Luis Fuenmayor Toro
Si en algo han coincidido todos los gobiernos venezolanos, en los últimos cien años, es en el uso que se le ha dado al petróleo desde que apareció con fuerza en el escenario económico nacional. Dictadores o demócratas, civiles o militares, letrados o iletrados, izquierdistas o derechistas, revolucionarios o conservadores, todos, absolutamente todos han manejado la explotación petrolera de la misma manera, restringiendo su uso a la exportación de combustible fósil, de materia prima, sin haber siquiera pensado en la posibilidad de producir, a partir del crudo, mercancías de mucho mayor valor agregado.
Se entiende que, en los inicios de la explotación petrolera, el país se encontraba en un situación de atraso de todo tipo y en medio de unas condiciones ambientales, geográficas, económicas y políticas, que hicieron imposible poder siquiera pensar en una posibilidad más allá de exportar petróleo crudo. Pero a partir de 1958, las condiciones ya habían cambiado lo suficiente como para esperar la aparición de una conducta diferente, que pusiera en el desarrollo industrial petrolero el centro de las acciones gubernamentales.
Pero no. No ocurrió de esa manera. Ni siquiera después del importante paso de la nacionalización petrolera, efectuada por Carlos Andrés Pérez, y de la resultante creación de PDVSA, nuestros gobernantes se plantearon el desarrollo petroquímico y de químicos orgánicos, mucho más allá de los niveles incipientes existentes. Se prefirió, por ser mucho más fácil y no tener que enfrentar intereses extraños a los nacionales, seguir vendiendo combustible fósil y se asumió como política solamente la defensa de los precios petroleros en el mercado internacional. Esta política se ha mantenido hasta hoy, por lo que los gobiernos que se autodenominan bolivarianos no se han diferenciado en absoluto de los del pasado, en este aspecto.
Hemos vivido de la renta petrolera, como ahora todos suelen decir, a lo que agregan que el “rentismo” ha llegado a su fin, sin precisar que significa ese veredicto desde el punto de vista de cómo será sustituido. Algunos hablan de la necesidad del desarrollo turístico del país, como si el turismo fuera una actividad capaz de competir con el petróleo en la generación de un alto ingreso y olvidando que, aparte de impulsar la industria de la construcción, el turismo no significa desarrollo. Otros hablan del desarrollo agrícola, por su evidente relación con la producción de alimentos y la fácil comprensión por la población de esta idea. Olvidan que el proceso de acumulación de capital por esta vía es muy bajo, lo que obligaría ha sobre explotar a los campesinos venezolanos y ni aun así sería suficiente para lo requerido.
Curiosamente olvidan al petróleo, del que hemos vivido durante un siglo y que ha permitido el grado de modernización alcanzada por el país. Tenemos no sólo la materia prima para la producción de energía eléctrica, sino la requerida para la industria de los plásticos, que se desarrolla en complejos industriales petroquímicos, que requieren de grandes inversiones, y en industrias medianas de alta tecnología para la producción de químicos orgánicos, ideales para la inversión privada nacional. Seguiríamos vendiendo combustible fósil, pero destinaríamos cada vez más una mayor proporción de lo extraído para la generación de productos de mayor valor agregado.
Esto dispararía de inmediato un círculo virtuoso en la formación de diversas industrias y empresas, para suplir las inmensas necesidades que el desarrollo petroquímico y de la química orgánica industrial. Esta actividad de inversiones se extendería dada vez más a otros sectores, incluso la agroindustria. Todo esto sustentado además en la educación y el desarrollo de las ciencias y la tecnología. Mientras algunos sectores se preparan, ante un eventual colapso del régimen actual, para seguir vendiendo solamente combustible fósil, e incluso impulsan la venta de PDVSA, los grupos democráticos progresistas y patrióticos deberían presentar lo antes señalado como una alternativa, no sólo viable sino indispensable si queremos realmente despegar del subdesarrollo y lograr para nuestro pueblo mucho mejores condiciones de vida sustentables en el tiempo.