Muchísimos años después, la escritora Elisa Lerner, evocando sus recuerdos de la infancia escribió una bella nota en El Papel Literario de El Nacional, en el que abordaba un extraño y silente personaje que, frecuentaba su casa, envuelto en medio de un cierto misticismo. Recordó que se trataba de un hombre de finas facciones, reflexivo, comedido y de mirada profunda, soñadora. Años luego, confiesa, que ese personaje fue un poeta que no llegó a ver impreso su libro «Banderas de papel»; era Leonardo Ruiz Pineda, uno de los mártires de la democracia venezolana.
Con el transcurrir del tiempo, Ruiz Pineda se convirtió en leyenda de la resistencia, en el hombre impoluto, en el valiente dirigente político que se sacrificó por la libertad de su país. De un porvenir luminoso por sus ideas, de incansable batallar, Ruiz Pineda había nacido el 28 de septiembre de 1916 en Rubio, estado Táchira; muy joven marchó a Caracas; deseaba ser abogado, carrera que realizó en la UCV, e inmediatamente incursiona en el debate político contra el dictador de entonces, JV Gómez. En 1937 forma parte de los fundadores del Partido Nacional Democrático; cuatro años después es cofundador de AD, junto a Betancourt, Leoni, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Gonzalo Barrios y otros líderes.
Tras el movimiento del 18 de octubre de 1945, Ruiz Pineda es designado gobernador del Táchira, cargo que ejerció con ecuanimidad y pulcritud administrativa, según sus críticos.
Posteriormente, en el relampagueante gobierno del presidente Gallegos fue ministro de Comunicaciones, hasta el golpe de estado que llevó a cabo el coronel Marcos Pérez Jiménez, y sus acólitos castrenses; nuevamente la bota militar se entronizaba para mediatizar las instituciones, arrasar las libertades públicas. Ruiz Pineda se incorpora a la clandestinidad en su condición de secretario general de AD, dado que el resto de los líderes se fueron al exilio.
Comenzó su trabajo bajo el seudónimo de «Alfredo», burló a la SN en distintas celadas y emboscadas, hasta la noche del 21 de octubre de 1952, cuando su vehículo fue interceptado por dos esbirros de la Seguridad Nacional que lo seguían en una motocicleta, desde la plaza Pérez Bonalde donde había hecho un trasbordo de carros, para tratar de evadir la persecución a que estaba sometido. En la avenida Principal de San Agustín del Sur, su auto se detuvo debido a un repentino congestionamiento vehicular, lo que propició que la pareja de criminales consumiera el asesinato del líder de la resistencia. Los homicidas le habían reconocido, porque fueron directo a Ruiz Pineda y le mataron a quemarropa,los demás ocupantes del vehículo donde iba LRP, lograron escapar. Uno de ellos fue David Morales Bello; testigo presencial del trágico acontecimiento que estremeció la lucha contra la dictadura pero no la resquebrajo más bien la revitalizo con mayor dignidad hasta que, finalmente, el 23 de enero de 1958, el pueblo de Venezuela arrojó del poder al dictador. La lucha de Ruiz Pineda no fue en vano; sabía que valía la pena el sacrificio por la democracia; fue un poeta que se inmoló por la libertad, al igual que el surrealista Robert Desnos, durante la ocupación nazi en Francia o el poeta Ariel Canzani,en la Argentina del Triunvirato de los dictadores de los setenta del siglo XX. La poesía siempre ha estado del lado de la libertad.