Valores democráticos | Rafael José Muñoz |  Por: Ramón Rivasaez

 

Nació el poeta Rafael José Muñoz el 22 de mayo de 1928 en Guanape, estado Anzoátegui y falleció en Caracas el 9 de noviembre de 1981, luego de escribir un libro único en la poesía venezolana, El círculo de los tres soles, elogiado por Juan Liscano, pero igualmente tras sufrir terribles torturas durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

El poeta en su infancia fue peón agrícola en Guanape y sus alrededores, después tendero en Puerto Piritu, se hizo maestro tras cursar la secundaria y terminó dictando clases en San Diego de los Altos, cerca de la capital venezolana; llegó a la política para integrarse a la juventud de AD; antes conoció a los poetas Vicente Gerbasi y Fernando Paz Castillo, quienes le orientaron con lecturas, al tiempo que la actividad política absorbía sus años tempranos

Era apenas un veinteañero cuando los pesados tanques, se engullen las calles y se dirigen al palacio de Miraflores para derrocar al presidente constitucional el novelista Rómulo Gallegos; de inmediato el joven poeta se suma a la clandestinidad en apoyo al poeta Leonardo Ruiz

Pineda, quien poco después es asesinado por la tiranía. Entonces comenzó el duro periplo del joven escritor a través de una larga pasantía por las cárceles de la dictadura, con las sesiones de torturas y vejámenes a la condición humana; le colocaron sobre bloques de hielo, le aplicaron tabacos sobre la piel, electricidad en los genitales y otras aberraciones que los carceleros inventan para atormentar a los infelices e indefensos presos políticos; el poeta estoico, resistió, no se  amilano  ante el suplicio, fue valiente ante el dolor. Fue huésped en la infame Guasina, el campo de concentración del perejimenismo.

Por fin llega el 23 de enero de 1958, y el poeta sobrevive a Guasina; la luz de la libertad abre los ojos del escritor; en 1953 había publicado su poemario Los pasos de la muerte, preludio de su gran obra El círculo de los tres soles, su desconcertante e insólito libro de poemas, que deshizo en elogios a Liscano e inquietó a Guillermo Sucre; sorprendió a los nuevos poetas entre ellos, Rafael Arraiz Lucca, entre otros.

Como dipsómano, sufrió la embriaguez a cuestas e hizo de él dependiente de una inclinación, mediante la cual trató de olvidar las pesadillas de las torturas recibidas durante su largas reclusiones privado de libertad. El poeta Liscano se lo llevó a su revista literaria Zona Franca, donde ejerció de jefe de redacción por varios años.

Un poema, quizá evocó aquellas terribles noches de la dictadura, «no puedo soportar las lágrimas, corren como un venado…»  El fue brutalmente torturado, no superó el trauma…» Confesó su viuda Nelly Olivo años después. Las secuelas de la cárcel le condujeron al alcoholismo; falleció a los 53 años envuelto en el olvido, pero dejó tras de si una gran poesía que ahora comienza a ser estudiada..

 

 

 

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