Un texto es un cuerpo con vestido. Un cuerpo humano es capaz con su inteligencia y su creatividad de “vestirse junto a los demás”. La cultura es el vestido que cubre nuestro cuerpo y así, la gran empresa de vestidos confecciona los trapos que han de cubrirnos. “Sacar los trapos al sol” significa quedar desnudos ante los demás y puede correrse el riesgo de, existe esa posibilidad, quedar descubiertos.
Los pájaros van volando hacia sus nidos mientras los humanos usan las cuevas para cubrirse de las inclemencias del tiempo. Eran muchos pájaros y siete personas. Tuvimos que quitar algunas rocas para hacer lugar para nuestros cuerpos. Pusimos las rocas hacia los lados. Después de muchas mañanas se convirtieron en sillas. En los movimientos de los cuerpos dentro de la cueva, aprendimos a saber dónde estaban las sillas para no tropezar con ellas.
“Tu cabeza es liviana y puede pensar”. Estas palabras provenían de la boca de mi madre. También decía que los ojos, los oídos y la boca forman parte de la cabeza. Es una parabólica estupenda para escuchar, ver y decir. El mago, al cerrar los ojos, recibe y dice las palabras que vienen de lejos. Son los ritmos secretos de los ritos, transmitidos desde un telégrafo especial construido sobre una piedra sonora donde se grababa todas aquellas palabras que podían transmitirse golpeando de cierta manera tal instrumento. De tal forma, las palabras visten con sonidos extraños nuestras bocas.
Rescato, finalmente, tres fragmentos del relato “Árbol del tiempo” que aparece en el libro del mismo nombre (2020; pedefericas.blogspot.com):
Al recordarte en tus relatos —escribo ya teniendo casi noventa años— quiero dejarle al mundo esta historia y pueda ser útil. De este modo las palabras se convertirán en pájaros voladores. Algunos abuelos heredamos el poder contar de nuestros ancestros, las palabras son mágicas, podemos hacer muchas cosas con ellas, sin ellas realmente podemos hacer muy poco.
—Nadamos a través del río de los tiempos y nos convertimos en seres humanos. Procedemos de esos ríos lejanos, como los peces, sólo que nosotros aprendimos a caminar en la tierra. Nuestra memoria y nuestra imaginación es tan larga e inmensa, podemos alcanzar el origen de las cosas, imaginarlas y traerlas al aquí y ahora.
Algunas veces me doy a la tarea de recordar y de imaginar, abordo los barquitos de las palabras o sus balsas sonoras. Lo mismo pasa con quien cuenta estos relatos, nos ponemos a viajar a través de esos extraños ríos del tiempo y podemos viajar hacia atrás o hacia adelante. Es maravilloso, cerramos los ojos y comenzamos a viajar imaginariamente.
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