Por: Luis A. Villarreal P.
Nada fácil, para las libérrimas costumbres de los numerosos partidos opositores venezolanos, el compromiso que están asumiendo de escoger —de la mejor y legítima manera posible— el líder de cada organización para acudir a la realización de unas elecciones primarias donde saldrá ungido nada menos que el candidato presidencial opositor. Aunque algunos en posición adelantada decidan saltarse este importante paso unitario y democrático arguyendo muy orondos presentarse de plano como candidatos a las próximas elecciones presidenciales, lo que ya es apoyo para el oficialismo.
Lo prioritario sería salir del compromiso de la escogencia interna en cada partido, donde se dé oportunidad a los aspirantes sin imposición o ventajismo de los cogollos; todo dentro de un compromiso democrático que acate los resultados dentro de su respectiva organización partidista y los que se tengan que asumir para realizar las primarias con las demás organizaciones. En concordancia con esta finalidad es donde se necesita un reglamento que habría de discutirse y aprobarse —y merecer el respeto de todos— para que luego de esos procesos eleccionarios no haya pataleo o excusa de quienes ponen su capricho o individualismo de relieve, demostrando ser ‘malos perdedores’ y desleales.
Si todo se hace con afán inclusivo —entendiéndose que cada uno es ‘muy’ importante— las reminiscencias y vicios, los resabios e intereses subalternos, se irán transmutando en diversas pasiones unitarias que harán realidad el sueño democrático de los venezolanos; esos espíritus rebeldes y sectarios irán cediendo y dando paso a la credibilidad del pueblo en el ansiado propósito de producir el cambio, de retornar a ese camino que nunca por otros falsos debimos confundir: el de la verdadera democracia, sin populismos, sino con la convicción de sembrar en el alma de los venezolanos la eficiencia y la ética en la convivencia social, en el fortalecimiento de nuestra nación.
En medio de intereses e ideales —suficientes para algunos y no tanto para otros— las diferencias radican en aspectos que no dejan de ser relevantes e inevitablemente importantes. Dirimir conflictos o desavenencias, cualesquiera que estos sean, es lo fundamental:
Primero, para que se produzca una legitimación verídica que tienda a ser respetada y acatada; segundo, para que todo el proceso de primarias esté exento de la ‘facilitación’ oficialista, evitando de este modo interpretaciones que debiliten la confianza unitaria; y tercero, que se trabaje en lo sucesivo sin incoherencias y con determinación sostenida basándose en lo acordado, que ha de ser delimitado en el tiempo y para la finalidad más concreta que es la legitimación real del factor opositor e ir lo más ‘disciplinados’ y compactos posibles a la elección presidencial.
Y ¿cuáles son esos aspectos en los que se producen desavenencias o enfoques diferentes?
Aparte de que debe haber una regulación de procedimientos y ‘comportamientos’, lo más álgido, sigue siendo:
—Evitar la intermediación del oficialismo con sus órganos que le son afines u obedientes: CNE y sus apoyos.
—Creación y habilitación de una estructura electoral, que asuma los procesos eleccionarios opositores, desde la organización del padrón electoral —con los electores venezolanos, dentro y fuera del país— hasta la realización de las primarias en cada entidad estadal.
—Cómo responder a los impedimentos que pondrá el oficialismo, que segura y soterradamente aspira inmiscuirse a ultranza en el proceso opositor para su lógico beneficio electoral.
—Qué pasará con los partidos intervenidos, y con las inhabilitaciones que pesan sobre líderes opositores.
—En definitiva —para las presidenciales— qué hacer si el oficialismo no acepta un CNE, un Plan República, un sistema de sufragio electrónico, distintos a los existentes, o un candidato que no sea de su agrado. Entre otras cuestiones de importancia, este sería un punto crucial por aclarar.
Creo que en los referidos aspectos, además de ilusiones, y de lo que debería ser, está planteado un gran reto de eficiencia para la Oposición en general —porque no hay que dejar solos a los partidos—. Un desafío que requiere de verdaderos, muy claros y leales líderes. Porque además con las primarias no sólo hay que dejar ver las vetas de la madera de la oposición sino un precedente de lo que se quiere para las presidenciales.
Partidos opositores —que ya son diez al menos, el G4, además Copei, Convergencia, Encuentro Ciudadano, La Causa R, Proyecto Venezuela y Movimiento por Venezuela—, y observadores, sostienen que buena parte de estas aspiraciones se podrían dilucidar en el estancado diálogo mexicano, otros lo dudan. EE. UU. recién ha exhortado al oficialismo y al gobierno interino de Guaidó, a retomar el diálogo en Ciudad de México. En todo caso, el camino difícil será el más seguro para las primarias, por lo que se requiere el concurso de una oposición autónoma, muy diferenciada de las pretensiones oficialistas.