Dos décadas separan dos eventos con diferentes repercusiones a nivel mundial, es justo decir que la opinión pública norteamericana en materia política cambió con una mancha descuidada en el vestido de una becaria e hizo posible que un personaje digno de un reality show asumiera las riendas del país más poderoso del mundo.
No cabe duda que lo de John Bolton es un escándalo de las mismas proporciones que la «felación clintoniana». La Habitación Donde Ocurrió es un título sugestivo, que hace referencia al Salón Oval, despacho del Mr. President. En dicho «room» se han ordenado ataques nucleares, asesinatos (como el de Soleimani o Allende) invasiones, intervenciones y guerras en todo el mundo y en todas las épocas. El Salón Oval es el escenario perfecto para cualquier tipo de inmoralidad a escala planetaria.
Pero si algo hay en común es la incertidumbre que se cierne sobre el inquilino de la casa blanca. En su momento nadie apostó porque Clinton terminara su mandato a la primera semana del escándalo. Hoy la apuesta es si Trump terminará su periodo. Mientras Clinton llegaba a la presidencia de los EEUU con el porcentaje más bajo desde Woodrow Wilson en 1912 con 43%, Trump lo hace perdiendo más de 3 millones de votantes.
Pero entre uno y otro las diferencias saltan a la vista. Clinton superó el escándalo. No se hallaron las pruebas para su condena, por lo menos la señorita Lewinsky fue leal y cumplió aquel viejo dicho de que : «en boca cerrada… » vericuetos del amor, dicen en mi tierra. Clinton, cerró ese año el último de su primer período de gobierno con: un superávit previsto de 70.000 millones de dólares crecimiento del 3% del PBI, inflación controlada, bajo desempleo y mayor ingreso en los hogares. Además de un 60% de popularidad entre los ciudadanos.
La gestión de Trump por los vientos que soplan, pasará a ser la peor en los más de 200 años de historia de los EEUU. La imagen de líder mundial de los EEUU ha entrado en barrena. Según la empresa Gallup el 43% de encuestados en 143 países no reconocen el papel de líder mundial de Washington. El desastre administrativo interno se impuso con el fracaso en el manejo de la crisis de la pandemia de COVID-19. Con más de 2.5 millones de casos y casi los 130 mil decesos, la economía paralizada, la mayor tasa de desempleo desde la gran depresión con 14,7%.
Pero lo más negativo es la personalidad megalómana y ambigua de Trump a la hora de tomar decisiones. Al menos, eso es lo que se desprende del libro de Bolton. El funcionario de mayor confianza, amigo y confidente de tropelías como las cometidas contra Venezuela, es ahora acérrimo enemigo que desnudó la ignominia y las infamias detrás del trono imperial. En este caso del amor al odio hay solo… un libro.
El antiguo aliado y cómplice describe a su exjefe como un ególatra melodramático e indeciso. El capítulo dedicado a la relación China – EEUU, expone la verdadera «metodología Trump» más cercana a los procedimientos de la «cosa nostra» que a una verdadera política exterior un país que se maneja como potencia mundial. La revelación de Bolton que Trump solicitó al presidente Xi Jing Ping ayuda para su reelección a contraoferta de suspender la aplicación de aranceles a los productos chinos por el orden de los 250 M USD, si Pekin se comprometía a comprar Soja y Trigo a los agricultores norteamericanos y así ampliar su base electoral, es algo insólito de los EEUU para con un adversario ideológico y comercial.
En 2017 las ventas de productos agrícolas a China alcanzaron los 19.000 millones de USD, en 2018 se redujeron a la mitad aproximadamente 9.000 M USD. Esto afectó a numerosos granjeros que comenzaron a perder la paciencia con un Trump más belicoso y rastaquouere. En agosto de 2019 se firmó un convenio, especie de tregua, en la guerra comercial sin sentido emprendida por Trump contra el gigante asiático. Allí China se comprometía a invertir de 40.000 a 50.000 millones de USD en el sector agrícola estadounidense.
El Salón Oval es el escenario de la iniquidad, del horror, de la desvergüenza, allí se ha sellado el destino de millones de personas, para el Presidente de turno de Estados Unidos, resulta tan cotidiano acabar con la vida de seres humanos, destruir naciones, generar hambre y miseria, como un romance con una becaria.