Ramón Rivasáez
Este poeta aragueño nació en San Sebastián de los Reyes el 25 de septiembre de 1909 y falleció el 28 de agosto de 1993 en la misma localidad que le vio, en su larga existencia, ejercer el más inocente y olvidado de los oficios, la poesía con la mayor humildad y sinceridad, tan es así que ha sido el único escritor venezolano que ha rehusado recibir el premio Nacional de literatura.
Miguel Ramón Utrera por siempre escribió poesía que, compartió con otras de sus pasiones, la de educar a sus semejantes; fue maestro de su pueblo, de la gente que acudía a su aposento para obtener luz, la sabiduría de un ser que estaba hecho de palabra y bondad.
En su juventud quiso estudiar farmacia en la UCV; se inscribió pero sus limitaciones de recursos le impidieron continuar; entonces, retornó a San Sebastián de los Reyes a proseguir su labor pedagógica y poética que despertó el interés de propios y extraños, dada su entrega amorosa a enaltecer la enseñanza con sus aportes para vencer las tinieblas del analfabetismo e incorporar a los pueblos a los programas del Ministerio de Educación.
Paralelamente ejerció el periodismo; fundó medios y difundió la obra de los escritores del Siglo de Oro español, sobre todo de Fray Luis de León y entre los venezolanos el trabajo literario de Andrés Eloy Blanco , José Rafael Pocaterra, Sergio Medina, entre otros autores, que le marcaron.
En su breve pasantía por Caracas, Miguel Ramón Utrera se vinculó al grupo literario Viernes, e hizo amistad con sus integrantes que, a partir de 1936, renovaron el movimiento poético venezolano.
Empero, el poeta de San Sebastián de los Reyes se alejó de Caracas y se refugió en el paisaje poético de su pueblo, con su gente, la tradición y la cultura propia de sus humildes pobladores; allí realizó su obra poética y educativa al lado de los suyos, enseñando al desvalido de luces y conocimientos; fue director de la Escuela Pedro Aldao; promocionó el teatro, la música, la lectura, la fotografía, pero sobre todo, su lucha por la alfabetización fue su norte,sus desvelos.
Ejerció de redactor de la revista La Caridad, órgano de la cofradía de nuestra señora de la Caridad, de gran labor social y cultural en la comunidad, fue presidente del Concejo Municipal, miembro honorario de la junta directiva del Ateneo de Maracay, de la Asociación de Escritores de Venezuela,
miembro correspondiente en el estado Aragua de la Academia Nacional de la Lengua y de la Academia Nacional de la Historia y diputado a la Asamblea legislativa del estado Aragua, entre otras actividades que cumplió con decoro y en provecho de sus representados.
En una de sus visitas al estado Aragua el entonces presidente Carlos Andrés Pérez, estuvo en su casa y le ofreció editar toda su obra poética , pero, el poeta Utrera se excusó cortésmente y le respondió:»Le voy a hablar franco, a mi no me gusta que me publiquen nada por orden del gobierno; ahora sería distinto, si la iniciativa fuera de otras instituciones».
Algo similar ocurrió en 1981, cuando el gobierno nacional le concedió el premio Nacional de literatura, y el poeta Utrera rehusó recibirlo. Su argumentó «Lo del premio venía con cheque para acá que es una cosa repugnantisima, porque parece que le dice a uno; nosotros nos hemos reunido para ponerle precio, aquí está el cheque y casi le están diciendo a uno, lo que hagas de aquí en adelante no tiene valor». El jurado que le otorgó el premio estuvo integrado por los poetas Vicente Gerbasi y José Ramón Medina. entre otros.
Poeta íntegro, sin duda, sincero consigo mismo, difícil de encontrar en una sociedad como la actual; Miguel Ramón Utrera, optó por seguir su filosofía de vida, su misticismo, su amor y fe en el Supremo creador, al desechar vanidades y reencontrarse con lo más valioso su fervor cristiano.
Uno de sus poemas, Los caminos, quizá es su mas fiel autorretrato: «Quien quiera tomar camino/a través de la campiña/que no destruya en su marcha/las rústicas florecillas/¿a dónde irá con sus pasos el hombre de la campiña/Quien quiera tomar camino/a través de la montaña/que no empañe con sus huellas/la fresca lumbre del agua/…»