Abajo, Sila había dejado la tablilla sobre el altar y había empezado a pasar las páginas de la Biblia con sus dedos largos, blancos y sudorosos. Retrocedió hasta el Antiguo Testamento y encontró el Libro de Job y el capítulo treinta y ocho. Pasó el dedo por la columna de texto, impaciente por encontrar las palabras que estaba a punto de leer.
<¡Ellas indicaran el camino¡>
Encontró el versículo once y lo leyó. Sólo tenía seis palabras. Confundido, volvió a leerlas, con la sensación de que había habido un tremendo error. El versículo rezaba simplemente así:
Llegaras hasta aquí, no más allá. (Página 163. El Código Da Vinci. Dan Brown).
La vida está llena de códigos, de mensajes subliminales, de espacios cortos y largos, de lágrimas y sonrisas, de tristeza y felicidad. Eso se llama dualismo. Es un vaivén desde que nacemos y nos marchamos, pero la vida no es una tragedia, es un hermoso regalo que nos da el Padre para que la disfrutemos a plenitud. Nosotros decidimos, por el libre albedrio, de marcar la ruta de vuelo y al llegar, en nuestro GPS, ya tenemos el diseño de la autopista y de ese inmenso recorrido, para algunos es corto, para otros es bien largo el camino. Desde la cuna comienza la enseñanza sobre el mundo donde nos vamos a mover, los escenarios donde vamos a estar, pero existe una curvatura ya en la semilla del destino que no la podemos modificar y nos acompaña hasta la salida de este plano físico.
Eso que llamamos suerte no es más que la toma de conciencia en un momento determinado de esa curvatura del tiempo-espacio, es quizás lo que la neurociencia llama el plano consciente o lo que determinó en neurofisiología, el mexicano Jacobo Grimber “Las manifestaciones del ser”. Cuyo estudio clínico determinó la capacidad entre energía, materia y espíritu; es una triada que marcha a la par para que no exista el desequilibrio en el recorrer de la vida en este plano físico. La existencia se nos vuelve un poema cuando partimos de la esencia del amor, cuando entendemos a nuestros hermanos como la semejanza de Dios, como la creación más sublime en el orden cósmico, la propia biblia nos deja una gran enseñanza en esa cotidianidad, pero cuando la leemos con fanatismo o sesgados por la manipulación, allí se pierde la esencia del mensaje.
La vida se nos vuelve un poema cuando empezamos a desplazar el odio y el rencor entre quienes te rodean, es justamente allí, cuando el espíritu comienza a liberarse de las ataduras materiales, cuando sientes el dolor ajeno e incluyendo el dolor de la naturaleza, cuando el aroma de la vida se ve en un todo, para que ese todo funcione en armonía; es el respeto a todo ser viviente que comparte con nosotros este mundo físico. Amar la lluvia, la brisa, el relámpago, sentir la caricia de la madrugada, la ternura del alba, el beso del canto del pájaro y el aleteo del colibrí; el sentimiento al agua que consumimos y la que nos baña día a día para sentir la frescura del ambiente; ponerle oído a una melodía para que nos transporte a ese mundo silencioso celestial; enamorarse de la palabra como único instrumento que nos dio Dios para tener ese contacto íntimo con quienes nos rodean; darle valor al pensamiento para planificar en esos mundos internos y traernos la sabiduría a este espacio físico para generar enseñanzas, aunque muchos no la comprendan, pero cumplimos el papel de entregarla a la humanidad.
El día que comprendamos que la vida es un poema, ese día estaríamos transformando todo nuestro hábitat natural en lo más hermoso de nuestra existencia y estaríamos comprendiendo a plenitud que andamos en este mundo, pero no somos de este mundo. Así como la madre naturaleza está llena de colores y trabaja en armonía, así mismo es la vida, llena de colores y de sentimientos puros ya que somos semejanza de Dios.
*Ex concejal.
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