Celebro el entusiasmo de un grupo de colegas, hombres y mujeres para que el Colegio Nacional de Periodistas (CNP) salga de su aletargado sueño en que se encuentra hace muchas lunas. Ya era hora. Mucha agua ha corrido debajo de los puentes desde que solo los fantasmas se dan cita en la antigua sede del gremio. Los vecinos dicen que han oído voces acaloradas como la de aquellos buenos tiempos del CNP cuando era dirigido por Guillermo Montilla con su bigote alebrestado y agitando con furia sus manos en contra de los piratas invasores de la profesión, era implacable.
Recuerdo como si fuera hoy harto conocido por los pocos periodistas sobrevivientes de la vieja guardia y de los valeranos de la época, el siguiente episodio. En Radio Turismo en un segmento del noticiario Radio Informando había un personaje llamado “La Garrapata” “que si tiene veneno en la lengua”. Le jurungaba la existencia a tutilimundachi, especialmente a los corruptos. El animalito ponzoñoso era personificado por Henry Baptista, redactor del espacio informativo. Era un show. La ciudad se paralizaba al escuchar el graznido garrapatoso. La mayoría de los libretos eran escritos por el poeta Antonio Pérez Carmona que con un humor ácido, hacía reír y llorar a los oyentes. Una vez apuntaron sus baterías a un juez de apellido Basco. “A ese magistrado de apellido Casco…” repetía una y otra vez la Garrapata clavándole sus ponzoñas en las presuntas fechorías de la cual era protagonista. Usted tiene razón pero va preso, sentenció el funcionario. Tres días de cárcel para el colega Ramón Azuaje, director de Turismo aún cuando lo difundido era autoría del poeta escuqueño, Pérez Carmona.
Media Valera se apostó frente a la policía en la Calle 7. Hombres, mujeres y hasta niños pedían la libertad de Ramón Azuaje. El Juez obligado por la opinión pública echó para atrás como el cangrejo la disposición de tener tras la reja al Comunicador Social. Salió en hombros del populacho como los grandes toreros de aquel frío albergue donde apenas tuvo horas encerradas. Una comisión del CNP fue recibida en aquel entonces por Rudy Linares, hoy carnetizado como cenepista por el estado Barinas. La seccional Trujillo y principalmente su SG lo tenían en la lista de piratas del periodismo. Pero era el Comandante de la Policía en Valera. Linares raudo y veloz salió con las manos extendidas hacia Montilla y le dijo: “Colega, bienvenido”. El frenazo de Guillermo se oyó en la bajada del río. Sus cachetes se pusieron rojos. Respondió como un perro rabioso: “Vaya joda a otra parte. Ni usted es periodista, ni yo soy policía”.
Así eran las batallas contra la piratería. Trujillo siempre había sido un ejemplo. Ese gusanillo del ejercicio ilegal cundía por los cuatro costados de la nación con la indolencia de una directiva nacional del CNP que poco o nada hacía por frenar aquello. Las oportunidades las pintan calvas. Agarramos las maletas y acudimos a una Convención Nacional del CNP en Maracaibo. Fuimos en mi condición de Secretario General uno de los delegados de Trujillo. El otro era Manuel Acevedo Rivas, redactor político del Diario de Los Andes. Llevábamos un documento, la ponencia, donde le decíamos a la directiva nacional del CNP hasta de qué se iban a morir por la inercia de una institución facultada para luchar por sus agremiados.
El manuscrito fue redactado entre otros por don Luis González, un irreverente de siempre y el bardo y periodista yaracuyano residente en La Hoyada, Cruz Ramón Galíndez. Era una bomba de tiempo peor que la de Hiroshima y disculpen la exageración. Había que tener una piel muy dura y que no se encogiera como la de Zapa para soportar una descarga como la contenida en el documento. Este había que presentarlo por cuestión estatutaria a la junta directiva de la Convención que presidía el abogado, amigo y presidente del CNP, abogado, Gilberto Alcalá.
La irreverencia fue mal vista por los caciques del gremio quienes decidieron negar el derecho de palabra al hijo en Enma Daría. En la sala se oyó un solo grito: “que hable, que hable”. Nadie se quedó sentado. Estaban de pie. Me dirigí hasta el estrado. Me agaché y le dije a Gilberto, que Dios lo tenga en su santo seno ya que murió hace varios años. “Doctor con todo el respeto, o me dejan hablar o se acaba esta convención”. Hubo un cuchicheo en el cenáculo y me dejaron tomar la palabra. Agarré aquel papel contentivo del más fuerte cuestionamiento contra una directiva cenepista nacional desde la primera que en 1976 presidiera Héctor Mújica. A menos de la mitad del discurso hice a un lado lo escrito e improvisé con todo mi corazón, con el ímpetu que daba la juventud (Era el Secretario General más joven de Venezuela) y representaba el clamor de un gremio huérfano, desprovisto de un ente creado para proteger a sus afiliados y sobre todo en cuanto al ejercicio ilegal de la profesión donde se centró mi cuestionamiento. La Ley era muy clara. Para ejercer la profesión de periodista se requería poseer el título de licenciado en Comunicación Social y estar inscrito en el CNP. Más claro no canta un gallo.
