos vivos en este mundo que muere lentamente
Entre la gente que se agolpa en los negocios y almacenes para protegerse de la lluvia, se intercambian los comentarios y los cuentos que nos distraen mientras el agua corre por las calles.
Se pierden las tradiciones y las costumbres en nuestro pueblo y eso no le agrada a Jorge quien nos comenta con un tono tristón y melancólico, a la hora de recordar una porción de tradiciones y costumbres de pueblo ya vividas, que van desapareciendo una a una paulatinamente, como quien desgrana una mazorca.
Es mejor un abrazo que un mensaje de texto, estamos abandonando la costumbre de la palabra y abrazo solidario para dar paso a un mundo frío y plástico, donde se considera que un mensaje de texto, un meme elaborado a la ligera, o un whatsapp que asesina tradiciones cada vez que campanea en nuestro aparatico negro que ya se convirtió en nuestro insustituible compañero. Pero jamás, al menos entre nosotros los más viejos, podrá sustituir la fuerza espiritual de un compartir de tertulia abierta y alegre entre amigos, compadres y familias.
Las fiestas patronales de los pueblos sucumben ante la llegada del nuevo orden dominado por extraños maneras de vivir que nos distancian cada día. Ya no es lo mismo ni lo volverá a ser. Los muchachos se encuentran entrampados en una sociedad en transición hacia lo inútil, lo frívolo, lo ausente, lo incorrecto, lo inmoral y lo profundamente lapidario.
En nuestros pueblos ya no hay espacios para el compartir ciudadano, ya no hay quien se ocupe de generar espacios y momentos que puedan retardar la inexorable perdida de todo un mundo humano que se desvanece entre la vanidad y lo superfluo.
Las plazas y los parques dejaron de ser espacios para el disfrute, la distracción, la recreación y la tertulia, poco a poco vienen siendo engullidos por las fauces del moderno monstro wi-fi que se adueña de toda nuestra vida.
El mejor método de dominación encontrado, es que siendo prisioneros y esclavos nos sintamos felices, pues ni cuenta nos damos que estamos en prisión.