Luis A. Villarreal P.
Piénsese, ocúltese, dígase, con la buena fe del caso, Venezuela está por cambiar, y no hay razones para negar o atrofiar su impostergable transformación. Todos —sin excepción—, oficialistas u opositores, tienen absoluta convicción de la necesidad de sustituir modelos o estereotipos infructuosos; prácticas y posturas antidemocráticas sin resultados positivos, ni siquiera aparentes, sino desfavorables. Sin excusas ni evasivas se da por hecho —arriba, abajo, y a los lados— seguir ante un país abstracto, por decirlo con eufemismo. Frente a una Venezuela contradiciéndose en sus cualidades y fortalezas; como aparentando ser todo, menos ella misma.
De acuerdo a la realidad descrita o simplemente imaginada, las instituciones desean estar al menos en innovadoras manos; interpretando de verdad el coherente sentido de la Ley; de la norma, haciendo a todos iguales en deberes y derechos. No solo las dependencias investidas de autoridad oficial sino otras organizaciones involucradas en la estructuración y eficiencia de la democracia. En este conglomerado destacan los partidos políticos, sobreentendiéndose su poder e influencia a la hora de conformar el organigrama o contingente burocrático del compendio oficial en todos sus poderes y niveles.
Los partidos, por intermedio de quienes los integran y dirigen, tienen una gran responsabilidad; al tratar de adecuarse al esquema de su funcionamiento interno —inequívocamente democrático— para alcanzar sus objetivos; en la misma dirección y según lo acotado por las normas. Sobremanera, en la búsqueda de su financiamiento y acceso proporcional a los medios de comunicación para difundir aspectos organizativos y líneas políticas, propuestas y proyectos tendientes a cumplir con la expectativa social en la satisfacción de sus necesidades básicas realmente colectivas; y con los requerimientos del país para alcanzar sus metas en política interior y exterior.
Los partidos políticos deberán cumplir con sus postulados —de acuerdo a los estatutos—; sin realizarse por decisión de cogollos, o indiferencia de sus miembros; y sin descuidar la insoslayable práctica democrática, su principal activo
Tienen los partidos, desde hace tiempo, el enorme reto de ser verdaderas organizaciones políticas —no politiqueras—, realmente profesionales, arquitectos de democracia. Nada de evasión del debate, de sacar el cuerpo a Primarias, mucho menos obstruirlas. De querer tener candidatos sin cumplir con los acuerdos interpartidistas, o quedarse inactivos ante el irrespeto a la voluntad popular. Tampoco aficionados a la pseudo oposición, mucho menos oponerse a ultranza, sin razones valederas.
Tendrán a bien mostrar su afán por el bienestar social y la reivindicación de Derechos Humanos, por el equilibrio de poderes autónomos y la funcionalidad del país; sin ambivalencias y conchupancias celestinas, sectarismo y clientelismo, proclives a corrupción.
Igual, habrían de demostrar su preocupación real por la seguridad y relaciones globales; en orden integracionista a través de intercambios comerciales, tecnológicos y culturales, en el esquema de la Globalización Integral bien entendida, equitativa, supeditada a un derecho internacional respetuoso de la soberanía y la democracia, oferente y garante de la justa paz.
Place pensar, precisamente en época de tradición navideña, en un escenario distinto para el próximo año. Imaginando el conjunto de cambios y transformaciones requeridos por la contundente mayoría de los venezolanos; con los cuales corregir tantos errores —causantes de desasosiego e infelicidad— y reorientar la vida del país, para hacerlo hospitalario y confortable a quienes hacemos vida en él sin la intención de ser privilegiados.
…
Ambiente navideño, con fe
La silente impaciencia
tensa las tradiciones decembrinas
una vez más. Se observa,
sin embargo, festiva
actitud como si ansiadas albricias
estamos esperando.
La Navidad permite casi todo,
y estar ilusionados
es parte del propósito
de zafarnos de la crisis tan pronto
como sea posible.
¡Preocupa tantos años perdidos!
Nos duele y nos deprime
proseguir el camino
de dificultades y sacrificios,
sin proyectos ni metas,
nomás deambulando por la vida.
Tomemos con presteza
el futuro a la vista
que nos clama: ¡soy vuestro todavía!
L A V P
…
Uno de los aspectos preocupantes, aunque muchos digan no considerarlo de ese modo, es la toma de posesión del nuevo presidente de Estados Unidos, con lo cual vienen de la mano algunos eventos tendientes a favorecer y —en caso contrario— a empeorar la situación de muchos países; implicando posibles e importantes cambios en las relaciones internacionales, y, lógicamente, en la vida de millones de personas.
Lo más preocupante sería la situación de Ucrania; país invadido, respaldado por una Europa viendo sus propias barbas en remojo. Connota en los europeos, mayoritariamente, su solidaridad con Ucrania; aborreciendo las políticas irresponsables de la hegemonía rusa, pero, asimismo, temerosos de la escalada militar más temida: el ataque nuclear. Apocalipsis del cual más lejos quisieran estar. Pero, los designios de libertad y paz, según parece, tienen un alto precio a pagar. No es gratis.
Líderes europeos ven con decepción y estupor la matriz de opinión dando por hecho a un presidente Trump quitando a los ucranianos el respaldo en su deseo de zafarse de la ‘conquista’ y dominación rusa; con el hasta ahora inexplicable argumento de una ‘paz relámpago’ a toda costa; vale decir, tal vez —y ojalá no sea así— complaciendo de todos modos la depredación rusa y dejando un precedente de heridas abiertas para Ucrania, Europa y el derecho internacional.
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