«No preguntes lo que tu país puede hacer por ti, pregúntate lo que tú puedes hacer por tu país».
JFK
Sucede en Valera pero puede ser en cualquier ciudad venezolana. Lo que aquí se narra es lo que todo el mundo ve y todo el mundo sabe. Este escrito es solo un llamado de alerta y de despertar conciencias sin ánimos de ofender sino de decir lo que está a la vista de todos para tratar de mejorar como sociedad y pueblo organizado. No importa quien esté gobernando, es aplicable para todos.
Personas con sus carros estacionados al lado de la acera durante más de una semana. El calor , el sol, la incertidumbre, el hambre, el riesgo. Nadie informa nada, ninguna autoridad se acerca para dar la más mínima explicación. ¿Viene la gandola a surtir? nadie sabe, nadie informa. Hay que humillar, mientras más mejor. Luego de 8 días mandan a la gente a sus casas, ¿ El motivo? Nadie sabe… Que si la cuarentena, el coco, el covid, cualquier invento.
Hoy avisan que la gandola llegó en la noche y empieza a formarse la fila de la gente normal en la madrugada. La «paranormal » es bajando del otro lado frente a la bomba. Cualquier invento de las autoridades que lo permiten es bueno, que si es carro oficial (y no lo es) que es de diálisis, que es cojo, que es hipertenso, pero se dice que es la de los billetes fuera del pago en taquilla normal. No son bolívares , son los llamados verdes, pagando un servicio ilegal y delincuencial express. Solo está permitido y todo el mundo lo sabe el surtido prioritario a ambulancias, patrullas, bomberos y similares y no a cualquiera que quiera salir rápido en 1 hora . Para esto un señor que es el contacto se encarga de decirles que den la vuelta y se metan por delante de los que tienen horas esperando y cuando se le reclama dice: «el que manda es aquel» y eso que todavía quien supuestamente manda es el pueblo como decía la propaganda oficial. Algo le debe quedar también para ser tan diligente.
La susodicha cola express hace que la otra se convierta en interminable y a paso de Morrocoy y lo que debió avanzar en dos horas duró 8 y por supuesto que la mayoría honesta que hizo su fila quedó sin surtir. Adentro de la bomba un trabajador es filmado cobrando fuera de la taquilla (fue publicado en las redes). No sé sabe cuánto ni importa, sino que lo hacía frente a todos.
Del lado de la cola express hay hasta cristianos golpeadores de pecho que viven con el rosario en la mano y que no se pierden una misa pero son expertos en sobornos a los sobornables lo cual contradice los principios de la moral más esencial y contrario a lo que dice la iglesia y la ética y conciencia ciudadana. Muchos de los que han hecho de esto un comercio ilegal ya se han curtido en su » loable y digna labor» en las cientos de alcabalas inútiles de las carreteras que todo el mundo sabe para que funcionan. Por supuesto que hay en estas instituciones oficiales personas honestas, muchas, respetables, pero el cáncer de la corrupción se expande tan rápido que contamina a casi todo el mundo porque no hay ningún tipo de contraloría ciudadana, ni de alto nivel, ni por los superiores que parecen avalar los desmanes de la corrupción que en algunos países es hasta causal de severas penas.
La pérdida de valores es generalizada en una Venezuela en completa decadencia que ni se sabe si está en el siglo 21 o en ruta al 19.
No hay una sola autoridad de peso que venga a poner fin a los desmanes de quienes hicieron de la corrupción un modo de vida.
Mientras tanto el ciudadano honesto, que quiero pensar que todavía es la mayoría, es humillado y vejado por los abusos de autoridad.
Lo que aquí se narró sucedió en Valera y en cualquier punto de una Venezuela hundida en un profundo lodazal de valores invertidos y de perdida de capital social que comienza desde una escuela primaria y secundaria en decadencia.
Queda en manos de los ciudadanos ejercer su contraloría social ante los desmanes de quienes han hecho del poder un feudo de todo lo que no debe ser un país que quiera desarrollarse en progreso y avance hacia adelante con esperanza y no tome la vía que sigue llevando al despeñadero del que tardará décadas en salir.
Gustavo Chaparro Salas
GCS