“Victorita, la princesa del mondongo” /Por Alfredo Matheus

Sentido de Historia

Fuente: La Ciudad Oculta. Pedro Bracamonte, Jesús Matheus Linares, Uranio Moboy

 

El valerano ha sido de alma trabajadora, “no se le muere el muchacho en la barriga”… En 1940, «Victorita” Salas, era una de las damas más famosas de esta comarca de calles de piedra. Le ganó a los maracuchos a la hora de elaborar el sabroso mondongo. Antes del amanecer “Victorita” estaba al “pie del cañón y del fogón”, preparando tan apetitoso plato de la culinaria criolla.

Junto a sus hijos Eloy, Ricardo e Isidra, constituyen una pequeña empresa de comida. La sopa de mondongo era el plato preferido de los parroquianos a la hora de “meter los pies bajo la mesa”.

De casa en casa, los hijos de Victorita iban vendiendo el suculento almuerzo. Sobre una potente carrucha ubicaban la olla mondonguera y a patear las calles se ha dicho… El plato de mondongo tenía un precio de 1,25 céntimos, igualmente vendían morcillas fritas en manteca de cochino, que no pasaban de 0,50 céntimos.
Victorita, vivía donde hoy está ubicado el Mercado Municipal, en humilde casita de palma, de donde salía la más exquisita comida criolla en aquella Valera de hace 70 años.

 

El mercado de Juancho Gómez

 

Antes del año 1938, la fiesta de hortalizas y verduras se hacían a campo abierto, donde hoy encontramos al centro comercial Cobrapsa (calle 14 con Av. Bolívar), llamado en aquel entonces sector “Guaicaipuro”. Todo se vendía fresquecito: arvejas, caraotas, cebollín, pimentón; venían del Alto de Tomón, Los Cerrillos y La Puerta. Los huevos criollos llegaban abrigados con hojas de tártago de Sabana Libre y Escuque.

En la dictadura de Juan Vicente Gómez, se construye el Mercado Municipal de la calle 12 con Av. 8. Este es inaugurado en el gobierno de Eleazar López Contreras. Se beneficiaban cuatro reses diarias para toda la ciudad. Los carniceros que hicieron fama por descuartizar una res en un “abrir y cerrar de ojos” fueron: mi vecino Polo Parra, Tomás Briceño, Silvestre Viloria y Fernando Fajardo.

El kilo de carne de la buena y sin hueso, tenía un precio de 2,oo bolívares, con uno que otro hueso, Bs. 1,50 el kilo. El mondongo a 0,75 céntimos. Morcilla a bolívares 1,oo. La chinchurria se regalaba. Una res tenía un precio de 200 bolívares, las traía el comerciante Noé Matheus, en su potente camión carnicero desde la población de Monay, se las compraba a don Chalo Pérez y a Cheguel Álvarez.

 

A patear Valera con Pepito

 

En 1941, el emprendedor Juan Abreu, abre las puertas a un centro comercial a media cuadra de la plaza Bolívar por la Av. 10. Allí se vendía de todo: lámparas de gasolina traídas de tierras gringas, neveras que trabajaban con gas, máquinas de coser Singer para hacer la ropa al muchachero, calzados “Pepito”,” para que se les viera los pies más bonitos”, rockolas mejicanas.

 

A hermano de Alfredo Sadel le gustó Valera

 

En 1944, aterriza en nuestra ciudad proveniente de la gran Caracas, el comerciante Ramón Luna, tío del mejor tenor que ha tenido Venezuela: Alfredo Sadel. Forma una empresa con Elías Rad y levantan un próspero centro comercial en la Av. 10, entre calles 9 y 10. Bautizan el lugar con el nombre de “Rad y Luna”, dedicándose exclusivamente a vender tocadiscos, hoy lo llamarían equipos de sonido, y lo último que había en rockolas.

 

Y llegaron los barberos…

 

En 1950, los valeranos no se afeitaban con cualquier barbero, en eso eran exigentes, preferían pagar un bolívar más para quedar de lo mejor, para cuando llegaran a casa, la doñita exclamará: “Ay, mi viejo, sí quedó buenmozo”… Don Roberto Sánchez, cortaba melenas en el sector La Ciénaga. Lucio Maldonado, era un artista arreglando barbas en la Av. 10. Toribio Azuaje, había que hacerle la respectiva “cola” frente a la plaza Bolívar, para que le pasara a los clientes la cero, cero.

 

El mejor pan trujillano

 

En 1873, expertos artesanos se dan a la tarea de hornear un sabroso pan casero, dicen cronistas de la época que era toda una delicia, al no haber panaderías, los fabricantes tenían sus trabajadores que salían de casa en casa con su inolvidable pregón: «Llegoooo el pan caliente; para las viejitas que no tienen dientes”. No había que caminar mucho, porque el pan “volaba” de lo rápido que se vendía.

Fue el cronista Rafael Gallegos Celis, quien abre las puertas a la primera panadería que conoció Valera. Sobresalieron como maestros panaderos Pablito Tortebuy y Rafael Ortiz, quienes ganaron fama regional como hacedores del popular pan criollo valerano.

 

* Cronista Popular

 

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