Por. Antonio Pérez Esclarín
En los numerosos talleres, cursos y conferencias que en estos últimos años he dado a miles de educadores y ciudadanos a lo largo y ancho de toda Venezuela, he incorporado la siguiente parábola, como un aporte para construir la reconciliación y la paz y superar los desencuentros y divisiones que estamos viviendo:
“Un viejo maestro preguntó a sus discípulos si alguno de ellos le podía decir cuál era el momento preciso en que terminaba la noche y comenzaba el día.
-¿Cuando ya podemos distinguir a lo lejos un perro de una oveja? –preguntó uno de ellos.
El viejo maestro negó con su cabeza.
-¿Será cuando en la neblina lechosa del amanecer podemos distinguir una ceiba de un samán? –se aventuró otro.
-¡Tampoco! –respondió con convicción el maestro.
Los discípulos se miraron desconcertados:
-Entonces, ¿cuál es el momento preciso en que uno puede decir “hasta aquí llegó la noche y está comenzando el día”? –preguntaron ansiosos.
El viejo maestro los miró con sus ojos mansos de sabio y les dijo:
-Cuando tú miras el rostro de cualquiera y ves en él la cara de tu hermano o de tu hermana. En ese momento comienza a amanecer en tu corazón. Si no eres capaz de eso, sigues en la noche”.
En Venezuela, necesitamos con urgencia recuperar una mirada cariñosa e inclusiva para vernos como conciudadanos y hermanos y no como rivales o enemigos. Al enemigo se le enfrenta con violencia. Al hermano se le acepta con cariño a pesar de las diferencias. La genuina democracia es un poema de la diversidad y no sólo tolera, sino que celebra que seamos diferentes. Diferentes pero iguales. Precisamente porque todos somos iguales, todos tenemos derecho a ser, pensar, expresarnos y decidir de un modo diferente dentro de las normas de la convivencia que regulan los derechos humanos y los marcos constitucionales. Pretender que todos pensemos igual es negarnos el derecho a ser personas únicas e irrepetibles y destruir la ciudadanía, la convivencia y la democracia. De ahí la necesidad de volver a escuchar y dialogar, a debatir sin prejuicios ni odio, a analizar objetivamente la realidad que nos permita superar los gravísimos problemas que tenemos, y no buscar la aclamación y la fidelidad ciega de los míos ni la ofensa o destrucción del adversario. Tampoco puede ser el diálogo un espacio para ganar tiempo y alimentar el rencor y la venganza.
Venezuela nos necesita a todos. ¿Por qué tenemos que considerar enemigo al que piensa y opina deferente? ¿Quién puede determinar quién ama o no a Venezuela y decidir que el que no piensa como yo no la ama? Es tiempo para el diálogo, la negociación, el reencuentro y el trabajo compartido para superar juntos los gravísimos problemas que tenemos, entre ellos, el de la inseguridad, el hambre, los pésimos servicios, el estado lamentable en que se encuentran la educación y la salud, la corrupción, los sueldos miserables, la inflación, la violencia, la improductividad, que siembran el dolor y la desesperanza .
Divididos, enfrentados y odiándonos, va a ser imposible resolver los problemas. Más elecciones, meras reformas constitucionales, nuevas leyes, proclamas y deseos sin enfrentar las razones profundas de la crisis no aportan soluciones. Ni la resolveremos agudizando las medidas y conductas que nos llevaron a la grave situación que estamos viviendo, y que alimentan la división y la rabia.. Es la hora de los ciudadanos y de los Políticos con mayúscula, capaces de volver a cimentar la política sobre la ética, ejemplos de humildad y honestidad, dispuestos siempre a escuchar y anteponer los intereses del país y de la gente sobre sus propios intereses, o los de su ideología. La paz verdadera se asienta sobre las bases del trabajo, la unión, la justicia y la verdad.
@antonioperezesclarin
www.antonioperezesclarin.com
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