Cuando se habla de diferencias entre la oposición y el gobierno nacional siempre he procurado remarcar la que a mi parecer es más importante y ha determinado el accionar y longevidad de un proyecto fallido como el que hemos vivido el último cuarto de siglo en Venezuela y no es más que la capacidad del gobierno nacional de replegarse y atacar al adversario cuando lo han necesitado.
A pesar de las enormes diferencias de forma y fondo dentro de sus filas, a pesar de las traiciones y enemistades evidentes, cuando van a la batalla lo hacen juntos. Habría que considerar que con los recursos del Estado y la capacidad de control de los organismos públicos es difícil hacer oposición, es cierto, pero esa práctica de uso de recursos públicos para propaganda política no es nueva y tampoco nació con el chavismo.
Y cuando la oposición sigue vacilando una y otra vez en si las diferencias son o no más grandes que los objetivos comunes de su lucha democrática, empeñados en tener la razón o demostrar que el otro está equivocado, nada cambia y seguimos siendo oposición, como quien está en una guerra y ve la batalla de frente, pero prefiere retroceder o esperar a que el contrario se detenga. Eso sí, con consignas fuertes y eslóganes pegajosos para que la ilusión de respuesta mágica siga vigente un poco más, porque el venezolano creció con telenovelas y se empeña en vivir una, aunque sea en lo político. Y al que lo pierda de vista le invito a revisar todo el revuelo previo al 10 de enero de este mismo año.
Durante gran parte del año pasado fuimos viendo cómo el escenario iba cambiando y mutando de la incapacidad de acción opositora hasta la consolidación de una alternativa para las elecciones presidenciales. No fue fácil y nos empeñamos en el resultado —dejando de lado el proceso— porque fue el esfuerzo de muchos, de gran parte del país incluso de esos ciudadanos de partidos pequeños o grandes fuera de la unidad, de la sociedad civil organizada. Fue el triunfo de los excluidos de la unidad, todos los que hasta última hora contribuyeron con testigos, con credenciales, con logística, con esfuerzo real. Sí, de esos también.
Esos ciudadanos también son la Venezuela que quiere un cambio y trabaja para conseguirlo y gran parte de ese país sigue creyendo en la ruta electoral como solución real y comienzo de una transición democrática, esos también son venezolanos a los que les duele el país y pedirles que se queden de manos cruzadas y entreguen una vez más todos los espacios de poder político es por decir menos infantil, así como impropio de una clase política que aspira manejar los destinos del país, pero que pide desobediencia al gobierno a la vez que parece exigir obediencia ciega a sus planes.
No es cierto que la oposición tenga el poder y esa es una verdad que algunos tratan de cambiar. La oposición, si la entendemos a través del resultado de la elección presidencial pasada, la que aglutina el descontento con el actual gobierno, es mayoría, sí, pero el poder político no es nuestro y si seguimos esperando una alternativa fantasiosa la espera será mucho más larga. Y si alguien ofrece como argumento la posición de la comunidad internacional la realidad es que más allá de grandes discursos de apoyo hay asuntos globales en los que enfocarse por encima del nuestro. Demasiado hemos apostado a organismos cuyos tiempos y formas de respuesta no son los que el país amerita.
Dice el reconocido CEO y cofundador de Facebook, Mark Zuckenberg que “el mayor riesgo es no correr ningún riesgo. En un mundo que cambia realmente rápido, la única estrategia que garantiza fallar es justamente no correr riesgos” y en el escenario de hoy 25 de mayo de 2025, valientes son quienes se han atrevido a correr esa ventura de participar, de poner su nombre y enfrentarse a adversidades provenientes de todos los frentes posibles, quienes saben que lo que es correcto lo es, aunque pocos lo hagan, y que lo que está mal lo está, aunque sea lo que esté de moda.
Cuando tengamos una ciudadanía informada de verdad y no por programas sensacionalistas transmitidos por redes sociales, educada y crítica, y proactivamente comprometida con la vida política y social de la nación, tendremos la fortaleza de seguir no sólo intentando sino efectivamente debilitando al adversario, continuamente y sin darle tiempo de reagruparse porque nosotros todos los venezolanos y nuestros hijos merecen ese país mejor con el que tanto soñamos y sabemos posible.
María Eloina Conde
Domingo, 25 de mayo, 2025
@MariaEloinaPorTrujillo