De la pobreza de un apartamento comunal en la Leningrado soviética a la opulencia sin igual del Kremlin de la Federación.
De espía de la KGB a líder de la inteligencia rusa.
De presidente interino a la persona que más tiempo ha gobernado Rusia desde la Revolución de Octubre, solo superado por Stalin.
Vladimir Putin, el polémico líder ruso, cumplió este viernes 20 años a las riendas del país más grande del mundo.
Durante las dos últimas décadas, fue el «hombre fuerte» que reubicó otra vez a Rusia en el mapa de la política mundial.
Sus numerosas reformas internas, desde recortes de impuestos hasta una expansión de los derechos de propiedad, han ayudado a cambiar la vida de millones de rusos afectados por la pobreza y la inestabilidad que siguieron a la caída de la Unión Soviética.
Por otro lado, muchos le señalan de haber conducido a su país durante los últimos 20 años a un nuevo autoritarismo, inflexible en su represión de la disidencia y en sus incursiones militares o políticas en Crimea, Medio Oriente o en las elecciones de Estados Unidos.
Admiradores y críticos no niegan que ha sido una de las figuras más influyentes del complejo mundo de la política rusa en su historia, pero 20 años después, su mandato comienza a mostrar grietas visibles en el mismo centro de su poder.
Los apabullantes índices de popularidad que lo han caracterizado por dos décadas fueron en caída y, en las últimas semanas, Moscú ha vivido una serie de protestas que muestran una cara conocida pero silenciada hasta ahora: la inconformidad creciente de un sector de la población.
En BBC Mundo te presentamos algunos momentos y circunstancias que han marcado el paso de Vladimir Putin por el poder en Rusia durante las últimas dos décadas.
1. Un insospechado primer ministro
Fue algo que casi nadie se esperaba en vísperas de Año Nuevo.
En un discurso sorpresa a la nación, el 31 de diciembre de 1999, el entonces presidente ruso, Boris Yeltsin, anunció que renunciaba al cargo y dejaba en su lugar al primer ministro que había nombrado cuatro meses antes: Vladmir Putin.
Fue solo el inicio para que se convirtiera en el líder indiscutible de Rusia.
«Putin, como jefe de la inteligencia, era una figura clave de la política y el poder ruso incluso antes de ser primer ministro», cuenta a BBC Mundo Yuri Maloveryan, del servicio ruso de la BBC.
En agosto de 1999, cuando se convirtió en segundo al mando de Rusia, su índice de aprobación rondaba el 31%, según una encuesta del independiente Levada Center.
Cinco meses después, cuando ya había asumido como presidente, ascendía al 84%.
Durante su gestión hubo altos índices de crecimiento económico, con un incremento del 72% en el PIB, según cifras oficiales, y una sustancial disminución de la pobreza.
Según el Levada Center, su popularidad nunca descendió del 60% por años, aunque una nueva encuesta del pasado mes de julio lo ubicó en el 31,7%, un polémico resultado que el Kremlin rechazó.
2. De Chechenia a la «mano dura»
En septiembre de 1999, una serie de misteriosos bombardeos en edificios de apartamentos dejaron cientos de muertos en Moscú y Volgodonsk.
Según diversos expertos, fue la respuesta a estos ataques lo que consolidó la visión interna de Putin como el «hombre fuerte» de «mano dura» que podría controlar las amenazas del «terrorismo» interno.
El ejército ruso bombardeó entonces a mansalva Grozni, lo que llevó a la segunda guerra contra los separatistas chechenos.
El hecho sirvió a Putin como justificación para fortalecer la seguridad y el control en las principales ciudades rusas, lo que también elevó notablemente su popularidad.
«Putin se montó sobre la ola de xenofobia que conllevaron esos ataques y sobre la sensación de inseguridad que dejaron para presentarse como el líder fuerte que ´salvaría al país´», opina Maloveryan.
3. Las guerras de Crimea y Georgia
Para muchos, fue el hecho que redefinió y puso a un nivel crítico las relaciones de Rusia con Occidente.
En abril de 2014, Moscú se anexó la península de Crimea después de que unas masivas protestas en Ucrania llevaran a la destitución del presidente Viktor Yanukóvich, apoyado por Rusia.
La anexión rusa de Crimea provocó una dura condena de Occidente y una oleada de sanciones económicas contra el Kremlin que todavía continúan y que han afectado los bolsillos de la población rusa.
«En la psicología del poder ruso, Ucrania es parte de Rusia y Putin de alguna forma heredó esa mentalidad, de querer recuperar los territorios que antes pertenecieron al imperio ruso», señala Maloveryan.
Pero antes de invadir Crimea, el Kremlin de Putin había lanzado en 2008 una guerra contra Georgia, que marcó el regreso de una Rusia más agresiva a la política mundial.
«Ese fue el momento que eligió, no al azar, para dejar atrás años de humillación moral tras la caída de la Unión Soviética y para mostrar que las cosas habían cambiado», comentó hace unos meses a BBC Mundo John Lough, experto del instituto de investigación británico Chatham House.
Para el analista político georgiano Gela Vasadze fue también la circunstancia que mostró una nueva cara del presidente ruso.
«En 2008, muchos en Europa y EE.UU. pensaban que Vladimir Putin solo era un buen tipo con el que debías hacer buenos negocios», comentó con anterioridad a la BBC.
