Vida universal / Más cerca de Dios en ti

 

La palabra del Cristo de Dios, dada a la humanidad en agosto del 2.005 a través de Su profetisa y mensajera Gabriele, para todos los seres humanos que tienen añoranza de Dios y de una vida plena, feliz y en libertad.
Como nuestros cinco sentidos son nuestras antenas hacia afuera, en toda nuestra estructura nos volvemos más toscos y descuidados y juzgamos, condenamos y despreciamos a los demás, llegando incluso a la enemistad y a la guerra, al asesinato y al homicidio.

El desarrollo es muy diferente si utilizamos la regla divina para la vida, así como los mandamientos y las enseñanzas de Jesús, el Cristo. Entonces se refinan los sentidos y poco a poco se orientan hacia el interior, lo que significa que se orientan hacia el núcleo de la vida, hacia la corriente primaria del alma, hacia el Espíritu de Dios en nosotros.

Si se ha tendido el puente desde los sentidos finos y sutiles hacia lo divino, lograremos obtener una percepción profunda de las cosas. Ya no juzgaremos, ni condenaremos más. Veremos con más profundidad y percibiremos de forma completa a las personas, con su parte negativa, pero también con su parte positiva. Y sabremos también cómo hemos de comportarnos con el otro. Los sentidos finos y sutiles también desglosan los problemas, las situaciones y los procesos laborales y extraen de ellos la esencia que nos lleva adelante: hacia el siguiente paso a dar en el trabajo, hacia otra buena conversación y, en general, a un buen transcurso de nuestra existencia en la Tierra. Esto significa, por tanto: “En el camino hacia el interior, hacia Dios en ti, te volverás -peldaño a peldaño- más sensitivo”.

¿Qué significa sensitivo? Hay una diferencia entre ser sensible y ser sensitivo. El ser sensible se muestra, a menudo, cuando uno reacciona de forma algo exagerada en todo lo que se le presenta, en que uno siempre está especialmente afectado o especialmente triste y hace también que sus semejantes lo noten. En el ser sensitivo se trata más bien de percibir con profundidad, conscientemente y con claridad lo que hay a nuestro alrededor.
A través de los sentidos sutiles, a través del puente hacia la corriente primaria, hacia el Espíritu, se desarrolla la “sensitividad”, la percepción de las cosas. Si tengo esta percepción espiritual de las cosas, el fondo, la visión amplia, esto es, la visión profunda en situaciones, en sucesos, en procesos laborales, en personas, etc., ¿cómo me expreso entonces frente a mis semejantes? En la situación concreta del día me acuerdo de la regla de oro para la vida y me la aplico a mí mismo: Lo que no quiero que me hagan a mí, tampoco se lo hago yo a nadie. Esto significa, por tanto, que no saltaremos simplemente, diciéndole algo a nuestro prójimo de forma brusca y precipitada, algo que a nosotros tampoco nos gustaría escuchar, expresado con esa mordacidad, con esa falta de consideración. ¿Cómo nos expresaríamos entonces? Seríamos indulgentes, reservados, comprensivos. Ya no le decimos algo a bocajarro, porque con ello lo limitaríamos en su libertad.

A través de la “sensitividad” se nos dan las palabras que para el prójimo pueden ser, a su vez, una llave para que él no tenga que cerrar el camino hacia nosotros y para que nosotros encontremos el camino hacia él. Esto no lleva entonces a un estar el uno contra el otro, sino que se mantiene la compenetración entre las dos partes, o sea, que debido a la “sensitividad”, mediante la percepción profunda de las cosas, logramos un lenguaje espiritual cultivado. Ya no nos expresaremos con palabras groseras, sino que describiremos los sucesos o los explicaremos desde el punto de vista espiritual.

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