Zanjón del Tigre, sepultado por concreto y asfalto, pero su caudal está ahí

En el Zanjón del Tigre comenzaba el llano de San Pedro hasta el cerro La Pollera, y el mismo estuvo cubierto de vegetación baja donde los lugareños pequeños tenían huertos agrícolas. El zanjón sigue ahí, latente, aunque sepultado bajo concreto y asfalto

Elvins Humberto González

elvins2020@hotmail.com

El famoso Zanjón del Tigre tiene una historia fascinante que ha dado y sigue dando para documentar sobre lo que ha sido y significado para la ciudad de Valera.

Hay diversas opiniones sobre el zanjón que han sido bien ilustradas y narradas, pero según lo afirma Don Luis González, uno de los escritos más desarrollados y profundizados son los que dejaron plasmados el cronista Alberto La Riva Vale, en Valera en el año 1957, y el profesor Eudomario Rangel, en su libro “Valera, la de las Siete Colinas” editado en 2005. “La Riva Vale ha sido uno de los que más desarrolló el tema con mucha precisión. El profesor Eudomario lo resume muy bien. Yo he realizado varios textos sobre el zanjón, uno está en el libro “Valera, La Ceiba y la globalización”. Por recomendación de Don Luis nos hemos basado en esos textos para reflejar en este trabajo al Zanjón del Tigre, el cual consiste en dos entregas.

La historia de este zanjón tiene mucho qué decir, es muy rica, nos hace pasearnos por toda aquella Valera insipiente y que comenzaba a poblarse. “Chico, tenemos que hablar de esas historias”, replicó Don Luis.

El profesor Rangel indicaba que al zanjón se le considera un río subterráneo por cuanto apenas se le puede observar en sus fuentes y en su desembocadura, además es uno de los cuatro vértices de agua con los que ha contado Valera en casi 200 años.

Gran parte del zanjón que está cubierto por cemento y asfalto, se inicia  por La Esperanza en Las Acacias, al oeste en el sector «Contrafuego», bajando se puede observar de nuevo en el puente que une la entrada de «Caja de Agua» y la Avenida Bolívar, al lado de la Clínica UGA; sigue su recorrido hacia la venta de hielo El Toro, antes Orange Crush, y aparece de nuevo en una hondonada frente al puente de abastos La Democracia (Parada de Sabana Libre) y se enfila en línea recta hacia lo que era el Centro Comercial La Quemazón, rumbo al noroeste; atraviesa el Centro Comercial Edivica (antigua sede del Colegio Salesianos) y en línea recta aparece de nuevo frente a la estación de servicio El Bolo, por debajo del estacionamiento del Supermercado Caracas.

Se observa hacia el norte (hacia abajo) avanza entre el Cuerpo de Bomberos y la Escuela San Vicente de Paúl y surge de nuevo en la hondonada entre Comercial Tornillos Julio (al norte de la Plaza de las Banderas), atraviesa la avenida y desemboca al Zanjón Grande o Zanjón Padre.

Según lo editado, aquí sirve de límite entre La Marchantica, Plata II y Plata III , para llegar a la desembocadura del río Motatán, en el sector La Vega de Santa Bárbara, hoy predios de la Urbanización San Rafael. En un principio dividió los dos municipios, hoy parroquias.

 

Se une Valera

Para el mes de febrero de 1926, el entonces presidente del estado Trujillo, General Vicente Pérez Soto contrata la construcción de un amplio y resistente puente sobre el Zanjón del Tigre para unir El Llano de San Pedro con la calle Dr. Mendoza, hoy calle 14.

En el Zanjón del Tigre comenzaba el Llano de San Pedro hasta el cerro La Pollera, y el mismo estuvo cubierto de vegetación baja donde los lugareños pequeños tenían huertos agrícolas y recogían chamiza que llevaban a sus casas para utilizarlas como combustibles, según la redacción de Alberto La Riva Vale.

Luego, desde 1995, con la nueva conformación geo-política-territorial, el Zanjón del Tigre pasó a pertenecer a la parroquia Mercedes Díaz.

“Pero antes de todo eso, la Valera de 1891 desde el punto de vista de su urbanismo, era una especie de rectángulo, cuyo mayor lado, de norte a sur, lo constituía lo que es hoy la avenida 9, pues al este quedaban los bloques del Llano de San Pedro, separado del pequeño poblado por el Zanjón del Tigre, cuyas calles principales eran “Libertad” y “Las Artes”. Ya para ese año la municipalidad, tomando en cuenta el desarrollo de la urbe, adquiere dicho llano para que se construyeran nuevas viviendas por la suma de cinco pesos cuya propiedad pertenecían a Doña Victoria Carrasquero de Briceño, viuda de Don Juan Pablo Briceño. Se ha dicho que la posesión fue donada por la viuda y sus hijos, pero para salvar ciertos trámites legales, se elaboró un documento de aparente venta por la suma citada. Ese llano fue parcelado por el General Juan Ignacio Montilla, presidente de la municipalidad, y cedido en gratitud a los vecinos pobres”, afirma con documentación en mano Don Luis González.

 

Sus puentes

Según relato de José Rosario (cronistadesantarita.blogspot.com), para ampliar a Valera, se comenzaron a construir una serie de puentes y así poder unir el Llano de San Pedro con la hacienda Santa Rita. A los puentes, según Rosario, se le colocaban nombres de personalidades de importancia y fechas históricas, y fue así como nacieron los puentes Mercedes Díaz, Peñalver, 23 de Mayo, 5 de Julio, Labastida, Briceño, Caracas, Fontiveros, Mendoza, Urdaneta y Centenario.

Para el año 1907 se habría culminado el puente 23 de Mayo, el cual estuvo situado en la calle 12, que para la época era denominada como la “Calle Torres”. El puente fue de ladrillo, levantado sobre sólidas bases, financiado por la municipalidad y construido bajo la supervisión de una Junta de Fomento integrada por los generales Juan Ignacio Montilla, Camilo Vetancourt, Dr. Febres Cordero, Emilio Spinetti y Abrahán Celis.

 

Riesgo latente

Son muchas las tesis, según, el Zanjón del Tigre fue abierto por la mano del hombre para efectos de regadío y canalización del río Momboy; cosa que deja duda según expresó en su contenido el profesor Eudomario Rangel, que eso era difícil por la exagerada extensión en largo y ancho y por la profundidad. Se puede inferir entonces que esa abertura geográfica pudo haber sido efectos de un sismo; por otra parte, para entonces Valera no tenía suficientes habitantes como para emprender esa obra, certificó el profesor Rangel en 2005. Según se cuenta, el nombre de este zanjón se debe a que habitaba un enorme y salvaje tigre que muy pocas veces se dejaba ver pero que se sentían sus pisadas y se oían sus rugidos.

Lo cierto del caso, sea cual sea su génesis, aunque el Zanjón del Tigre esté sumergido entre asfalto y enormes contracciones de cemento, su caudal está ahí latente a la buena de Dios, sin tratamiento, cuido, atención y mucho menos se han tomado previciones pensando en que pueda suceder algún fenómeno natural. Es un riesgo latente. Sobre ese tema será la segunda entrega de este trabajo a publicar la próxima semana. EHG

 


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