Este poeta, diplomático y periodista, cuyo verdadero nombre fue Rafael Ángel Díaz Sosa, nació en Guasipati, estado Bolivar, el 17 de enero de 1926 y falleció en Caracas el 18 de mayo de 2004. A lo largo de su vida hizo importantes aportes a la cultura democrática venezolana, a través del arte, la poesía y su obra ensayistica.
Estudioso de la historia y el arte venezolano, tras realizar sus primeros estudios, donde fue estimulado inicialmente por sus padres Zoilo Díaz y Blanca Sosa, el joven viajó a Caracas y cursó la carrera de periodismo en la UCV; posteriormente se inscribió en la especialidad de literatura en la Universidad de Carolina del Norte en Estados Unidos y luego se formó en Historia y crítica del arte en las universidades de Roma, Florencia, Venecia y Bolonia. Durante los gobiernos democráticos ejerció cargos diplomáticos en República Dominicana, Uruguay, China, entre otras responsabilidades.
Luego laboró para la cancillería venezolana; fue director de la revista Imagen; fundó el Museo de Arte de Ciudad Bolívar, asesor de arte del INCIBA, propulsor del museo Jesús Soto, miembro fundador de la AICA (Asociación Internacional de Críticos de Arte) y sobre todo, su pasión el arte de escribir al tiempo que representó al gobierno nacional en acuerdos y eventos artísticos internacionales.
Escribió no menos de treinta y cinco de ensayos sobre arte e historia. Entre estos textos, destacan Miranda, primer crítico de arte de Venezuela; Amores de Bolívar y Manuela; El crucifijo de Miguel Angel, Iconografía de Mariano Picón Salas, Armando Reverón, Los tres viajes de Francisco de Miranda, Los navegantes de colores; tradujo al inglés la obra Las comadres de Caracas de John Williamson, primer diplomático de Estados Unidos en Venezuela. También tradujo a Emily Dickinson, entre otros autores.
Su obra poética comprende más de diez títulos, entre los que resaltan El resplandor de las palabras, Poemas para recordar a Venezuela, El pie de espuma, La casa del unicornio, Receso de la Esmeralda, Air de familia que fue traducido al francés por su amigo Juan Liscano; además escribió teatro y novela.
Era políglota, dominaba varios idiomas.
Aunque no perteneció a grupos, fue un fervoroso defensor de la democracia venezolana; en todas las actividades en las que representó al país, lo hizo con el orgullo genuino de quien se sintió siempre identificado con los valores de la libertad, de la cultura, de la dignidad de una nación, líder en el respeto y tratamiento de los derechos humanos.
El ideario político de Rafael Pineda se sustentó en su amoroso civilismo, los valores democráticos, la institucionalidad, la paz entre las naciones, la conversación para arribar a acuerdos entre las partes, un diplomático formado a la luz de la justicia internacional, el entendimiento y la concordia entre los pueblos. Un venezolano bondadoso, creyente en el bien común, el respeto como inagotable símbolo ecuménico. Un democrata de primer orden que amó entrañablemente Venezuela.
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