Ana Luisa Llovera, una vieja periodista que había estado incluso presa durante la dictadura perezjimenista por la defensa del gremio, expresidenta de la Asociación Venezolana de Periodistas (AVP) que dio origen al nacimiento del CNP tomó después de mí la palabra y luego de apoyar cada una de las letras de aquel documento. Mientras existan jóvenes como el colega de Trujillo jamás podremos decir que el CNP está moribundo, creo que está más vivo que nunca.
La Convención hizo un pronunciamiento para emprender una cruzada contra la piratería a nivel nacional. Exhortó a las seccionales a tomar cartas en el asunto. Al regreso a Trujillo se reúne la directiva y decidimos dar un porrazo a la piratería. Iniciamos juicio en los tribunales en contra de un semanario donde se atropellaba, se vejaba a la sociedad trujillana, sin verdaderos argumentos, a base de mentiras. Fue un pugilato muy acalorado, donde tuvimos la solidaridad de EMU y Diario de Los Andes, donde se daban a conocer lo que iba aconteciendo en relación a la demanda contra Rafael Pinto, quien dirigía aquel semanario. Logramos que una comisión de abogados de la capital de la República fuera enviada por el CNP nacional a Trujillo. Dio sus efectos. El pasquín desapareció por un tiempo. Después de varios años de estar como Secretario General del gremio di paso a otros colegas que fueron muy debiluchos al permitir que el Semanario reapareciera con otro nombre. Así como lo están leyendo.
El resto de la historia hasta hoy ustedes la han vivido en diferentes épocas. En Venezuela ha existido un colegio timorato, irrespetado. Muy lejos de las luchas que libraron aquellos paladines como Eleazar Díaz Rangel, Jesús Romero Anselmi, Guillermo Montilla, Ana Luisa LLovera y Gustavo “El Tirano” Aguirre, entre otros. Los vientos revolucionarios que llegaron al país empeoraron la situación. Los gremios, los sindicatos, han sido puestos contra la pared. El CNP no ha sido la excepción. Por eso decía al inicio de estas Grateroladas que celebraba con entusiasmo el interés de un grupo de periodistas, hombres y mujeres por RESCATAR el CNP. Adelante. La tarea es dificultosa, pero imposible jamás. Recuerdo una vez que asumí el colegio hasta con la luz cortada. Salimos de la oscuridad. El tiempo perdido hasta los muertos lo lloran.
Regreso a los ejemplos. En Trujillo el CNP llegó a ser el epicentro de todo lo que aconteciera. Jamás pasaba desapercibido. Su liderazgo se hacía notar. Hoy más que nunca la ciudad necesita el concurso de Tirios y Troyanos para juntos unir esfuerzos y voluntades en pro de un Trujillo mejor, de un Trujillo por el cual hemos soñado alguna vez y que pese a sus potencialidades donde su gente es lo principal, hemos quedado rezagados en la vía. Todos hemos sido culpables. Gobernantes y gobernados. En este Trujillo por venir, las esperanzas son las últimas que se pierden, el papel del periodista debe ser fundamental. Entonces miremos hacia adelante sin que nos tiemble el pulso.
Hoy cuando en el gremio abundan las damas creo que una representante del sexo débil (Yo te aviso Chirulí) encabece la nueva directiva del CNP. Al gremio de periodistas hay que darle un buen empujón y es hora de hacerlo. Teresita Jiménez mi comadre ha sido la única mujer como Secretaria General de la seccional la cual hizo respetar al gremio. Iba de frente, sin miedo, sin que le temblara el pulso.
Celebro que Paulita (Paula Rivero) así la hemos llamado cariñosamente sus amigos sea la oradora de orden en el Día del Periodista. Una poetisa que abordó el periodismo como medio de vida. Sus crónicas literarias en DLA jamás han podido ser igualadas. En el Nurr como profesora su labor ha sido de 20 puntos diría Don Luis González. Varios de nuestros mejores periodistas egresados de la Universidad de Los Andes han pasado por su mano orientadora. Su designación aunque ha llegado un poco tarde es un acierto. Felicitaciones.
Hasta aquí me trajo el río felicitaciones adelantadas a todos los colegas periodistas.
.