Por Ramón Rivasáez
Dedico a Rodolfo Izaguirre
A mediados de la década de los ochenta, ejercía de periodista de doña Dori Parra de Orellana, entonces presidenta del Concejo Municipal de Iribarren, en Barquisimeto, cuando una mañana calurosa, solicitó mi presencia la lideresa que resistió a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, me dijo, ven acá que le presentaré a alguien muy importante; me acerqué y observé a una dama que me sonrío y estrechó mi mano. Era Margot Benacerraf; jamás me imaginé la sorpresa.
Esta admirable mujer, quizá la cineasta venezolana más galardonada de la historia del cine nacional, se dio a conocer en el mundo por solo dos documentales, «Reverón» (1952) y «Araya» (1959); ambos filmes recibieron elogiosas críticas en diversos países.
Nacida el 14 de agosto de 1926 en Caracas, de descendencia judía y fallecida el 29 de mayo de 2024, en la misma ciudad, Benacerraf, muy pronto se distinguió por su apego a las artes; en 1947 comenzó estudios de filosofía y letras en la UCV; escribió ensayos e hizo una pieza teatral que envió a un concurso al departamento de dramaturgia de la Universidad de Columbia en Nueva York; recibió un premio que fue una beca de estudios teatrales que concluyó en 1949.
En Nueva York, se deslumbró por el arte cinematográfico y decidió su porvenir; se inscribió en el Instituto de Altos Estudios Cinematográficos de París, donde cursó hasta 1951, cuando regresó a Caracas.
Con un vasto caudal de conocimientos, Benacerraf se desplazó a Macuto e inició su indagación sobre la luz de Armando Reverón, sus matices, momentos, sus fantasmales personajes y quimeras que tiene cada artista; viajó por su universo onírico, escuchó sus alegatos y relatos de sus experiencias creativas.
Entonces, produjo el documental «Reverón», que envió a los festivales de Berlín, Alemania y al de Edimburgo, Reino Unido, en cuyas citas recibió reconocimiento de los especialistas en el mundo del séptimo arte.
Después vino la consagración definitiva, la confirmación de Margot Benacerraf, como la cineasta venezolana que abrió el camino al cine nacional en el exterior; se instaló en las salinas de Araya, una desolada región del oriente del país. Captó a través de su mirada de poeta, el instante, de la pobreza de aquella gente, pescadores cuyas voces se escurrian entre el viento, se apagaban en el susurro del oleaje, pero sobre todo la soledad que se tragaba una trágica vida del olvido.
Con una mirada como la de Baudelaire, que comprendía toda la melancolía de la tierra, Benacerraf, montó su obra maestra «Araya», que estableció un hito en la cinematografía de América Latina.
Al ser presentada en 1959 en el XII Festival de Cannes, en Francia, obtuvo el premio de la Comisión Superior Técnica y el Premio de la Crítica Internacional, éste último compartido con un monstruo y mimado del cine mundial Alain Resnais
que había presentado su filme Hiroshima mon amour.
Después de este reconocimiento el documental «Araya», fue invitado a los festivales de Locarno (Suiza),Venecia (Italia)y el de Moscú (Rusia).
En 1990 «Araya» fue seleccionada como una de las cinco mejores películas en la historia del cine latinoamericano dentro de la retrospectiva Latin American Visions; un balance del cine de América Latina en el periodo 1930-1988, proyecto realizado en Filadelfia, Estados Unidos.
En 1994 el festival italiano de Pesaro seleccionó «Araya» como la única película latinoamericana dentro de su programación retrospectiva para celebrar los cien años del cine.
Entretanto, desde1993 funciona en Caracas la Fundación Margot Benacerraf, para difundir la cultura audiovisual y promover el mejor cine nacional y mundial. Margot Benacerraf fundó en 1966 la Cinemateca Nacional con el apoyo del Gobierno del presidente Leoni; ésta institución la dirigió posteriormente el escritor Rodolfo Izaguirre.
RECONOCIMIENTOS
Además de los galardones y premios ya descritos, Margot Benacerraf, fue honrada con la orden al mérito de la República Italiana en 1972; orden Andrés Bello, 1974; premio nacional de cine de Venezuela, 1995; orden Bernardo O’Higgins, 1996, Chile; orden nacional del mérito de la República Francesa, 1998; orden
Francisco de Miranda 2018 y la medalla Páez de las artes 2019, otorgada en Estados Unidos.
Benacerraf, incansable, fundó Fundavisual Latina para auspiciar y promover el arte audiovisual latinoamericano, y organizó tres festivales de cortometrajes y vídeos,festival de cine venezolano; muestra del cine documental latinoamericano; encuentro de cineastas latinoamericanos; concurso Nacional de guiones de largo metraje; foros, charlas, talleres de formación cinematográfica; encuentro de la telenovela latinoamericana con delegados de Brasil, Colombia y México, entre otros eventos.
Margot Benacerraf, una mujer amante de la libertad creadora, de los valores de la cultura, de una sociedad justa, y solidaria, demócrata, soñadora de un mundo mejor y más humano, sin confrontaciones; una de las grandes venezolanas de todos los tiempos.