Zona Roja | Motatán: la cuna de la extorsión

Territorio dominado por las bandas delictivas.

El municipio pujante económicamente con locales, fábricas, hoteles, tascas, empresas de gas, ventas de frutas y hortalizas, embotelladoras, central azucarero, areneras y constructoras quedó hundido gracias al hampa. Más del 80 por ciento del comercio quebró ante el delito de extorsión que marcó la ruina de Motatán; conozca más en esta edición de Zona Roja

 

Patricia Araujo CNP 14.082

patriciaperiodistavalera@gmail.com

El robo, hurto, cobro de vacuna y extorsión acabaron con la pujante actividad comercial del municipio Motatán. La acción criminal de al menos cuatro bandas hizo que en diez años cerrara más del ochenta por ciento de los locales comerciales al no soportar el acoso, amedrentamiento y pagos ilícitos.

La ruralidad de esta jurisdicción favoreció a los cabecillas de grupos delictivos, quienes salieron de sus casas maternas en el casco central y se escondieron en las montañas de las parroquias Motatán, El Baño y Jalisco para planear, ordenar y ejecutar el crimen.

Desde las alturas se les hizo más fácil controlar la zona, los extorsionadores se dividen el municipio según sus intereses y todos salen ganando, puesto que en cada esquina de la tierra de la caña, la piña y el tambor existe un punto de productos o servicios. Por lo menos 200 establecimientos entre formales e informales hacían de Motatán una zona de movilización constante; camiones, productos, alimentos, mercancía que llegaba y se despachaba, encabezado por el Central Azucarero Motatán, pero aproximadamente desde el año 2008 todo negocio fue sometido por una mano extorsionadora.

Según los cuerpos de seguridad habría sido “Bambi Aguao” Nelson Aponte Urbina, quien oficializó allí el delito de extorsión; la sucesión de Los Venegas continuó con el trabajo de cobrar vacuna y se fue rotando la lista de las víctimas apuntadas en un cuaderno; ahora se le suman otros actores desde Pueblo Nuevo así como “El Grillo” y “El Martín” y sus cédulas delictivas.

A pesar del esfuerzo de la gente trabajadora, de la riqueza de la tierra para la producción agrícola, los servicios que se ofrecen, las tradiciones y múltiples procedimientos de las Fapet, PNB, Conas y Cicpc, Motatán se estancó a consecuencia de la extorsión. No se logró que una agencia bancaria abriera las puertas allí y el único cajero automático en la sede de la Alcaldía fue retirado; en el siglo pasado ha quedado el pueblo marcado por el delito que lo consume.

Ya no hay fiestas populares, ni reuniones de vecinos después de las siete de la noche, nadie puede estar fuera de sus casas puesto que el riesgo es perder la vida; ni una fiesta decembrina se puede realizar sin pagar vacuna, tampoco construcciones ni remodelaciones de viviendas, el que se fue del país no puede regresar sin ser objeto de extorsión al pisar el pueblo; cualquier señal de ingresos económicos da paso al cobro ilícito.

Con relación a la vialidad y transporte, en la carretera Peraza-Jalisco el paso es a riesgo en horas de la noche, cuando los malandros salen de sus guaridas a ejecutar crímenes. Los camioneros no quisieron volver a buscar arena porque en el camino los interceptaban para quitarles todo. Conductores del transporte público, taxis y mototaxis también tienen que “bajarse de la mula” para poder trabajar, cada vez son menos las unidades disponibles.

Nadie se salva

Un secreto a voces, tema común entre los lugareños y aunque todos lo saben, para el resto del estado Trujillo la duda permanecía, pero luego de varios meses de indagaciones para Zona Roja con diferentes actores involucrados el resultado final indica que Motatán es la cuna de la extorsión. En la zona metropolitana trujillana sólo Motatán se gana el premio como el municipio totalmente dominado por el hampa; ellos tienen el control total de la actividad comercial.

Evidentemente en la Panamericana existe este delito y gana por sobradas cuentas en La Ceiba y Andrés Bello, pero ante la cercanía de Motatán al epicentro regional que es Valera y Trujillo, el poderío criminal es indudable. Tienen “ojos” en todos lados, sus informantes son muchos, empezando por la familia en el casco central hasta pre adolescentes de 9 años sin oficio, que se prestan para “cantar la zona” haciendo más fuerte la red delictiva.

Todos están a merced del hampa, desde los vendedores de piña, los mototaxistas y hasta las fábricas de bloques, por eso quedaron quebrados. Quienes transitaban por la avenida principal desde Jalisco o El Turagual visualizaban un numeroso grupo de vendedores de piña, o “piñeros” como también les dicen, ofreciendo la fruta en diferentes presentaciones: picada y lista para llevar, por unidad y hasta 2×1.

Exquisitas piñas de color amarillo y rojizas, un regalo de la naturaleza, y ahora quedan tres o cuatro vendedores en la calle y sólo subsisten porque pagan vacuna. La desolación se apoderó de El Candelillo, Las Dantas y El Albarical de donde se cosechaban las mejores piñas y los productores debieron huir y abandonar la siembra; esas tierras permanecen ociosas.

Llamadas, mensajes y visitas soportan los pocos comerciantes que quedan.

Pagos

“Era insostenible, lo que se hacía era para pagarle a ellos; sabían cuándo teníamos dinero y venían a llevárselo o enviaban a un motorizado” indicó una de las víctimas de extorsión.

El que menos paga, lo hace con comida elaborada y la tarifa mínima son cinco desayunos que buscan los malandros en vehículos ya identificados. Las unidades para trasladarse las piden “prestadas” y nadie se puede negar, si quiere seguir viviendo.

Pequeños comerciantes deben pagar dos millones de bolívares cada semana y las grandes casas empresas tienen la cuota de Bs. 10 millones quincenales.

Sólo diez por ciento de los comercios existentes se libra por algún tipo de “protección”, con agentes seguridad privada o por ser parte del estado como es el caso del Central Azucarero, Construpatria y la distribuidora de gas doméstico, resguardadas por la GNB. El resto está sometido a la extorsión.

Municiones

La advertencia por negarse al pago es una ráfaga de disparos al local o vivienda del comerciante, quien es amenazado por los delincuentes vía telefónica y luego recibe una “visita” para precisar los detalles.

“Pueden pedir bultos de comida, dinero en efectivo, transferencias bancarias o municiones, esto último varía según las armas que posean los solicitantes: 28mm, 9mm, 12mm” indicó una fuente oficial. Además de ello cualquier artículo de calidad que llega al municipio debe ir también a sus guaridas.

La dramática situación ha originado el cierre de locales, la salida del país de familias completas escapando de los delincuentes del pueblo, propiedades quedan abandonadas y nadie quiere vivir en Motatán, no hay derecho a fiestas ni en carnaval, Semana Santa o diciembre.


Extorsión y atraso

 

 

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