Cuando Jorge Luis Borges declaró que Arturo Uslar Pietri podía “decir como Walt Whitman: soy amplio y contengo muchedumbres” no se refería solamente a lo prolífico de su obra, compuesta de siete novelas, cinco piezas teatrales, tres libros de poemas y multitud de ensayos de asunto histórico y literario (como “Godos, insurgentes y visionarios” o “La invención de la América mestiza”). También abarcaba, en esa definición la larga e intensa vida pública de Uslar: fue ministro de Educación con poco más de treinta años, ocupó diversos cargos diplomáticos y en 1968 llegó a ser candidato a presidente de la República.
En 1948, exiliado en Nueva York, empezó a escribir en “El Nacional” una columna que mantendría a lo largo de cincuenta años; el título, “Pizarrón”, muestra el carácter didáctico de buena parte de la obra de Uslar. Tras regresar a Caracas presentó uno de los primeros programas culturales de la televisión hispanoamericana, “Valores humanos”, después transcrito en libro. Una de sus consignas políticas, “Sembrar el petróleo” -acerca de la necesidad de manejar con inteligencia y provecho los recursos naturales del país- forma parte del acervo cultural venezolano.
Su novela más famosa, “Las lanzas coloradas” (1931), escrita en París y publicada en Madrid, evoca un heroico episodio de la guerra de independencia contra la corona española, en el llano venezolano. Casi medio siglo más tarde, en 1976, publicó.
“Oficio de Difuntos”, sobre la figura del dictador Juan Vicente Gómez, dentro del poblado paradigma de novelas sobre tiranos de América.
Hijo y nieto de próceres de la patria, emparentado con altos mandatarios del Estado y descendiente de un edecán de Simón Bolívar, Uslar fue, en efecto, el último representante de una figura de escritor latinoamericano cuya labor intelectual es indisoluble de un proyecto de cultura nacional o continental, como en Domingo Faustino Sarmiento o en José Enrique Rodó, en José de Vasconcelos o José Carlos Mariátegui; o como Rómulo Gallegos, autor de uno de los clásicos de la novela americana, “Doña Bárbara”, y efímero presidente del país durante 1948. El guatemalteco Miguel Ángel Asturias y el cubano Alejo Carpentier fueron amigos de Uslar y compañeros de años parisinos, a principios de la década de los treinta.
La longevidad le permitió recoger en vida el reconocimiento a su obra y su labor, en numerosas condecoraciones académicas y oficiales, como el “Premio Príncipe de Asturias de las Letras”, que ganó en 1990. Fue una de esas figuras acaso más respetadas que influyentes; la erudición y la elegancia caracterizaron hasta el final su labor literaria y sus intervenciones públicas. Sus colaboraciones en la prensa sólo se interrumpieron pocos días antes de su muerte un día como hoy 25 de febrero del 2001, cuando tenía 94 años.
El último de los grandes
Fue probablemente el último de grandes intelectuales venezolanos que, en la mejor tradición del humanismo venezolano, albergó la ilusión de ser universal. Y también fue probablemente el último que vio en Venezuela un acuciante enigma e hizo de su afán por resolverlo una pasión y un destino.
Uslar Pietri fue hombre de sumas y no restas, integrador, más bien conciliador, tampoco vio incompatibilidad alguna entre su temprana participación en la vida pública y su no menos temprana vocación literaria, tal vez, porque, en el mundo del cual provenía, ni siquiera se planteaba la idea de una alternativa entre el foro y las letras. Su padre, el coronel Arturo Uslar Santamaría, hijo y nieto de próceres y liberales, había llegado a ser gobernador y, durante varias décadas, gozó del favor de dos de nuestros más feroces dictadores, el general Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez. Por el lado materno descendía igualmente de una familia de doctores y notables que nunca vio en su origen corso una excusa para eximirse del deber de “hacer patria”.
Solo le faltó ser presidente
Su primera hoja de servicios sigue siendo, hoy por hoy, el testimonio de una carrera fulgurante: fue diplomático acreditado ante la Sociedad de Naciones a los veintitrés años, presidente de la Corte Suprema del Estado Aragua a los veintiocho, director de Economía del Ministerio de Hacienda a los treinta, ministro de Educación a los 33, secretario de la Presidencia de la República a los 36 y ministro del Interior a los 39. Muchos aún piensan que tendría que haber sido presidente, pero el golpe de Estado de 1945 contra el gobierno de Medina Angarita le torció el camino y luego los consabidos avatares de la historia política hispanoamericana -dictaduras, cárceles, exilios- postergaron su candidatura durante casi tres décadas. Cuando por fin se presentó ante los electores, en 1963, como candidato independiente de centro derecha, era demasiado tarde. El país había cambiado y la eficaz maquinaria de Acción Democrática, el partido de masas creado por Rómulo Betancourt, no tuvo mayores dificultades para infligirle una sonada derrota.
Esto no fue obstáculo para que siguiera desempeñando durante muchos años todavía un papel destacadísimo en nuestra vida pública. En la década de los sesenta, fundó el partido Frente Nacional Democrático y fue senador. Más tarde, en los setenta, dirigió el diario “El Nacional” y animó varios programas culturales en la televisión y la radio venezolana. Además, fue académico de la Lengua, la Historia, las Ciencias Políticas, también Embajador Permanente de Venezuela ante la Unesco, miembro del Consejo Directivo de dicha institución y, hasta por un período, primer vicepresidente del mismo.
Visto por
Julio César León
Julio César León es uno de esos grandes hombres que ha parido Trujillo. León se erigió en 1948 en el primer atleta venezolano en intervenir en unos Juegos Olímpicos en Londres. León fue amigo personal de Uslar Prietri, se convirtió en su mano derecha luego que este regresa de Paris. En octubre del 2016 en una entrevista con León, nos habló de su visión sobre Uslar Pietri, aquí extraemos algunos fragmentos de esa entrevista.
“Arturo Uslar Pietri fue uno de los mayores prohombres del siglo XX venezolano y en vida llegó a alcanzar tal estatura institucional que hoy todavía nos sigue impidiendo apreciar en su justa medida la obra del escritor y, en especial, del cuentista. Siete novelas, cinco piezas de teatro, tres libros de poemas, cinco de cuentos y más de veinte de ensayos forman actualmente el corpus principal de su legado. Con Arturo fundamos el partido Frente Nacional Democrático y fuimos senador, fui su productor y libretista en sus programas de TV y radio, estuve a su lado por 50 años hasta el último momento en que respiró”.
… En su juventud Uslar Pietri fue uno de los introductores de las vanguardias en Venezuela, en el fondo, y como conservador al fin, tuvo una visión bastante jerárquica de los géneros literarios que lo condujo a concebir la novela como un trasunto de la epopeya y la más alta narración histórica, y el ensayo, como un ejercicio de erudición o el lugar de un elevado debate de ideas. Por el contrario, la cuentística constituyó, desde un comienzo, un espacio más privado y más libre donde Uslar Pietri, lejos del foro, y como a la sombra de sí mismo, fue dando rienda suelta a sus fantasías, memorias y obsesiones…”.
Hechos y relatos de la existencia.