4. «El mundo multipolar»
En diciembre de 2007, un discurso de Putin en la ciudad alemana de Múnich cambiaría desde entonces la posición de Rusia hacia el resto del mundo.
Durante su intervención en la Conferencia de Seguridad, cuestionó la existencia de un «mundo unipolar» en el que Estados Unidos y Europa eran las principales voces.
A partir de entonces, dijo, habría que contar con Rusia y con el resto del mundo.
Según el Kremlin, se dio inicio entonces a un «mundo multipolar».
«Ese hecho marcó la futura política exterior de Putin y su relación con el resto del mundo», señala Maloveryan, como posteriormente sería visible en diferentes puntos del globo.
En 2011, por ejemplo, la Primavera Árabe llegó a Siria y, para el otoño de 2015, la presidencia de Bashar Al Asad pendía de un hilo con la participación de Estados Unidos en la guerra.
Fue entonces cuando el Kremlin decidió intervenir en la guerra y Siria se convirtió en el escenario principal para las operaciones de combate de las fuerzas armadas rusas, así como su más importante «centro de entrenamiento» en el mundo.
Las posiciones de Washington unos años más tarde también serían cuestionadas por Rusia en su propia zona de influencia.
En América Latina, y en medio de las crecientes tensiones con Estados Unidos y los llamados de la Casa Blanca para que Nicolás Maduro abandone el poder, Rusia envió a Caracas en marzo dos aviones con equipos militares y altos mandos que supuestamente trabajarían en tareas de entrenamiento.
Y desde hace meses, Rusia ha amenazado con «consecuencias devastadoras para la región y para la seguridad mundial» si ocurre una intervención de EE.UU. en Venezuela.
5. Elecciones en Estados Unidos
Las elecciones de 2016 en Estados Unidos no solo pasarán a la historia porque significaron la llegada de la Casa Blanca a Donald Trump, sino por el escándalo que generó la supuesta intervención rusa en los comicios.
Según confirmaron agencias de inteligencia de Washington, piratas informáticos rusos al servicio del Kremlin intentaron influir en el resultado de las votaciones y favorecer a un candidato: Trump.
Rusia ha negado de forma reiterada su participación en el hackeo, pero el hecho ha tensado aún más las relaciones entre los dos países y ha conllevado múltiples sanciones.
Desde entonces, nuevas denuncias sobre supuestas interferencias rusas en situaciones electorales se han reportado en diversos países y han aumentado también los cuestionamientos sobre la influencia que busca Putin en el escenario global.
«Rusia bajo el mandato de Putin no solo está tratando de buscar nuevos aliados en el escenario global, sino de cambiar el propio orden internacional», considera Maloveryan.
6. Una oposición «silenciada»
Las protestas que sacudieron Moscú en las últimas semanas no son las primeras señales de oposición que encuentra el ejecutivo de Putin en los últimos 20 años.
A los pocos años de su gobierno, el mandatario fue duramente cuestionado por su gestión tras el hundimiento del submarino Kursk o cuando grupos islamistas tomaron un teatro y una escuela y las operaciones de rescate finalizaron con cientos de muertos.
Pero lo que le ha valido más críticas es lo que sus opositores consideran un retroceso en los avances democráticos que se habían dado en el país tras la caída del bloque soviético.
Organizaciones internacionales como Human Rights Watch denuncian una creciente represión por motivos religiosos y políticos en Rusia, que ha tenido en uno de sus voceros principales al líder opositor Alexei Navalny.
Su gobierno también ha sido cuestionado por limitar la libertad de expresión, intentar silenciar a periodistas disidentes y controlar los principales medios de comunicación del país.
7. «El nuevo zar»
Para muchos, otro de los momentos incuestionables que marcó la Rusia de Putin fue su estrategia para conservar el poder.
Si en 2000 ganó las elecciones presidenciales con el 52,94% de las boletas, para 2004 más del 71,31% de los rusos votaron por él.
Pero en 2008, al no poder presentarse a un tercer mandato por no estar permitido en la Constitución, Putin impulsó la candidatura del entonces vice primer ministro Dmitri Medvédev, quien tras ganar las elecciones, lo convirtió en primer ministro.
«Entre diciembre de 2011 y mayo de 2012, ocurrieron otras protestas masivas en Moscú promovidas por los liberales rusos que estaban decepcionados por sus ingenuas esperanzas de que Medvedev podría cambiar algo y vieron entonces que Putin estaba de vuelta», afirma Maloveryan.
«Esto llevó a un mayor endurecimiento del régimen», agrega.
Luego, en marzo de 2012 fue elegido nuevamente presidente con el 63,60% de los votos y el año pasado, entre crecientes acusaciones de fraude, repitió su victoria con el 76,69%.
En su biografía «El nuevo zar: el ascenso y el reinado de Vladimir Putin», el periodista e investigador Steven Lee Myers señala que el ascenso del gobernante ruso durante los últimos 20 años marcó también el regreso de la autocracia, de la concentración de poderes y el culto a la personalidad que caracterizaron a la Rusia imperial y, luego, a la Unión Soviética.
Para muchos, la gran interrogante es qué pasará en 2024, cuando termine el actual mandato de Putin un cuarto de siglo después de haberlo iniciado.