Juancho José Barreto González / proyectoclaselibre@gmail.com
Desde antaño pertenezco a esa generación política del “caballo come flores del poeta venezolano Aquiles Nazoa” que jamás deja de pensar la sensibilidad, y más artística, como forma para acceder, construir, desear y buscar un mundo feliz, hospitalario a partir del mundo feliz y hospitalario que solemos tener en pequeñas formas, sutiles cotidianidades como la risa. Pues, una monserga que nos compromete, sin mamadera de gallo, con el antiguo compromiso, antiquísimo y milenario, de buscar mejores formas de ser y vivir…
Acudo a mi sensibilidad, no a mi inteligencia. Descubro, aprendo junto a ti a descubrir lo que no debía ocurrir, pero está ocurriendo. Tenía muchos años usando las cosas que inventabas, iba y las compraba como si nada, tus cosas fueron llegando a mi casa que dejó de ser casa y se convirtió en cosa. Sobreviene el terror de vivir sin las cosas mías, me veía en ellas, con ellas… y sin ellas.
-Yo estoy contenta, vengo a estas reuniones y converso con ustedes y los escucho. Hoy aprendí a escuchar conversar escuchando. Me fui metiendo a un bosque humano donde se pueden escuchar todo tipo de manifestación. Escucharlas, descubrir mi oído y mi boca para escucharlas cada vez me ha dado la sensación de que siempre estoy comenzando a decir. Eso es imposible, decir todo lo pasado fue mejor, es un exabrupto. Cuando vuelves a mí es porque quieres repetirte de una buena manera, pero si me arrojas al desencanto se pierde en la nostalgia. La nostalgia sólo sirve para estar triste, quedarse en la tristeza no es bueno ni para la tristeza misma. Estas dos palabras no son para jugar a la eternidad. La eternidad no existe, no es para yo estar contenta, todo lo que regresa a mí es para moverse de otra manera, nueva-mente.
Algo de lo anterior se mantiene para continuar, está ahí mismo esperando, se despereza y comienza a contarnos su historia, e inventa cada vez porque está hablando despierta y vuela a otra boca. Dos o más bocas se alimentan, van al bocado, inventan, intentan.
-En otras ocasiones, tengo enormes brazos espirales llenos de formación estelar y me estabilizo hacia el origen, retrocediendo a una velocidad de aproximadamente 300 años/s (aproximadamente una docena de historias x segundo). Me encanta este vuelo al parecer cósmico y rápido, pero, me gusta más cuando salgo de la boca de un niño que sueña o de un campesino que siembra. Adquiero, combinando estas bocas, la sublime y común necesidad del porvenir y me asomo a las posibilidades del hacer posible. Bajo tales condiciones he comenzado a formar parte de aquellos seres que, aun con miedos ancestrales, se exponen a los peligros del hablar frente a los que se han olvidado de sumar y multiplicar.
Te vivo los ojos. A velocidad del sentimiento todas tus imágenes en depósito comenzaron a moverse en el milenio de los oídos. Las manos servían para recoger las sonoras palabras y el hombre comenzó a cantar descubriendo la verdad del movimiento. Así inventó la música, tú eres la música que tengo que cantar. Ningún discurso ha podido interpretar mejor el espíritu. Sin eso que llamamos arte, a través del tiempo, no podemos abordar y comprender la comunicación de los espíritus. Y, sin esta comunicación, jamás podemos lograr superar aquellas desgracias que se han sintetizado en la civilización de la competencia. Volverse hacia adentro, el dentro del adentro, es el intento de superar todas aquellas técnicas que el hombre ha inventado para matarse.
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